
Quien conozca el funcionamiento de las más viejas democracias del planeta habrá llegado probablemente a la conclusión de que todos los sistemas electorales tienen virtudes y defectos.
De cualquier modo, aquí, nuestros constituyentes, tratando sin duda de buscar la excelencia, consagraron un sistema electoral proporcional corregido que dio lugar a una normativa electoral -en realidad, nacida incluso antes que la propia Constitución- en que las elecciones al Parlamento se realizan mediante listas cerradas y bloqueadas en distritos provinciales. Son los partidos políticos los que elevan a los candidatos a la categoría de elegibles, de forma que los electores no podemos optar por ésta o por aquella persona, sino por un determinado partido.
Viene esto a cuenta de una evidencia que conviene subrayar: fue el PSOE, el Partido Socialista, el que decidió colocar en el cartel electoral para la presidencia del Gobierno a Zapatero. Como ya es habitual, a los ciudadanos no nos fue dado intervenir, ni directa ni indirectamente, en la formación de las candidaturas. Ni, por tanto, en los procesos previos que, tras las consultas de 2004 y 2008, hicieron de Zapatero el presidente y de Rajoy, el líder de la oposición. Parece que el PSOE no acertó en su elección. El secretario general del Partido Socialista, que realizó una gestión discreta cuando los problemas eran manejables, ha demostrado no tener suficiente cualificación profesional ni intelectual para dirigir España entre las dificultades de una grave recesión económica.
Y hoy nos encontramos ante un grave desgobierno que nos hunde en los mercados y nos margina en Europa sobre el trasfondo de una preocupante balcanización interna que amenaza con dejar lesiones irreversibles a este país.
Así las cosas, debería ser la familia socialista, que actualmente mira con disimulo hacia otro lado, la que tomara cartas en el asunto, emprendiera la inhabilitación del personaje y se dispusiera a enmendar el error antes de que este país termine de fracturarse y el Partido Socialista entre, él también, en una crisis que lo incapacite durante décadas.