
Si bien el Gobierno ha tardado 10 horas en hacer regresar a Artur Mas del país de las maravillas, lleva casi tres años dejándose llevar por la coyuntura, sin hacer nada de calado para superar la crisis, salvo los parches legislativos que tanta admiración causan al llamarles reformas.
En realidad el presupuesto apenas lo dirige el Gobierno, porque muy importantes partidas son exógenas a su labor: desempleo, pensiones e intereses de la deuda. Obligaciones que no hay más remedio que cumplir, pero cuya gestión gubernamental es, en todo caso, muy parcial.
Alguien dirá que si no es por este Gobierno los intereses serían mayores, pero no debemos olvidar que los máximos históricos de nuestra prima de riesgo se dieron en 2012 y no antes, por lo que caen de lleno en su tiempo de gestión y algo harían para merecer tal honor.
Quieren apuntarse un aumento del gasto social, pero este viene de las pensiones y no decide el Gobierno quien se jubila. Es decir, más de lo mismo. Ya que están en el barco reman, pero apenas han movido el timón más que lo justo para mantenerse en el machito.
En materia fiscal, el Gobierno hace una reforma que le lleva a recaudar más, es decir, nada de liberar recursos hacia lo privado aligerando lo público, sino que se aprovecha el menor atisbo de crecimiento para seguir metiendo la mano en el bolsillo de los ciudadanos. Así, se fía el cuadre presupuestario a un aumento de ingresos y tenemos que rezar mucho para que España se vea poco contagiada del parón europeo.
No hay pocas incertidumbres sobre la evolución económica en el medio plazo y el parón de la demanda interna se pone de manifiesto en unos precios por los que asoma el fantasma de la deflación, señal de que el público no ve las cosas claras.
Manda el presupuesto y el Gobierno lo único que hace es obedecer, una año más, a sus principales líneas de gasto, intentando obtener los ingresos correspondientes sin que parezca importarle cómo afectará todo eso a la situación económica. Quizás la política económica quiera quitarse de en medio al faltarle de pronto Barea y Boyer.
Juan Fernando Robles es profesor de Finanzas