La economía global, levantada artificialmente desde la recesión de 2008-2009 por un estímulo masivo monetario y fiscal y rescates financieros, se dirige hacia una ralentización brusca este año, cuando se desvanezcan los efectos de las medidas.
Peor aún, los excesos fundamentales que alimentaron la crisis no se han abordado aún. El desapalancamiento del sector privado apenas ha comenzado. Es más, se está produciendo un enorme reapalancamiento del sector público en las economías avanzadas, con tremendos déficit presupuestarios y acumulación de deuda pública impulsada por estabilizadores automáticos, estímulo fiscal contracíclico keynesiano y el inmenso coste de socializar las pérdidas del sistema financiero.
Con suerte, nos enfrentaremos a un periodo prolongado de crecimiento anémico por debajo de la tendencia en las economías avanzadas, cuando el desapalancamiento de los hogares, entidades financieras y gobiernos empiece a traspasar al consumo y la inversión. A escala global, los países que han gastado demasiado -EEUU, Reino Unido, España, Grecia y otros- necesitan ahora desapalancar y están gastando, consumiendo e importando menos.
Sin embargo, los países que gastaron demasiado -China, el Asia emergente, Alemania y Japón- no están gastando más para compensar la caída en el gasto de los países en desapalancamiento. Por ello, la recuperación de la demanda global agregada será débil y empujará al crecimiento mucho más abajo.
La ralentización global, ya evidente en los datos del segundo trimestre de 2010, se acelerará en la segunda mitad del año. El estímulo fiscal desaparecerá a medida que los programas de austeridad se afiancen en casi todos los países. Los efectos de las políticas fiscales que robaron demanda del futuro -como los incentivos a los compradores de coches y viviendas- disminuirán en cuanto venzan los programas. Las condiciones laborales siguen siendo débiles, con poca creación de empleo y una sensación generalizada de malestar entre los consumidores.
El escenario probable para las economías avanzadas es una recuperación mediocre en forma de U, incluso si conseguimos evitar una doble ola en W.
Cualquiera que sea la letra del alfabeto a la que acabe pareciéndose el rendimiento económico de Estados Unidos, lo que vendrá se va a percibir como una recesión. La creación mediocre de empleo y una subida adicional del paro, déficit presupuestarios cíclicos más amplios, otra caída en el precio de la vivienda, mayores pérdidas de los bancos en hipotecas, crédito al consumo y otros préstamos, y el riesgo de que el Congreso estadounidense adopte medidas proteccionistas contra China se encargarán de ello.
En la zona euro, el panorama es peor. El crecimiento podría acercarse a cero a finales de este año, cuando la austeridad fiscal surta efecto y caigan los parqués. Los aumentos bruscos en spreads soberanos, corporativos y de liquidez interbancaria incrementarán el coste de capital, mientras que el auge de la aversión al riesgo, volatilidad y riesgo soberano menoscabará todavía más la confianza de empresas, inversores y consumidores. La debilidad del euro ayudará al balance externo europeo pero las ventajas se verán más que compensadas por los daños a las exportaciones y pronósticos de crecimiento en Estados Unidos, China y el Asia emergente.
Incluso China muestra síntomas de recesión debido al esfuerzo del Gobierno por controlar el sobrecalentamiento económico. La ralentización en las economías avanzadas, junto con un euro más débil, seguirá haciendo mella en el crecimiento chino, llevando su tasa de avance del 11 al 7 por ciento hacia finales de año.
Una víctima considerable será Japón, donde el anémico crecimiento de ingresos reales está deprimiendo la demanda nacional y las exportaciones a China sostienen el poco crecimiento que existe.
Un escenario en el que el crecimiento de EEUU se hunde hasta el 1,5 por ciento, la eurozona y Japón se estancan, y la evolucion de China se frena por debajo del 8 por ciento puede que no implique una contracción global, pero, al igual que en EEUU, lo parecerá. Y cualquier golpe añadido podría mandar a la inestable economía global de vuelta a una recesión hecha y derecha.
Las posibles causas de ese golpe son muchas. Los problemas de riesgo soberano de la eurozona podrían empeorar. Un ciclo vicioso de corrección del precio de los activos y crecimiento debilitado junto con sorpresas negativas no previstas hoy por los mercados podrían conllevar más declives en el precio de los activos e incluso un crecimiento más débil, precisamente la dinámica que condujo a la economía global a una recesión en primer lugar.
Y no se puede excluir la posibilidad de un ataque militar israelí contra Irán en los próximos doce meses. Si eso ocurre, los precios del crudo subirán rápidamente provocando, al igual que en 2008, una recesión global. Y al final, los responsables de la política se están quedando sin herramientas.
Por eso, mientras se evaporan las esperanzas engañosas de los optimistas en cuanto a una rápida recuperación en forma de V, el mundo avanzado llegará, con suerte, a una larga recuperación en forma de U que en algunos casos, como la zona euro y Japón, podría durar lo suficiente como para extenderse a una cuasidepresión en forma de L. Evitar una recesión de doble ola va a ser difícil.
En un contexto así, la recuperación de los mercados emergentes más fuertes -la gran esperanza de la economía global- va a verse dañada porque ningún país es una isla económicamente hablando. En efecto, el crecimiento en muchas economías de mercados emergentes, empezando por China, depende mucho de la racionalización de las economías avanzadas.
Abróchense los cinturones, porque vendrán muchos baches.
Nouriel Roubini, presidente Roubini Global Economics.