El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha tenido que tragar sapos y culebras para aceptar que no haya líneas rojas en un futuro Pacto energético con el Partido Popular.
El autoproclamado más antinuclear del Gobierno ha visto como finalmente el equipo de Cristóbal Montoro ha logrado poner sobre la mesa el futuro de Garoña y, al mismo tiempo, la necesidad de construir nuevas centrales atómicas.
El sector ha reclamado en los últimos meses una revisión total del modelo. El abultado déficit de tarifa, la creciente ayuda a las renovables, la parálisis de las centrales de gas, la delicada situación del carbón o la pérdida de competitividad de las grandes empresas ha dejado en evidencia la imperiosa necesidad de reformar el sistema, pero ampararse en esta necesidad para tomar la decisión populista de congelar las tarifas sólo servirá para crear más inestabilidad, para frenar las inversiones y para destruir empleo si no se hace con rapidez.
Rubén Esteller, jefe de Redacción.