Opinión

No se trata sólo del tipo de cambio

Son las mejoras de la productividad las que impulsan el verdadero aumento del ingreso y la expansión del empleo.

Si miramos los patrones comerciales de los dos principales actores de la economía mundial, dos aspectos saltan a la vista. Uno de ellos es que aunque EEUU tiene un déficit comercial con casi todos los países -incluidos Canadá, México, China, Alemania, Francia, Japón, Corea del Sur y Taiwán, sin mencionar los países exportadores de petróleo-, el déficit más grande lo tiene con China. Si los datos comerciales se volvieran a calcular tomando en cuenta el país de origen de los distintos componentes del valor agregado, el panorama general no cambiaría, pero sí las magnitudes relativas: habría mayores déficits de EEUU con Alemania, Corea del Sur, Taiwán y Japón, y un déficit espectacularmente más bajo con China.

El segundo aspecto es que Japón, Corea del Sur y Taiwán -todas hasta cierto punto economías de ingresos altos- tienen un amplio superávit comercial con China. Alemania ha equilibrado relativamente su comercio con Pekín, e incluso ha registrado un modesto superávit bilateral en el periodo posterior a la crisis.

Washington tiene un constante déficit comercial global que fluctúa entre el 3 y 6 por ciento del PIB. Sin embargo, mientras el total refleja déficits bilaterales con casi todos los países, el Congreso estadounidense está obsesionado con China, y parece estar convencido de que la causa principal del problema radica en la manipulación china del tipo de cambio del yuan.

El problema de esta opinión es que no toma en cuenta las marcadas diferencias entre EEUU, por un lado, y Japón, Alemania, y Corea del Sur, por otro. Además, el valor real del yuan (ajustado al IPC) ahora está subiendo aceleradamente debido a los diferenciales de inflación y el aumento de los salarios chinos, en particular en los sectores exportadores del país. Con el paso del tiempo, esto modificará muy considerablemente la estructura de la economía china y los patrones comerciales. Las partes dedicadas al ensamblaje en las cadenas de valor agregado globales se desplazarán de China a países que estén en etapas más tempranas de desarrollo económico como Bangladesh, donde los ingresos son más bajos (aunque esto no provocará un gran cambio en la balanza con EEUU).

Una inquietud en cierto modo más delicada podría ser que la naturaleza del dólar como divisa de reserva hace que esté sobrevaluado con respecto a todas las monedas, no sólo frente al yuan. Ello podría crear una presión adicional en la parte exportadora de la economía estadounidense, y por consiguiente ayudar a explicar por qué dicho sector no ha generado empleo neto desde hace dos décadas en ese país. Sin embargo, para explicar su rendimiento respecto a Tokio y Berlín, se tendría que afirmar que el euro y el yen se han devaluado, lo que no tiene sentido.

De hecho, el empleo generado por el sector exportable se ha encontrado en los servicios, en la parte superior de las distribuciones del valor agregado por persona, la educación y sus ingresos. Como resultado, el crecimiento y el empleo en el sector exportador han tenido un comportamiento distinto, pues ha habido un sano crecimiento, pero el empleo se ha estancado. Por el contrario, en Alemania y Japón el sector exportador es una máquina de generar empleo.

Las características distintivas de la economía estadounidense, al menos durante una década previa a la crisis que comenzó en 2008, fueron un nivel de consumo insosteniblemente alto debido a un efecto ilusorio de riqueza; inversión insuficiente (incluso en el sector público); y ahorros que no compensaban esa falta de inversión. Ese consumo excesivo de los hogares y el Gobierno estimuló la economía interna, y también gran parte de la economía global.

En varios países europeos que ahora encaran dificultades fiscales y de crecimiento, el patrón era en cierto modo distinto: la mayor parte del consumo y el empleo excedente se daba en el sector gubernamental. Pero el efecto era similar, puesto que había una generación insostenible de empleo e ingresos; y una menor productividad y competitividad en los sectores comercializables de estas economías, lo que condujo a la creación de déficits comerciales, un PIB reducido, y una insuficiente creación de puestos de trabajo.

Se podría argumentar que el euro ha estado y está sobrevaluado, y que eso ha obstaculizado la productividad de muchas economías de la eurozona en comparación con los países que no pertenecen a ella. No obstante, las deficiencias relativas de productividad de la eurozona son más importantes para el crecimiento y no tienen nada que ver con el tipo de cambio.

Enfocarse en las divisas como la causa de los males económicos de Occidente, aunque no es del todo erróneo, es excesivo. Los países en desarrollo han aprendido con el paso del tiempo que las mejoras de la productividad son las que impulsan el verdadero aumento de los ingresos y la expansión del empleo, no los movimientos en el tipo de cambio. A su vez, esto requiere de inversión pública y privada en activos tangibles en infraestructura física y de telecomunicaciones, capital humano y calificación, y una base de conocimientos y tecnología en la economía.

Por supuesto, es posible que los términos de intercambio de un país se desajusten con respecto a los niveles de ingreso y productividad, lo que exige un reequilibrio. No obstante, no basta con restablecer los términos de intercambio, también se deben abordar los fundamentos estructurales de la productividad.

Todo esto no es algo particular de los países en desarrollo. La inversión insuficiente tiene costes a largo plazo y consecuencias por todos lados. El consumo excesivo tan sólo oculta dichos costes de manera temporal.

En Washington, las deficiencias productivas han conducido a una desconexión de las cadenas de suministro global. Así pues, el desafío para este país no es sólo restablecer la productividad, sino también sus vínculos con las principales corrientes del comercio global.

El crecimiento de China -y más generalmente el de las principales economías emergentes- proporciona un impulso potencial importante. Eso se aplica claramente en el caso de Alemania, Japón y Corea del Sur. EEUU y otros países también podrían aprovecharlo, pero solamente si la productividad en relación con los niveles de ingresos en áreas específicas del potencial de competitividad empieza a crecer.

Mientras la política económica estadounidense siga enfocada en los déficits, la demanda interna y los tipos de cambio, y retrocediendo en materia de apertura comercial, sus deficiencias de inversión seguirán sin resolverse. Esto significa que sus problemas de empleo y distribución de ingresos también continuarán sin atenderse.

La buena noticia es que, en un nivel más profundo, los incentivos entre los países avanzados y en desarrollo están alineados. A las economías emergentes les interesa mucho el restablecimiento del crecimiento sostenible en los países avanzados, y están preparadas para cooperar en ese proceso. Sin embargo, enfocarse en el tipo de cambio de estos países no es la forma correcta de hacerlo.

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