Opinión

Anatole Kaletsky: Europeos Creativos 4, Anglosajones recortadores del gasto público 0

Qué justicia poética. Barack Obama y David Cameron reafirmaron recientemente la "relación esencial", una conexión de mentes a través del Atlántico que ha dado forma al pensamiento geopolítico y económico del mundo desde aquella relación especial mantenida por Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Y justo cuando los líderes estadounidense y británico hacen esto, la principal alternativa para la visión anglosajona del mundo -el federalismo europeo de Jacques Delors y Helmut Kohl- cae en una angustia mortal con la inminente quiebra de Grecia, que podría ser seguida de cerca por Irlanda, Portugal y España.

Justicia poética, sin duda, pero quizá de un tipo inesperado. ¿Podría ser que la confianza en el modelo anglosajón de gobierno, que ha disfrutado de una reactivación inesperada tras la crisis de 2008, esté alcanzando el punto en el que el orgullo desmedido acarrea su justo castigo? ¿Será posible que las actuales tribulaciones de Europa no sean sólo la angustia mortal del viejo euro, sino las contracciones del parto de una nueva federación europea que podría ser un ejemplo para el mundo? Hace poco presidí una sesión de la Cumbre Económica de Munich, organizada por el Ifo, el prestigioso instituto alemán de investigación económica. El título de la conferencia, El papel del Estado en un mundo globalizado, llamó la atención sobre el expansivo abismo entre el razonamiento europeo y el anglosajón.

Para los europeos de todas las persuasiones políticas, está claro que redefinir una relación nueva y más creativa entre el Estado y el sector privado es el principal desafío del período posterior a la crisis. La creencia en la intervención constructiva del Estado es, en su caso, todavía mayor entre los partidos conservadores a favor de la empresa que actualmente gobiernan en Alemania, Suecia y otras triunfantes economías del norte de Europa que entre su oposición socialdemócrata, influida aún por una visión marxista del mundo.

Intromisión estatal

En Munich, por ejemplo, Anders Borg, el brillante ministro sueco de Economía, apuntó con precisión de láser a los cruciales papeles del Gobierno en la gestión activa de la demanda económica, subvencionando el pleno empleo, financiando la inversión e investigación en infraestructuras, mejorando la educación y diseñando redes inteligentes de seguridad para el bienestar.

Los hombres de negocios alemanes hablaron con entusiasmo de las oportunidades creadas por una inversión patrocinada por el Estado en energía solar y las inteligentemente diseñadas subvenciones laborales que previnieron una crisis de desempleo posterior a Lehman como la de EEUU. En contraste, los portavoces de Estados Unidos y Gran Bretaña repitieron el mantra de los recortes fiscales, las reducciones del déficit y la desregulación laboral, citando la interferencia del Ejecutivo como la raíz de todos los males económicos.

Mientras escuchaba al Sr. Borg y a Hans-Werner Sinn, el famoso defensor del libre mercado del Ifo, deshacerse en elogios sobre los cuatro papeles indispensables del Gobierno -estabilización, regulación, distribución y provisión de bienes públicos- me di cuenta de que la reinvención del capitalismo que la crisis ha hecho necesaria puede acontecer principalmente en la Europa continental, más que en Gran Bretaña o EEUU.

Cuatro grandes motivos

Hay cuatro grandes motivos por los que el período venidero podría pasar sorprendentemente a la historia como la década de Europa, si no incluso como el siglo europeo. El primero es que la actual crisis financiera sólo puede resolverse dando otro gran paso hacia la integración económica y política entre los miembros de la zona euro. Casi sin duda se creará una federación europea a escala completa si la única alternativa es la quiebra del euro. ¿Pero triunfará económicamente esa federación? Esto nos lleva al segundo motivo.

Europa lo ha hecho mucho mejor que EEUU a la hora de producir los bienes y servicios demandados por China, India y las demás naciones emergentes que alimentarán el crecimiento en las décadas futuras. Las exportaciones de la UE a China, por ejemplo, son el doble de las estadounidenses y crecen más rápido, a pesar de la ventaja competitiva disfrutada por los exportadores estadounidenses gracias a un dólar débil. Parece que las herramientas de maquinaria alemanas son sencillamente mejores, mientras que a la creciente clase media los productos de lujo franceses e italianos les resultan mucho más atractivos que los estadounidenses.

Cuando estuve en Hong Kong, las boutiques de Hermès y Armani tenían sistemas de cola para impedir que las masas de turistas chinos estuvieran esperando pacientemente en el exterior. Por su parte, el establecimiento de Tiffany's parecía bastante vacío. ¿Y hay alguien fuera de EEUU que verdaderamente prefiera un Cadillac o un Hummer a un Mercedes o un BMW?

El tercer motivo de optimismo es que Europa se ha hecho clarísimamente competitiva en costes, no sólo por el crecimiento de la productividad y la restricción salarial en Alemania, Suecia y los demás países nórdicos actualmente en auge, sino también por la integración de trabajadores de Europa del Este de bajo coste en el sistema industrial dirigido por Alemania. Los trabajadores polacos, húngaros y eslovacos han recortado los costes de las empresas alemanas, de la misma forma que México ha recortado los costes para las empresas estadounidenses, pero los niveles educativos y la infraestructura de Europa del Este son muy superiores. Otra gran ventaja es que Europa es geográficamente compacta. La distancia de la sede de VW de Wolfsburg a Poznan, donde se fabrica el Passat, es sólo un sexto de la que hay de Detroit a Monterrey.

Finalmente, y lo que es más importante, Europa se encuentra perfectamente preparada para desarrollar un nuevo modelo de capitalismo gracias a la cooperación, más que la confrontación, entre empresas y acuerdos gubernamentales con tradiciones políticas europeas de economía mixta. En Estados Unidos, el ascenso del Tea Party y el atasco político de Washington sugieren que para superar el dogmatismo del libre mercado se precisará otra crisis todavía mayor que en 2008. Por su parte, en Europa ya hay señales de éxito para los nuevos modelos de capitalismo de economía mixta.

Dependencia capitalista

Como señaló el Sr. Borg, Suecia estabilizó su economía rápidamente después de la crisis mediante el uso de fuertes estímulos fiscales y monetarios, junto con políticas muy activas en el mercado laboral. Y lo que resulta más impresionante, ha contenido los costes a largo plazo de un Estado del Bienestar muy generoso y ha estabilizado el gasto sanitario a sólo la mitad del nivel estadounidense, logrando, al mismo tiempo, mejores resultados médicos.

Suecia ha conseguido estos milagros tan aparentes combinando el acceso universal garantizado por el Estado con elementos de la provisión de la empresa privada, no sólo en asistencia sanitaria, sino también en educación y otras funciones tradicionales del Estado.

Unos compromisos tan creativos entre el mercado y el Estado serían imposibles en la tradición anglosajona. Sin embargo, probablemente el futuro del capitalismo dependa de este tipo de colaboración.

Anatole Kaletsky. Director adjunto y jefe de Economía del diario The Times.

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