Durante 20 años de política activa, tuve la ocasión de observar muchas estrategias y tácticas. Una de ellas es la caza del segundo.
Francisco Fernández Ordóñez, ministro de la Transición, perdió a su segundo como jefe de los socialdemócratas de UCD, Rafael Arias Salgado, cuando éste optó por ser secretario general del partido. En su nuevo puesto, Arias Salgado debía desarrollar su trabajo para todo el partido, no sólo para una parte; esto redujo la influencia del grupo socialdemócrata en el centrismo. Circunstancia que, junto con otras de carácter ideológico y estratégico, dio como resultado la salida de la UCD de los socialdemócratas para crear el PAD encabezado por Fernández Ordóñez, que luego se incorporó al PSOE. Los buenos segundos son importantísimos en el poder.
Actúan de parapeto del líder, cargan con los descalabros y le permiten rentabilizar los éxitos. Los líderes expertos son conscientes de ello. Felipe González, cuando le pidieron la dimisión de su segundo, Alfonso Guerra, replicó: tendrán dos cabezas por el precio de una. Sabía que si caía el entonces vicepresidente Alfonso Guerra, él no tardaría en caer. La historia le dio la razón.
Un segundo importante en la Transición fue Fernando Abril Martorell. Tenía D. Fernando una gran influencia en el Gobierno. Un ex ministro de Adolfo Suárez me comentó: "Decidíamos algo en el consejo y luego se iban a charlar Adolfo y Fernando, nos cambiaban la decisión y nos enterábamos por el BOE". Cuando las relaciones entre Adolfo Suárez y Fernando Abril se deterioraron fue un síntoma indudable de declive del primero. La dimisión de Adolfo Suárez no tardó.
La labor del segundo es sencilla. El señor del castillo se mantiene en las almenas y observa como su mariscal pelea en los aledaños. Entretenidos los enemigos con batallas lejanas, su fortaleza permanece incólume. Si fuera derrotado el segundo, el señor se encontraría desguarnecido. Por eso, los contrarios buscan aniquilar al segundo. Aunque entre los contrarios no sólo son los enemigos externos, también hay contrarios, los más peligrosos, en las propias filas.
El caso Blanco
Y ahora Blanco y las batallas del verano. Este agosto expertos y partido opositor (PP) dirigen sus ataques contra el ministro de fomento José Blanco. Mientras, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero observa. Tan alejado quiere estar que suspendió la reunión en Moncloa con las grandes constructoras. No se sabe si por enfado de Fomento, al que el Sr. Taguas, presidente de Seopan, inspirador de la reunión, quería saltarse, o por dejar la batalla a su segundo y apartarse del peligro.
Dos son las escaramuzas planteadas: a) los recortes y recuperaciones de obras públicas; y b) el aumento del impuesto del IRPF. Esta semana pasada todos los disparos fueron contra el ministro de Fomento. Avisado, González Pons, portavoz del PP, ha apuntado, alguna vez, contra el presidente de Gobierno. Pero Moncloa está alejada de los dos campos de batalla y los disparos no son eficaces.
Dos cosas hay que aclarar para que este análisis tenga visos de realidad: 1) ¿Es de verdad D. José Blanco, el segundo del presidente? 2) ¿Quién es más eficaz para cazar al segundo, los contrarios externos o los de sus propias filas?
Durante años, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega parecía ser el segundo en el Gobierno. Ni lo aseguro, ni lo desmiento. Pero el actual ministro de Fomento ha sido el muñidor del poder partidario bajo la presidencia de Rodríguez Zapatero. El aparato hace las listas electorales, clave real del poder en nuestra democracia, y en su maquinaria ha estado omnipresente D. José Blanco. Como las crónicas dan por amortizada a la vicepresidenta primera, ahora, sin duda, el segundo es D. José Blanco.
La segunda cuestión es: ¿quién puede atacarle mejor, los contrarios externos o los enemigos internos? El riesgo del segundo es pasar a válido. Entonces, acumula poder y se crea enemigos internos. Sus decisiones parecen autónomas y crean recelos. Su camarilla es envidiada por otros grupos internos de la organización. Envidia que, para auto-legitimarse, se disfraza de interés general por la organización. Los grupos internos marginados esperan, agazapados, un tropiezo para atacar al segundo, acusado de valido, y destrozar su séquito. En su aniquilamiento, son más eficaces que los contrarios externos porque debilitan las propias filas.
Epílogo: el ministro Sr. Blanco ha tenido fortuna en el affaire de los controladores aéreos; hay que reconocerlo. Sin embargo, un éxito mal digerido puede ser peligroso. Su equipo puede olvidarse que tiene un poder vicario del inquilino de La Moncloa y empeñarse en empujar al valido a ser más. Algunas quinielas sobre la sucesión del presidente le dan por aspirante. ¡Tentación irresistible y arriesgada!
Lucha por Madrid
Así las cosas, aparece la apuesta de La Moncloa en la batalla de Madrid. La ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, se enfrenta al secretario de la federación socialista madrileña, Tomás Gómez, en las primarias para decidir la candidatura autonómica en 2011. Si ésta perdiese, los poderosos enemigos internos de D. José Blanco le podrían acusar de fracaso; habría sido incapaz de imponer la disciplina y equivocado la estrategia.
Lo mismo ocurriría si Esperanza Aguirre gana por mayoría absoluta las elecciones aunque Trinidad Jiménez triunfe en las primarias. Cosa bastante probable según las encuestas. "Madrid se ha hecho pepero por reacción a Zapatero". Es decir, que los enemigos internos del Sr. Blanco tienen dos oportunidades para planear su ataque; suficientes.
En este tema, lo mejor que podría hacer el Sr. Blanco es alejarse del escenario y que cargue con la derrota el presidente. Pero, entonces no sería un buen segundo, se habría convertido en un aspirante a ocupar el sillón de mandamás; el mayor error de los segundos. Las cualidades necesarias para ambos puestos son diferentes. Las virtudes del segundo son la lealtad y el sacrificio en la defensa del primero.
En conclusión, si este análisis fuese acertado: el actual ministro de Fomento tiene los meses contados. En ese caso, su primero, el presidente, tendría algunos meses más de vida política, pero no muchos. Lo mismo dicen las encuestas de intención de voto. Sin embargo, la historia siempre está por hacer. El Sr. Blanco, gallego él, ha demostrado ser un hábil táctico y aunque perdiera "a segundo muerto, segundo puesto". ¿Quién sería?
J. R. Pin Arboledas, profesor del IESE.