Opinión

Fabián Estapé Rodríguez: De aquellos barros, estos lodos

Una vez más, todos los avatares de signo negativo se han aliado para atacar uno de los altares de la civilización clásica. ¿Qué ha ocurrido con el pequeño país mediterráneo para que se encuentre situado en el seno de la contienda monetaria europea como consecuencia, no lo duden, del afán de enlaces políticos y monetarios internacionales, llevando a Grecia de la cuna del saber hasta el mero deseo de sobrevivir?

No hace mucho hice un sucinto análisis de la situación económica del país heleno dando cuenta del aparente efecto reflote ejercido por el rescate que el resto de los países de la zona euro le concedieron (146.000 millones de dólares) y por las medidas internas de austeridad aplicadas por el Gobierno de Yorgos Papandreu.

Se trata del nieto de Georgios Papandreu, fundador del Partido Socialista Democrático de Grecia e hijo de aquel patriarca, Andreas Georgios Papandreu, que hubo de huir a EEUU en tiempos de la dictadura de los coroneles, al que, a priori, supuse lo suficientemente avispado como para seguir los consejos que sabiamente plasmó su ancestro en la dilatada y más que recomendable bibliografía que escri- bió, pues no sólo era político, sino también un activo economista que, además de investigar, llegó a ser presidente del Consejo Administrativo y director científico general del Centro de Investigaciones Económicas de Grecia y, al mismo tiempo, consejero del Banco de Grecia. Permítanme citar algunos títulos: Desarrollo económico estratégico de Grecia (1962); Principios fundamentales de modelos en Macroeconomía (1962); Una economía política nueva para Grecia (1965); Desarrollo económico: retórica y realidad (1973)? y, curiosamente, una monografía que tituló Política de bloques: Intervencionismo y libertad de las instituciones, publicada en 1969.

Pues bien, ni los buenos consejos, ni el recorte del gasto público, ni el incremento de los impuestos, ni? han evitado la cesación de pagos de la deuda soberana y tampoco que el diferencial del bono griego a 10 años haya ascendido hasta límites insospechados. En este sentido, hemos oído ya en boca de algunos analistas que este hecho ocupará un buen espacio en los futuros libros de Economía, "ya sea para hablar del fin de la Unión Monetaria Europea o para exponer una de las mejores oportunidades de inversión de los últimos años".

Personalmente, seguimos compartiendo la perspectiva de la situación que tiene el primer ministro griego: la conjunción de la asidua histeria de los mercados financieros -justificada, tras el primer embate de la crisis en 2008- y de los especuladores, lanzados al ataque de la economía europea, añadida a la desidia de la comunidad internacional a la hora de adoptar medidas urgentes para regular el sistema financiero global (recordemos que hace sólo una semana Obama y los principales líderes demócratas y republicanos en el Congreso anunciaron un acuerdo que evitaba que, por primera vez en su historia, EEUU se declarase en suspensión de pagos) ha acrecentado y mantenido en la cresta de la ola a la crisis en la eurozona.

No es exclusivo griego

De todos modos, no podemos achacar exclusivamente a la crisis generalizada la herida en el talón de Aquiles de la economía griega. Hace ya unos cuantos años señalaba en mis cátedras de Política Económica que en el desarrollo económico heleno se encontraban fisuras de especial cuidado. Ciertamente, las amenazas derivadas de semejantes fallas no podían dejar de enhebrarse unas con otras y éstas, a su vez, con los designios de la siempre hosca Bruselas.

Así, ha sucumbido al mismo tiempo que la antaño rotunda imagen de Europa (con mayúscula), que exhibía una proclividad hacia el deseable equilibrio inestable, entre otras suertes, gracias a la marejada hasta ahora sin fin de ese movimiento telúrico que a veces, con temor, ni se menciona: el actual maremoto de los seguidores de Mahoma. Sin embargo, no es el caso de Grecia, cuyos males son de muy distinto orden: emisión de deuda sin cubrir, economía sin dirección concreta?

Desde el punto de vista del estudio y del análisis de la economía helena y de su engarce con las 26 restantes de la UE, hemos compuesto un panorama catastrófico en el que Grecia ha pasado a ser el enfermo hasta el extremo de necesitar no un rescate, sino dos, que abocan a Atenas a una situación de quiebra absoluta con una coyuntura absolutamente manicomial.

Lo más curioso es que Grecia, que carece de apoyos internacionales sólidos, sigue presentando en las penosas discusiones sobre su futuro en la UE -gobernada a la vez y sin mucho sentido por el señor Sarkozy y, sobre todo, por la famosa, máxime tras la revelación pública del caso Murdoch, canciller Angela Merkel, quien sigue mostrando los estigmas de ser de la Alemania del Este- una serie de datos en los que la inmensa mayoría de las estadísticas están falseadas.

En busca de un remedio

En el momento actual, sabemos que Grecia está pendiente de que le llegue la sucesiva operación de rescate, bajo una perspectiva sombría, porque intenta vender -y ya es intentar- en Bruselas una imagen de enfermedad simplemente coyuntural cuando es, en realidad, un enfermo congénito?

Sin duda, se diga lo que se diga, la solución no es única ni unidireccional, y los recortes son necesarios a nivel interno. Ello a pesar de la oposición de Antonis Samaras, por muy licenciado en Economía por el Amherst College de Massachusetts (EEUU) que sea -donde también estudió Papandreu- y por más que esté curtido en política. El líder de la oposición ha mostrado claramente su negativa al nuevo paquete de medidas de recorte impuestas por Bruselas y, en su lugar, propone la rebaja del IVA y la reducción del Impuesto de Sociedades para incentivar el consumo y el crecimiento.

Según sus declaraciones, el paquete impuesto como conditio sine qua non por el eje París-Berlín no es admisible, pues se trata de "una medicina para alguien que está muriendo por culpa de esa misma medicina". Y es que, tras el primer rescate, el FMI no confiaba demasiado en la eficacia de las medidas aplicadas en Grecia y tampoco lo hizo Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank (una de las entidades contribuyentes al primer paquete de rescate a la economía helena), quien, en aquellas no lejanas fechas, manifestó abiertamente que no creía factible que Atenas pudiera pagar por completo sus deudas. Imagínense lo que pensarán ambos ahora?

Lo único que está claro es que se han reproducido las semanas interminables de negociación con el resto de países de la UE para alcanzar un acuerdo que tampoco llega a satisfacer del todo a los más saneados. Quizá porque hayan visto que se abre una espita de nuevos remiendos financieros para otros PIGS, como algún medio británico apodó a los países de finanzas más precarias "contagiados por el mal heleno".

El enfermo está en estado crítico y el tratamiento puede tener efectos adversos, pero no por ello hay que acudir a un curandero o esperar que los dioses del Olimpo vuelvan sus divinos ojos hacia los mortales griegos? Ciertamente, habría que combinar todo tipo de actuaciones macro y microeconómicas. Pero si no se revisa la condición de que el euro sea una moneda no devaluable, no se llegará a buen sitio. La prohibición de hoz y coz de la devaluación de la moneda única elimina la posibilidad de aplicar un efectivo procedimiento quirúrgico que nos llegó en la política monetaria española como un cerrojazo más.

Sería bueno retomar el debate sobre el futuro del euro, y aquí me viene a la memoria el viejo diálogo mantenido entre el profesor Ángel Rojo, arduo defensor del euro, y el que suscribe, muy reacio a él, que fue publicado en dos páginas especiales de La Vanguardia. Porque, en su momento, no se nos dio, al menos a mí, la explicación suficiente de la marcha en par y al son de las economías de los países dentro de la nueva y triunfante unidad monetaria. En algunos aspectos, y a ello me he referido sin vacilar en otras ocasiones, esto me recuerda al histórico establecimiento de la unidad monetaria española por el Gobierno del general Juan Prim Prats, a la sazón presidente del Consejo de Ministros, quien en uno de sus prontos durante uno de sus despachos preguntó a su ministro de Hacienda, Laureano Figuerola Ballester, cuántas monedas de curso legal había en España. Con una breve pausa para respirar, el ministro le contestó: 67, mi general. Y con esta claridad que Ortega y Gasset ha atribuido a los militares, en una situación de toma y daca, Prim conminó a su titular de Hacienda con una fórmula sencilla: "Te doy dos semanas para arreglarlo".

Como colofón, permítanme tomar prestadas las palabras del gran Ortega y Gasset pronunciadas cuando vio fluir las aguas del Ebro para resumir lo que está pasando con el euro: "Acabo de despedirme de un río". Cada cual que saque sus propias conclusiones?

Fabián Estapé Rodríguez. Economista.

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