Al estudiar, conjuntamente, las curvas del desempleo español y los vencimientos de la deuda soberana, se puede vaticinar una tormenta económico-financiera en otoño. En agosto, septiembre y octubre, el paro aumentará. Primero ligeramente, luego de manera brusca.
No me extrañaría que en otoño haya meses con más de 80.000 personas más engrosando el desempleo. Entonces la imagen de la economía española será terrible; sobre todo, después de que el Gobierno haya intentado despertar vanamente un espejismo de esperanza de crecimiento, gracias al descanso veraniego y los meses del turismo.
Además, la deuda soberana española tiene 22.300 millones en vencimientos a refinanciar en octubre. El crecimiento del PIB y el déficit público serán otros dos datos negativos. El PIB no responderá a las previsiones del Gobierno, será menor. Al contrario, el déficit público será mayor del reclamado por el FMI, más del 6 por ciento.
Con estos datos, la prima de riesgo superará los 300 puntos, la zona de peligro. La bolsa bajará y se volverá a hablar del posible rescate por parte de la UE. Será la tormenta financiera otoñal .
Junto a ello, España tendrá un Gobierno débil, presionado por unas elecciones generales que habrá convocado o convocará en breve.
Si las ha convocado, la tormenta será menor; los inversores internacionales pronosticarán un Gobierno fuerte antes de diciembre dadas las encuestas electorales que vaticinan una victoria del PP con mayoría absoluta o muy cerca de ella. Eso tranquilizará a unos mercados ávidos de esperanzas de certidumbre, de gobiernos fuertes, confiables y con un horizonte de cuatro años para tomar decisiones, con seguridad impopulares.
Si el presidente sigue manteniendo marzo de 2012 como fecha para los comicios, la tormenta financiera puede ser tremenda. Se disparará el diferencial de la deuda porque seguirá la incertidumbre. Es decir, el coste de no convocar es también financiero, no sólo político ¡Que no diga que lo hace por el bien de todos!