Opinión

El auge del shale gas en EEUU y sus consecuencias mundiales

El príncipe e inversor multimillonario saudí Alwaleed bin Talal protagonizó una intervención elocuente en la política nacional de su país la semana pasada, con una carta abierta en la que sostenía que la revolución estadounidense del gas de esquisto (una modalidad de gas natural que se extrae de rocas de pizarra situadas bajo la superficie de la tierra) supone una amenaza. Su argumento era sencillo y bien fundado. Que EEUU necesite menos petróleo saudí es una mala noticia para el país que lo exporta. Más le vale que empiece a diversificarse a otras industrias.

Lo mismo podrá decirse seguramente de otros países. EEUU no es el único país que resulta tener mucho gas de esquisto sino el primero que lo explota a gran escala. Y, como Arabia Saudí, hay muchos más países que dependen de las exportaciones de energía para mantener sus economías a flote. Lo cierto es que el gas de esquisto va a suponer una reorganización de los ganadores y perdedores en la economía global, y los inversores deberán adaptar sus carteras en consecuencia.

Vencedores y vencidos

Como con cualquier otra gran fuente nueva de energía, el gas de esquisto tiene el potencial de ofrecer una riqueza abundante a algunos países y quitársela a otros pero ¿cómo se desarrollarán los acontecimientos en la próxima década? EEUU es el vencedor más obvio. Ha sido la primera gran economía en explotar la fracturación hidráulica y ya está experimentando el renacimiento de su industria manufacturera gracias a unos costes energéticos más bajos. El gas de esquisto mejorará su balance comercial aunque, a medio plazo, lo más importante son los puestos de trabajo que se crearán. Los inversores ya se han dado cuenta y están volviendo al dólar y al Dow.

No obstante, no es el único país que tiene gas de esquisto (como tampoco ha sido el único que tuviera petróleo o carbón). El Reino Unido también será uno de los grandes beneficiados gracias a su gran cantidad de gas de esquisto y a que el gobierno está decidido a sacarlo a la superficie, aunque se trata de un país muy densamente poblado y el gas se encuentra debajo de algunas zonas residenciales acomodadas. Ya se han producido protestas en Balcombe (West Sussex) por los proyectos de exploración. Aun así, lo más probable es que sigan adelante.

El gobierno respalda a las empresas de fracturación y el Reino Unido necesita desesperadamente algo que resucite su índice de crecimiento. En Europa, Polonia podría tener muchas reservas, aunque los primeros resultados han sido decepcionantes. A pesar de ello, si consigue desarrollar su gas, contará con un empujón más para la que ya está resurgiendo como una de las economías estrella de Europa. A Polonia le está yendo bien y el gas de esquisto la ayudará a expandirse más deprisa. Rusia cuenta con grandes reservas pero también tiene mucho petróleo, por lo que no tiene necesidad de desarrollar alternativas con la misma urgencia.

La sorpresa ha sido Francia, con la mayor reserva de Europa, aunque su presidente Hollande ha prohibido su desarrollo. Aun así, los franceses no están en mejores condiciones que los británicos para rechazar nuevas fuentes de riqueza. Si el país cambiase de política, el gas de esquisto podría revitalizar su economía. Francia es tradicionalmente una importante economía manufacturera y la energía barata es la principal ventaja competitiva para las fábricas. Los costes de la mano de obra y los impuestos serán astronómicos pero no deja de estar en el corazón mismo de Europa y la energía barata atraerá la vuelta de muchos fabricantes. La mayoría de los inversores globales han descartado a Francia pero el gas de esquisto podría hacerles cambiar de opinión.

En el resto del mundo, China tiene muchas reservas y necesita mucha energía para sostener su auge económico. El gas de esquisto podría suponer una segunda fase de su revolución industrial. Se puede hablar de aterrizaje forzoso pero el gas de esquisto podría mantener el milagro chino vivo durante una década más. Es evidente quiénes van a ser los ganadores.

¿Y los perdedores? Todos los grandes exportadores de petróleo y energía sufrirán. Por ahora, los precios energéticos sólo han empezado a caer en EEUU pero, a medida que otros países desarrollen sus industrias, que nadie se sorprenda cuando el precio del petróleo empiece a bajar. Y no es sólo el precio lo que importa. Con la demanda en descenso, la OPEP tendrá que recortar el suministro para mantener los precios.

Oriente Medio se verá muy afectado. Países como Arabia Saudí pueden intentar diversificarse hacia nuevos sectores pero lo cierto es que si fuera tan fácil ya lo habrían hecho. Irán se verá en apuros, tanto como Libia y otros países del golfo como Qatar. Nadie querrá apostar mucho por la prosperidad de Dubai si deja de ser el eje financiero de una de las regiones más adineradas del mundo. Nigeria y Venezuela estarán bajo presión. Noruega, el sexto mayor exportador de petróleo del mundo, ha ahorrado sensatamente gran parte de esa riqueza pero le costará seguir siendo uno de los países más ricos del mundo con esa industria en declive. Rusia puede que tenga gas de esquisto pero son sus exportaciones de petróleo lo que la mantienen a flote.

Golpe político

Los regímenes de muchos de esos países se irán a pique si la economía sufre. ¿Podrán sobrevivir los gobiernos de Arabia Saudí, Irán, Rusia, Nigeria o Argelia a una depresión económica grave? No apueste demasiado por ello. Lo principal es que es el gas de esquisto está a punto de reorganizar la manera en que los inversores ven el mundo. Los mercados emergentes se han vuelto cada vez más seguros durante la última década y han atraído más y más dinero pero si el petróleo baja de precio, muchos se volverán volátiles de nuevo.

Mientras tanto, otras economías olvidadas por su estancamiento en un crecimiento bajo, como Francia o el Reino Unido, podrían recuperar su atractivo. De hecho, el auge del gas de esquisto convertirá al mundo desarrollado en una inversión mucho mejor que los mercados emergentes y los inversores deberán reequilibrar sus carteras en consecuencia.

Matthew Lynn es director ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics. 

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky