
Los americanos son muy aficionados a hablar de 'put' para el conjunto del mercado (los 'put' son opciones de venta que se suelen utilizar como seguros contra las caídas en el mercado: lo que pierdes con tu cartera lo ganas con el put, que es un instrumento bajista). Primero se hablaba del 'Greenspan put': la idea de que las bolsas no podían bajar mucho porque la Fed acudiría a rescatarlas bajando los tipos.
Este put terminó cuando Greenspan ya no podía bajar más los tipos -se tiraron más de un año en el 1%-, sino que debía subirlos ante la fortaleza de la economía.
Luego vino el 'private equity put', el put del capital riesgo, muy popular en los dos últimos años. En este caso, la teoría era que cualquier valor que cayera con fuerza se convertía inmediatamente en objetivo del capital riesgo, que se iba a comprar la empresa con una sustanciosa prima que anularía las pérdidas de los accionistas. Su efecto perverso fue que no sólo evitó grandes caídas, sino que provocó verdaderos calentones en los valores de los que se rumoreaba el interés del 'private equity'... que se transformaron en fuertes caídas cuando ese interés no se confirmaba. En todo caso, este put se acabó cuando la crisis de crédito cerró el grifo para las operaciones apalancadas de estos fondos.
Y ahora llega el tercer put, el 'sovereign put': después de las compras de importantes paquetes en los grandes bancos de inversión por parte de los fondos soberanos (estatales) de China, resto de Asia y Oriente Medio, muchos piensan que, por muy mal que le vaya a una compañía -concretamente a un banco, que ahora son los que peor lo tienen-, estos fondos acudirán al rescate. Y eso evitará grandes caídas, luego existe un seguro que permite invertir con tranquilidad, un 'put'. No en vano, estos fondos cuentan con más de tres billones de dólares para invertir, gracias a los superávits comerciales de esos países y a la escalada del petróleo.
Estos fondos tienen que invertir esas ingentes sumas y, además, cada vez exigen mayor rentabilidad: por eso han dejado de invertir en bonos y se han pasado a las acciones. Además, tienen horizontes de inversión de largo plazo y no exigen participar en la gestión de las empresas donde entran. Son el inversor perfecto.
Una teoría muy engañosa
Sin embargo, las cosas no son ni mucho menos así. Un artículo del 'Financial Times' pone de manifiesto las debilidades de esta teoría. En primer lugar, su capacidad inversora, aunque sea grande, es muy pequeña comparada con el tamaño total del mercado; algo que también ocurría con el capital riesgo. Además, una parte importante de ese dinero se quedará en su país de origen: el China Investment Corp. -que ha entrado en Morgan Stanley y Blackstone- destina dos tercios de sus recursos a bancos locales.
En segundo lugar, el espectacular crecimiento de las reservas de estos países puede frenarse en seco si EEUU entra en recesión. En ese caso, se hundirá la actual demanda de petróleo o bienes manufacturados baratos (como los que fabrica China), lo que ralentizará la acumulación de reservas.
En tercer lugar, es quimérico esperar que los grandes paquetes que compran en las compañías no se traduzcan en demandas para participar en la gestión, así que lo de que son compañeros silenciosos sólo durará un tiempo. Por ahora, están dando pasos muy cautelosos y medidos para no causar rechazo, pero eso no durará siempre. "Una aceleración de sus inversiones hasta acercarse al ritmo que justificaría la existencia de un 'sovereign put' se arriesga a estrellarse contra un muro de proteccionismo", concluye el FT. Algo de lo que ya hemos hablado en Bolságora y que en España conocemos muy bien gracias al precedente de KIO.