Opinión

¡Que comience el destape!

Lo decíamos la semana pasada en este espacio, aludiendo a los personajes de La creación, la obra maestra que Miguel Ángel pintó en el altar mayor de la Capilla Sixtina. El mayor problema de la economía española y el más acuciante no está en la deuda del Estado, ni siquiera en la de las autonomías, el peor quebradero de cabeza se encuentra en las cajas de ahorros, que deben captar más fondos para su recapitalización.

Como será difícil que estos recursos procedan del sector privado, habrá que echar mano de una nueva inyección de dinero público a través del Frob, el fondo de rescate creado por el Banco de España.

El Frob ha desembolsado hasta ahora 11.500 millones para las alianzas o SIP entre cajas, en forma de préstamos a un tipo de interés de casi el 8 por ciento.

El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, se ha percatado, por fin, de que esta cantidad jamás podrá ser devuelta. Uno de los presidentes de las entidades admitió, al parecer, en una reciente reunión de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), que era imposible pagar los intereses del préstamo del Frob. Por ello, los nuevos rescates vendrán disfrazados de adquisiciones de porcentajes en el capital de las cajas.

Un mecanismo similar lo puso en marcha el secretario de Estado del Tesoro americano, Timothy F. Geithner, para evitar el colapso de la banca en Estados Unidos, pero hace ya dos años. Hoy, las entidades americanas que no han quebrado están saneadas y algunas incluso han devuelto el dinero público que recibieron. Aquí llevamos varios años con el sector colapsado y sin dar apenas préstamos.

La vicepresidenta segunda, Elena Salgado, se resiste aún a acometer las reformas porque el descrédito para Zapatero, que se ha pasado los últimos años cacareando sobre la solidez del sistema financiero español, sería demoledor. Salgado se agarró primero a un incremento de la transparencia sobre los inmuebles en el balance de las cajas, y como vio que era insuficiente, intentó que el Banco de España se quedara con todos los activos tóxicos de las entidades en una especie de banco malo. Pero Fernández Ordóñez se negó, como es natural. Y, ahora, está pendiente de la evolución de la prima de riesgo española y de la mejora de los mercados para ver si toma la medida. Todo apunta a que será inevitable, como reconoció ayer Rubalcaba.

La vicepresidenta fracasó en su intento de atraer el consenso de la oposición. El coordinador económico del PP, Cristóbal Montoro, la envió a paseo cuando reclamó su apoyo para cambiar la Ley de Cajas. El resultado es que tendrá que emitir un decreto-ley, en el que básicamente se premiará la celeridad de las cajas por convertirse en bancos.

El otro aspecto delicado es el político. Salgado planea limitar a cinco años la permanencia del Estado en el capital. El objetivo es dejar muy claro que no se trata de una renacionalización de una buena parte del sistema financiero español.

La gran incógnita es la cantidad que será necesaria. Los expertos apuntan a una horquilla de entre 40.000 y 60.000 millones, que podría aproximarse a los 80.000 millones, como adelantamos aquí la semana pasada, si a esta cifra se añaden los desembolsos ya realizados por el Frob y otros 3.500 millones utilizados para sanear Caja Castilla-La Mancha.

Las entidades han comenzado esta semana el destape de sus riesgos inmobiliarios. Salgado y Ordóñez serán, en esta ocasión, los protagonistas de la creación salvadora de las cajas, como en la obra de Miguel Ángel. Según el libro del Génesis, Dios creó a Adán a su imagen y semejanza, y luego a Eva. Pero los dos se dejaron seducir por los frutos prohibidos del Árbol del Bien y del Mal. Como en la Creación, el pecado original de Salgado y Ordóñez será el no haber desnudado hasta ahora las vergüenzas de las cajas y solventar antes sus problemas.

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