"Esto sólo lo arreglamos entre todos". El feliz eslogan lanzado por el Gobierno con la colaboración entusiasta, forzada o desesperada de algunas ilustres empresas y personalidades españolas muestra una vez más la habilidad propagandística del gabinete socialista para vender humo, esta vez, al ritmo de una multimillonaria campaña.
La idea de que la unión hace la fuerza, la gran familia nacional, juntos podemos, el hacer piña, el cerrar filas y todos esos entrañables mensajes que apelan a los instintos de la tribu, al sentimentalismo barato, no pueden ocultar el hecho relevante e imparable del acelerado declive económico de España.
Si las cosas siguen así, en 2012, el PSOE lanzará una atractiva campaña mostrando los atractivos de la Vieja Piel de Toro como un páramo, gracias, eso sí, a sus denodados y eficaces esfuerzos. Entonces podría organizarse un gran concierto internacional, como aquel inolvidable para Bangladesh, en el que las estrellas del pop mundial actuaron benéficamente para allegar fondos a ese desgraciado país.
Con lema pero sin ideas contundentes
El lema contrario y cierto es el que ha aparecido en la Red: "Esto sólo lo arreglamos sin ellos". Esta sugerencia es vital a la vista de las 32 páginas del texto aprobado por el Ejecutivo socialista bajo la rúbrica Acuerdo político para la recuperación del crecimiento económico y de la creación de empleo. Propuestas del Gobierno.
En realidad, el documento significa lo opuesto. Cómo se hace para perpetuar un escenario de estancamiento económico y de elevado desempleo durante un período de tiempo largo, por no decir indefinido.
No existe ni una sola medida de calado capaz de frenar el deterioro de la coyuntura y sentar las bases de la recuperación. No hay un programa consistente, sólido y creíble y, en consecuencia, esto no tiene arreglo. El gabinete carece de ideas y de voluntad para aplicar la política económica que España necesita para salir de la crisis.
Saltándose las reglas
El Gobierno olvida una cuestión elemental. Actúa vulnerando de manera sistemática las reglas que la participación en una unión monetaria exigen a la política económica de un país, léase España.
No se trata de las exigencias macro fijadas en el Tratado de Maastricht, sino de las exigencias que la UEM impone a cualquier economía afectada por un shock asimétrico, esto es, que le afecta de manera diferente que al resto de los miembros de la Eurozona, porque tiene problemas diferentes a los de ellos.
El no haber hecho los deberes derivados de la integración en el euro club es la causa determinante de la profundidad de la recesión y de su sucesión por una dilatada fase de estancamiento. Es un escenario como el de Portugal desde hace más de una década, al que se suma la vulnerabilidad de una posición presupuestaria insostenible, guste o no, con rasgos griegos. En este contexto, la teoría económica muestra con claridad cuál es el camino a seguir y, como decían de la política tacheriana en la Gran Bretaña de los 80, There is not alternative; en cristiano, no hay alternativa.
Recortar gastos
De entrada, el equilibrio presupuestario ha de ser restaurado como el principio regulador básico de las finanzas públicas para establecer un entorno de estabilidad macroeconómica dentro del cual las familias y las empresas planifiquen su futuro, tomen sus decisiones de trabajo, de ahorro y de inversión sin que éstas se vean alteradas por decisiones discrecionales del Gobierno.
De inmediato, esto implica introducir un recorte drástico del gasto público que afecte a todos sus componentes, incluidos los programas del Estado del Bienestar y una programación presupuestaria que contemple un crecimiento del gasto por debajo del PIB durante un período temporal prolongado.
Sólo así es posible reconducir la posición financiera de las Administraciones Públicas a una senda sostenible y evitar una crisis de deuda a la griega. El actual Gobierno es incapaz, como muestran sus propios planes, de acometer esa tarea.
Urge la reforma laboral
Por su parte, corresponde a las políticas de oferta o microeconómicas, como la reforma impositiva, la laboral o la apertura de los mercados a la competencia proporcionar los incentivos adecuados para estimular la asunción de riesgos, la innovación, la creatividad, la generación de crecimiento, riqueza y empleo.
Sólo de este modo es posible restaurar la competitividad perdida, lo que exige un crecimiento de los precios y salarios españoles por debajo del experimentado por los socios y competidores de la UEM.
En el corto plazo, esto implica introducir una agenda reformista radical que elimine las rigideces que plagan el mercado de trabajo y los mercados de productos. Sin ello no hay vida posible.
Incompetencia del gobierno
El Gobierno ha demostrado y demuestra una falta de voluntad política abrumadora para emprender esa estrategia. De hecho, no quiere, no sabe o no puede hacerlo.
Ese marco de medidas es la única opción que tiene a su disposición España para superar una dramática situación económica que no presenta signo alguno de mejorar, salvo que por esto se entienda la consolidación de un panorama de estancación.
Ningún factor externo, ningún milagro va a sacar a la economía española del colapso. Es más existe el serio riesgo de que si, como es probable, se produce una crisis profunda de una parte sustancial del sistema financiero y no se endereza la situación presupuestaria, el país se enfrente a un escenario trágico que lleve a una argentinización-italianización de la Vieja Piel de Toro.
Éste es un peligro real y el deber patriótico es ponerlo de manifiesto. "Esto no lo arreglamos entre todos". Esto lo arregla un Gobierno nuevo con las ideas y la convicción necesarias para hacer políticamente posible lo que es económicamente imprescindible. España no está condenada a la decadencia. Es el gabinete socialista quien la lleva a ese estado.
Lorenzo B. de Quirós, miembro del Consejo editorial de elEconomista.