Opinión

Roberto Carreras | Colaboración en red: la economía abierta

Estamos ante el nacimiento de una nueva economía en la que las compañías están comenzando a tomar en serio a las personas conectadas de manera distribuida a lo largo del mundo para formular sus problemas y dar con las soluciones diferenciales e innovadoras.

Las compañías se han dado cuenta de la importancia de ser realmente transparentes y de que el talento y el conocimiento aplicable a cualquier ámbito corporativo están por todas partes.

Muchas de las mejores ideas ya no vienen de las personas que integran la plantilla, sino que son aportadas por clientes, consumidores o personas que pueden estar lejos, pero que conocen la marca, sus servicios o sus productos -y, sobre todo, lo que necesitan y quieren- mejor que las personas de dentro. No se trata de beneficiarse de las ideas de otros, sino de reconocerles y, principalmente, de hacerles partícipes y parte esencial de la empresa, producto o proyecto en cuestión. Un reconocimiento que va mucho más allá del incentivo económico y que debe enfocarse a la reputación de los participantes.

Para ello, sin duda es de vital importancia la apertura, uno de los principios fundamentales de la wikinomía planteada por Don Tapscott en su libro Wikinomics: La nueva economía de las multitudes inteligentes ya en 1996. Según el libro, "la transparencia resulta esencial para las sociedades colectivas, al reducir costes de transacción entre empresas y acelerar el metabolismo de las redes de negocio".

La necesidad de compartir, otro de los principios de Wikinomics: "Reductos cerrados de contenidos, bases de datos no libres, software no libre: todos prometen enormes ganancias para los productos de saber. Pero, al mismo tiempo, todos limitan el acceso a instrumentos básicos de una economía basada en el saber. Y, lo que es peor aún, dejan fuera las verdaderas oportunidades de innovación y creatividad".

La necesidad de generar una economía compartida, distribuida y mejorada por terceros. El cambio es casi imposible sin la colaboración de toda una industria, así como la necesidad de reemplazar los intereses individuales por los compartidos ante grandes retos. Por lo tanto, la manera más eficaz para permitir el cambio y mantener una ventaja en el mercado es impulsar ese cambio, incluso si esto significa compartir nuestra propiedad intelectual con los competidores. Una vía que abre una nueva puerta a la hora de detectar talento para las empresas.

El libro The wisdom of the crowds, de James Surowiecki, afirma que, en las circunstancias adecuadas, los grupos manifiestan una inteligencia notable, con frecuencia superando a sus miembros más inteligentes, aun cuando muchos de los integrantes del grupo no disponen más que de una información superficial sobre la cuestión que se plantea.

En busca de respuestas

La multitud, dadas las condiciones adecuadas, dará respuestas más acertadas que las de la mayoría de los especialistas.

En primer lugar, el grupo debe ser heterogéneo o, dicho de otra manera, debe encerrar una cierta diversidad de opiniones -cada individuo debe sustentar una información particular, aunque no sea más que una idea alucinada sobre los hechos conocidos-.

En segundo lugar, debe darse una independencia de criterio; esto es, los individuos -al menos unos pocos de ellos- deben ser capaces de mantener su opinión sin importar qué opinen las personas que les rodeen. En tercer lugar, debe darse un cierto grado de descentralización, algo que facilite la especialización de individuos o subgrupos dentro del colectivo. Por último, debe existir algún mecanismo que permita agregar esos juicios individuales para llegar a una decisión colectiva.

Para Pierre Lévi, director de la cátedra de Inteligencia colectiva en la Universidad de Ottawa, se trata de "una forma de inteligencia universalmente distribuida, constantemente realzada, coordinada en tiempo real, y que dé como resultado la movilización efectiva de habilidades. El objetivo de la inteligencia colectiva es el reconocimiento mutuo y el enriquecimiento de los individuos, en vez del culto de comunidades fetichistas o hiperestatizadas".

Según Jeff Howe, quien acuñó el término crowdsourcing en la revista Wired, los factores que han hecho posible este fenómeno son:

- El renacimiento de lo amateur.

- La aparición del movimiento open source.

- La democratización de la tecnología.

- La aparición de las comunidades en línea.

El conocimiento de las masas y, sobre todo, su deseo de participar gracias a las herramientas que hoy en día tiene disponibles, está cambiando la manera en la que las empresas hacen partícipes a sus públicos y, en ocasiones, encuentran soluciones a sus problemas concretos. El fenómeno es imposible de entender sin la tecnología y los servicios de redes sociales que permiten proveer las herramientas de colaboración necesarias para que la gente pueda participar. Y cada vez son más las compañías que están apoyándose en sus clientes y diferentes públicos para desarrollar y mejorar sus productos o servicios, y para solucionar problemas concretos: "Car Design Contest" de Opel, "Ideas for Unilever", "SpreadShirt", "The Ford Story", "LEGO Design by Me", "App My Ride" de Volkswagen, "My Starbucks Idea", "Dell Idea Storm"?

Sin duda, una nueva manera de colaborar en un mundo hiperconectado y una nueva forma de apertura, un cambio de filosofía necesario para descubrir talento y potenciar cambios en modelo de negocio en una época de profunda crisis como la que vivimos.

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