Opinión

Lorenzo Bernaldo de Quirós: Un camino sin retorno

La prima de riesgo de España y de Italia ha superado los 400 puntos básicos con relación al bono alemán. Ésta es la primera respuesta de los mercados a los acuerdos cerrados en la última cumbre europea.

Si el grueso de los analistas consideraba que las iniciativas para estabilizar la eurozona eran una simple patada hacia adelante, no resolvían los problemas de fondo y anunciaban una situación muy delicada a la vuelta del verano, su único error ha sido conceder demasiado tiempo, un mes, a los inversores para poner en cuestión el euro.

Las economías española e italiana están en una situación muy grave. Si bien la mayor parte de sus dificultades tienen por origen una mala política económica y unos desequilibrios macro y micro muy graves, las iniciativas lanzadas en la cumbre del pasado 21 de julio han contribuido de manera decisiva a agravar sus problemas.

De entrada, la combinación de una ampliación y flexibilización del Fondo de Estabilidad Europeo, unida a que la colaboración de los acreedores privados en cualquier proceso de reestructuración de deuda será voluntaria, crea una dinámica perversa. La aceptación de la tesis según la cual la UE no dejará caer a ningún Estado miembro, unida a que los prestamistas no sufrirán pérdida alguna por los créditos proporcionados a cualquier país de la zona euro, crea un escenario clásico de riesgo moral y, además, estimula la especulación a coste cero.

Los inversores pueden atacar a los países débiles o fuertes, da igual, con el convencimiento de que, suceda lo que suceda, eso no les causará ningún quebranto porque la UE acudirá en su socorro. Los líderes europeos han creado un verdadero paraíso para que la especulación obtenga pingües beneficios sin correr riesgo alguno. Este enfoque es el camino más seguro hacia el contagio.

La dinámica de extensión del virus de la crisis de deuda es de fácil comprensión. El inversor X presta dinero al país Y a una tasa de interés cada vez más alta, la famosa prima de riesgo. En teoría, ésta refleja la posibilidad de impago del deudor y, por tanto, es más elevada cuanto mayores son las expectativas de los agentes de que el deudor puede no hacer frente a sus obligaciones.

Imposibilidad de antender compromisos

En cualquier caso, en tanto este evento no se produzca, el prestamista obtiene una alta rentabilidad de su inversión. Ahora bien, si la opción de que el país Y quiebre desaparece porque los demás Estados de, por ejemplo, la UE nunca lo van a permitir, el acreedor se encuentra en una posición ideal: puede seguir prestando al insolvente o hasta que se vuelva insolvente, obtener por ello una alta rentabilidad y no correr riesgo de perder la inversión.

Desde esa óptica, la mezcla de un fondo de garantía de depósitos con la imposibilidad de perder dinero si el inversor no se presta a una reestructuración de deuda alimenta la continuidad de un proceso de suministro de liquidez a países que no van a poder atender sus compromisos y, en consecuencia, a generar un problema cada vez mayor.

En la práctica, la política esbozada por los líderes continentales en julio conduce a la generación de una burbuja de deuda periférica condenada a estallar -de hecho, está estallando ya- porque la situación económico-financiera de los demandantes de crédito ha llegado al límite. Éste es el origen externo del aumento del diferencial de los bonos español e italiano con relación al alemán. Los mercados actúan con una racionalidad indiscutible de acuerdo con el marco en el que se mueven.

Hartazgo central similar al periférico

La hipótesis de una ruptura del euro es improbable, pero no es imposible. De hecho, los mercados apuestan por ella. De lo contrario, la captación de crédito por parte de los Estados que ofrecen unos tipos de interés tan altos como Grecia, Irlanda, Portugal, España o Italia sería muy superior a la de Alemania, cuyos bonos están nominados a una tasa de interés mucho más baja. Sin embargo, sucede todo lo contrario y la razón es evidente: los inversores han puesto en cuestión la solvencia de los periféricos porque ponen en entredicho la supervivencia del euro. Esto es de manual y tiene crecientes posibilidades de materializarse.

Europa no existe como una entidad política y, por tanto, no es capaz de generar las solidaridades necesarias para que los ricos socorran de manera permanente a los pobres, sobre todo si éstos se han empobrecido por irse de fiesta. La resistencia a actuar en esa línea es mucho mayor en las épocas de crisis. En la práctica, el hartazgo de los países centrales es idéntico al que se produce en España o Italia frente a sus respectivos sures.

Hace varios meses apunté en este diario que la prima de riesgo española superaría los 300 puntos básicos antes del período estival y que mantendría una tendencia alcista incontrolable. Ésto resulta crítico y además es insostenible. Por un lado, las empresas españolas o bien no tendrán acceso a la financiación externa o ésta tendrá un coste desorbitado, lo que hace impensable una reactivación de la inversión.

Por otro, las entidades financieras españolas habrán de pagar un precio cada vez más alto para obtener recursos foráneos e invertirlos en un negocio cuya rentabilidad es inferior al coste del crédito, lo que deteriora su solvencia. Ese panorama es imposible, y además se enfrenta a dos restricciones adicionales: la amenaza de que los mercados financieros se cierren a la economía española, y a un hecho incontrovertible, el estancamiento con probabilidades de recaída en la recesión en 2012.

Lorenzo Bernaldo de Quirós. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky