Antes o después tenía que producirse en Europa: el choque de trenes era algo inevitable. Por una parte el convoy de los partidarios de las reformas y los recortes, la línea de la austeridad, enfrente la máquina inmovilista del déficit y el inmovilismo del mercado laboral.
Pero si la colisión era inevitable, la misma tenía que suceder en Francia, probablemente el país más sensible a las cuestiones sociales. Se pueden también identificar a los países. Por una parte las tesis alemanas y su Agenda de 2010 de la cual ya he hablado bastante en mis artículos, con España como campo de aplicación y ahora ejemplo de las mismas, la primera y cuarta economía del área euro; por la otra Francia y la remolona Italia, la segunda y la tercera economía de la moneda única.
Las reformas tienen un coste político alto en votos, son impopulares y generan daños en los partidos políticos que los llevan a cabo. El canciller Gerhard Schröder padre de la reformista Agenda 2010, un político socialista y que después de llevar a cabo una importante reforma de la economía alemana para promover el crecimiento y reducir el desempleo perdió las elecciones, lo sabe bien.
Angela Merkel recogió posteriormente los frutos de aquella reforma del Estado de Bienestar y modificación de las relaciones laborales. Es por otra parte el problema que afecta a los partidos de ideología socialista, como no en el poder en estos momentos en Francia, que se ven devorados y partidos por el inmovilismo o por la renovación. Estamos por tanto ante una cuestión crucial y que bien merece un pequeño análisis.
Actualmente, Europa se mueve entre políticas que quieren revisar el Estado de Bienestar y que como dijo el primer ministro francés Manuel Valls en alusión a la situación francesa se podría resumir en: "No podemos vivir más tiempo por encima de nuestras posibilidades", por otra tenemos los partidarios de continuar como hasta ahora, aumentando déficit públicos insostenibles, ahí tenemos al titular del Ministerio de Economía francés, Arnaud Montebourg, que se descolgaba este fin de semana diciendo: "Hay que dar prioridad a la salida de la crisis y trasladar a segundo plano la reducción dogmática del déficit, que nos conduce a la austeridad y al paro". Sorprende que recetas diferentes en el fondo persigan los mismos frutos: crecimiento y lucha contra el desempleo.
El mundo ha cambiado mucho en estos diez o quince años. Hoy la deslocalización o posibilidad de producir un artículo en cualquier punto del mundo ha cambiado las reglas del juego. Actualmente se puede fabricar un artículo manufacturado y de bajo valor añadido -importante esta matización, pues en los sectores de alto valor añadido el desempleo es ínfimo- en cualquier parte del mundo y llevarlo para su venta a cualquier rincón.
Por otra parte la posibilidad de situar el domicilio social de una empresa en países con baja fiscalidad, aumenta aún más las presiones sobre los recortes. Son aspectos básicos a la hora de entablar las líneas directrices de la política económica: el mercado laboral y fiscalidad, habría que añadir también el coste energético, indispensable en la producción, pero como bien sabemos para los países europeos la dependencia energética es una realidad incuestionable y de muy difícil solución.
Las energías alternativas son, hoy por hoy, caras económicamente y la dependencia -véase el contencioso del gas ruso- sigue siendo un problema para toda Europa, con una opinión pública que además sigue sin saber si pagar el coste ecológico de la energía frente a la energía tradicional más barata de petróleo y gas.
En toda esta diatriba me parece que hay que destacar las palabra del presidente francés Hollande, el julio pasado, y que al objeto de apoyar a su primer ministro, Valls, definía bastante bien el momento: "Francia no puedes esperar". No solo Francia, Europa tampoco puede esperar.
El primero en llevar a cabo la reforma fue Alemania, allí un político socialista se dio cuenta de que los modelos imperantes de bienestar social, anclados en el déficit y el crecer vía deuda ya no eran válidos.
Son necesarias las medidas reformadoras para adecuar la estructura económica a la nueva situación, esas medidas son las que hoy llevan a muchos países a mirar a Alemania como el modelo a seguir. Recientemente el primer ministro italiano Matteo Renzi reconocía que la economía italiana necesita esas reformas, eso sí reclamaba que fuera su gobierno y no la troika quien las llevará a cabo, decía textualmente que: "su modelo no era España, sino Alemania". Es curioso, lo que él cuestionaba no es la necesidad de hacer las reformas, sino de llevarlas a cabo sin dictados, ni presiones desde fuera.
En un artículo reciente que publicaba en este diario -Europa: galgos ó podencos- comentaba la necesidad no solo de mirar al BCE como la virgen milagrera para sacarnos de donde estamos. Es necesario que seamos conscientes de que el entorno económico ha variado y la salida de la atonía de Europa atañe a todas los responsables y a todas las instituciones.
No podemos salir de esta crisis peor que entramos, es decir con más deuda, en este caso pública, o somos conscientes de que debemos responder y modificar nuestra estructura económica o Europa está abocada a ser un títere en el nuevo entorno internacional. Por cierto sería bueno terminar las reformas en España que están incompletas.
Miguel Ángel Bernal es profesor y coordinador del Departamento de Investigación del IEB