El 9 de agosto de 2007, el Banco Central Europeo dio el pistoletazo de salida oficial a la crisis. La inyección de liquidez de 95.000 millones de euros que proporcionó ese día a la banca confirmó que, tras los escarceos generados por las hipotecas subprime en los meses previos, la cosa iba muy en serio.
Tanto, que tres años después la crisis aún sigue muy viva. Es más, los malos datos de empleo conocidos ayer en EEUU anticipan que se guarda un as macabro en la manga: el riesgo de una recaída con un virus deflacionista en su interior. Las autoridades económicas y monetarias no deben menospreciar esa amenaza. Lo hicieron al principio con las subprime, y ahí seguimos.
Si hay que introducir más medidas, cuanto antes, mejor. La deflación no perdona. Que se lo pregunten a Japón.