
Si la deflación no está ya aquí, le falta poco para llegar. A pesar de que la mayoría de los inversores todavía no están mentalizados para ello, los mercados están lanzando un claro mensaje en esta dirección. Ayer tuvimos uno demoledor: el Tesoro de EEUU subastó letras a un mes con una rentabilidad del 0%, algo que no había ocurrido jamás en la Historia.
Sí, han leído bien, a un tipo de interés cero, cero patatero. Nada de nada, rien de rien. Y no colocaron unos pocos títulos, no: 32.000 millones de dólares, ahí es nada. Las letras a tres meses acusaron el impacto, aunque su ese mayor plazo permitió que su rentabilidad no cayera ayer al 0%... sino al 0,01%.
"Nunca había visto esto antes. Se trata de preservar el capital hasta fin de año, no de conseguir una apreciación de ese capital", afirma Michael Franzese, jefe de trading de bonos en Standard Chartered. "La aversión al riesgo es realmente elevada. Los fondos monetarios no tienen más remedio que mantenerse en los vencimientos más cortos, por su incapacidad para predecir la volatilidad", añade Robert Tipp, estratega jefe de renta fija en Prudential.
Este acontecimiento sin precedentes tiene dos lecturas a cual más preocupante. La primera es la deflacionista de la que hablábamos al principio. Si verdaderamente entramos en un escenario de deflación, el dinero de hoy valdrá más mañana. En un entorno de inflación, que es lo normal, el dinero de hoy valdrá menos mañana.
Normalmente, los precios suben y eso supone comprar menos bienes con el mismo dinero o que hace falta más dinero para comprar los mismos bienes. Para compensar esa pérdida de valor, los inversores piden una rentabilidad por su dinero; más alta cuanto mayor es la inflación. Pero en la deflación ocurre lo contrario: mañana hará falta menos dinero para comprar las mismas cosas o se podrán comprar más cosas con el mismo dinero. Luego el dinero valdrá más que ahora, y esa apreciación "natural" hace que no haga falta pedir una rentabilidad por las inversiones. Que es lo que ocurrió con la subasta de letras de ayer.
Esta situación entronca con la teoría del Planeta ZIRP -Zero Interest Rate Policy- que Bolságora planteó en España antes que nadie hace unas semanas. Un planeta en el que el dinero no vale nada y donde, en consecuencia, el mayor peligro es que nadie lo demande. Porque eso supone el fracaso de llevar al extremo la política monetaria, la "trampa de la liquidez" a la japonesa tan citada estos días por todo el mundo.
El segundo mensaje es angustioso para los inversores en bolsa. Si existe esa demanda tan brutal de activos totalmente seguros, hasta el punto de no pedir ninguna rentabilidad a cambio, va a ser muy difícil ver a muchos valientes arriesgando su dinero en renta variable. Y si eso es así, será casi imposible que veamos una recuperación sostenible. De hecho, hemos comprobado en todos los intentos de rebote anteriores que las posiciones se toman a muy corto plazo y se deshacen con la mínima ganancia.
Así las cosas, lo máximo a lo que pueden aspirar los alcistas es a que los índices entren en un movimiento lateral con grandes altibajos -muy difícil para operar, por cierto- y que no se pierdan los mínimos de noviembre. Porque no sería extraño que se perforasen si finalmente se confirma la deflación, lo que haría que se retomase la tendencia bajista.
Más subastas a la vista
Para esta semana están previstas otras subastas de 28.000 millones de dólares en bonos a tres años y otros 16.000 millones en activos a 10 años. Se espera que los tipos a más largo plazo se mantengan muy bajos en relación a los plazos más cortos, por los programas encaminados a reducir los tipos hipotecarios, ligados a la deuda a mayor plazo, y por las compras de deuda de Fannie Mae y Freddie Mac emprendidas por la Fed: al bajar los tipos de esta deuda, los inversores suelen cubrir sus posiciones comprando bonos del Tesoro.
El resultado es que el diferencial entre el bono a 10 años y el activo a 2 años se encuentra en 1,82 puntos porcentuales, frente los 2,6 puntos en que se encontraba el 13 de noviembre.