La protagonista de la última pirueta de Zapatero para perpetuarse, la señora Chacón, se quedó con la brocha en la mano y sin escalera. Ella contaba con el apoyo de Zapatero y del grupo mediático -hoy casi en ruina- que lidera (en la sombra) su esposo (Miguel Barroso), y pensaba subirse al carro del movimiento de los indignados.
Con un equipaje tan liviano, pretendía afrontar las elecciones generales con exit-o. El de esta señora es un izquierdismo de salón en el que nadie cree y que, tras proclamarlo, sólo ha producido bromas como la que sigue, salida de la boca de un ilustre militar: "Si esta mujer sigue escorándose hacia la izquierda, acabará dándose de bruces contra el muro de Berlín".
"Habéis perdido por ser del PSOE", dijo Rubalcaba -elegido ya candidato- dirigiéndose a los muchos socialistas que el 22-M fueron derrotados en las urnas, quedándose sin puestos y deprimidos a causa del cataclismo colectivo.
Pero hablar del PSOE durante los últimos diez años equivale a hablar, casi exclusivamente, de José Luis Rodríguez Zapatero, que ha sido el alma y el cuerpo del nuevo socialismo, quien -digámoslo claro- no ha recibido crítica alguna de barones y baronías... y Rubalcaba lo sabe mejor que nadie. Por eso, ser del PSOE ha consistido, casi exclusivamente, en practicar el silencio cómplice o en reírle las gracias al jefe.
Durante la última década, el PSOE apostó por las apariencias, olvidando las sustancias. Prefirió las ocurrencias a las ideas y se metió de hoz y coz en jardines peligrosísimos, acostándose en amor y compañía con enemigos declarados del Estado, como son los nacionalismos de toda laya, cuyo único proyecto inteligible es meter a los españoles en un proceso como el que destruyó Yugoslavia... y, para acabar de amolarla, cuando llegó la crisis ZP miró para otro lado.
Ahora se trata de ver si Rubalcaba (persona avezada y sensata) es capaz de convencer a los españoles de que el PSOE, como dice el tango, sólo ha tenido un mal momento y está dispuesto a regenerarse.
Joaquín Leguina. Estadístico.