La Corte Constitucional colombiana ha hecho un favor al presidente Álvaro Uribe y a la propia Colombia. La decisión del tribunal, inapelable, impide el referéndum para cambiar la Constitución y, en consecuencia, la posibilidad de su reelección por tercera vez.
Las dos legislaturas de Uribe han cambiado Colombia a mejor. Su política de seguridad democrática ha arrinconado a las narcoguerrillas de las FARC y desarmado a los paramilitares, coincidiendo con años de cierta prosperidad económica. No es extraño.
Colombia tiene un gran potencial por su riqueza natural, su situación geográfica entre el Atlántico y el Pacífico como entrada a Suramérica, su capital humano, trabajador y listo, y una clase dirigente preparada con fino sentido jurídico. Mejorar la seguridad ciudadana ayudó a crecer a la economía colombiana de manera casi espontánea.
Pero en esa trayectoria había una sombra. El empeño de Uribe en presentarse por tercera vez podía ser un peligro para la democracia colombiana. La democracia no consiste sólo en elecciones -en la vecina Venezuela las hay-, es ne- cesaria la posibilidad de alternancia en el poder y el equilibrio e independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial que de- fendió Montesquieu, aunque Alfonso Guerra lo quisiera enterrar hace años. La decisión colombiana es un ejemplo de independencia judicial significativo en Suramérica.
Por eso, la sentencia es un favor a Uribe, le hace volver a la realidad y le exime de la tentación de creer- se indispensable. Si de algo algunos acusan a Uribe, que tiene el 70% de popularidad, es de que no ha desarrollado a un líder para continuar sus planes. Pero, además de que la alternancia de partidos en el poder es parte de la democracia, seguro que él mismo verá cómo aparecen buenos candidatos de sus filas. Felicidades a Colombia. Ahora debe atinar en la elección próxima: ésa es la grandeza y el riesgo de la democracia.
J. R. Pin Arboledas, profesor del IESE.