
Señoras y señores, con todos ustedes, ¡la crisis! Los problemas financieros se han quitado la máscara definitivamente. Desde su irrupción en julio de 2007, habían ido tensando y relajando la cuerda continuamente, con momentos críticos como el rescate de Bear Stearns en marzo de este año y otros más benignos en los que se llegó a pensar que la situación no era para tanto. Ahora ya no hay margen para la duda ni para medias tintas. La crisis va muy en serio.
No se circunscribe a un producto determinado, como podían ser las hipotecas de alto riesgo o basura -subprime- ni a un país o región concreta. Es una crisis total. Y precisamente por eso es momento de actuar de forma contundente. ¿Es tarde para ello? Tal vez, pero siempre será mejor que nunca.
Prioridad absoluta: salvar el sistema financiero...
Es momento de ser pragmáticos, algo que conlleva la obligación de establecer prioridades. Y ninguna reviste tanta importancia como la necesidad de mantener a flote el sistema financiero. No se trata de ayudar a los ricos o a los de siempre, como establecen los tópicos, sino de salvar una plataforma que resulta vital.
El sistema financiero sustenta la economía real, por lo que la caída del primero se llevará por delante la segunda. En la medida en que el puente financiero continúe en pie, a la economía real le resultará más fácil regresar de la orilla de la crisis a la del crecimiento. Por el contrario, si se derrumba, será imposible que los ciudadanos y las empresas cuenten con los recursos para impulsar la recuperación.
... incluso para el BCE
El Banco Central Europeo (BCE) no debe ser ajeno a esta prioridad. Sí, resulta cierto que su objetivo estaturario consiste en garantizar la estabilidad de los precios. Pero entre sus funciones también figura la de velar por el buen funcionamiento del sistema financiero, tal como recogen los artículos 105.4 y 105.5 del Tratado de la Unión Europea y el artículo 25.1 del Estatuto del Sistema Europeo de Bancos Centrales.
Por tanto, debería modificar su postura y prestar más atención a la problemática financiera. "No hace falta que aúpe a los mercados con bajadas de los tipos de interés si considera que éstas no son necesarias, pero tampoco debería tensionar más el ambiente con alusiones a subidas de los tipos de interés", afirma David Cano, socio de AFI.
Mayor coordinación internacional
La unión hace la fuerza. Ya nadie duda de la voracidad y gravedad de la crisis después de que ésta se haya cobrado piezas como los bancos Bear Stearns, Lehman Brothers y Merrill Lynch, las sociedades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac y la aseguradora AIG. Estos nombres y la prolongación de los problemas son argumentos más que suficientes como para que los principales banqueros centrales del mundo pasen a la acción de una manera definitiva.
En diciembre de 2007 la Reserva Federal (Fed) estadounidense, el BCE, el Banco de Inglaterra, el Banco de Canadá y el Banco de Suiza sellaron una histórica alianza que reforzaron luego en enero y que ayer volvieron a consolidar, esta vez con la incorporación del Banco de Japón. Pero hace falta más que una inyección de liquidez de cuando en cuando. Es momento de establecer un campamento base permanente. ¿Dónde? En la casa de todos los bancos centrales, es decir, el Banco Internacional de Pagos (Basilea, Suiza), una lugar simbólico que aumentaría la sensación de unidad. Instalados allí, los banqueros centrales deberían estudiar qué medidas aplicar para restituir la confianza de las entidades financieras y reforzar su solvencia.
Bajar los tipos no es una solución... por ahora
¿Sería preciso que los bancos centrales emprendieran una reducción coordinada de los tipos de interés en las principales economías del mundo? Sin duda, tendría un impacto positivo a corto plazo en los mercados bursátiles e insuflaría ánimo a la maltrecha moral de los inversores. Sin embargo, la efectividad de un movimiento así tampoco sería suficiente.
En un contexto en el que los bancos no se dedican a prestar dinero, sino a amasarlo para reforzar sus balances y atender sus compromisos financieros, un recorte del precio del dinero no se canalizaría hacia la economía real, una consecuencia que limitaría el alcance real de la medida. O dicho de otro modo, abaratar ahora los intereses equivaldría a malgastar una munición monetaria que más adelante será más útil y eficaz.
Tiempos excepcionales requieren soluciones excepcionales
Como sugiere José Luis Martínez Campuzano, estratega en España de Citi, "se impone la necesidad de medidas extraordinarias, como excepcional es el escenario actual". Las inyecciones de liquidez son pertinentes, pero el paso del tiempo ya ha demostrado que no bastan. "Sólo sirven como meros parches hasta que el sistema vuelva a recuperar la credibilidad y confianza perdidas", reconocen los analistas de Link Securities.
En estos momentos, la clave reside en recuperar la confianza en el sistema, para lo cual resulta imprescindible reforzar la solvencia de los bancos, que los mercados de crédito e interbancario vuelvan a funcionar normalmente y que las entidades reabran el grifo para atender las necesidades de financiación de ciudadanos y empresas.
¿Cómo? "Sería necesaria la entrada de dinero fresco en las entidades, bien sea público o privado. Una alternativa serían los fondos soberanos, pero el problema será convencerles para entrar en bancos que están en problemas", asegura José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. Si eso no ocurre, la alternativa será la imaginación. "Habrá que activar medidas que hasta ahora no conocíamos", reconoce David Cano. Ya se han visto algunas de ellas, como el rescate de AIG, pero todo indica que harán falta más. "Podrían adoptarse otras decisiones, todas tendentes a comprar los activos ahora depreciados", señala José Luis Martínez Campuzano.
Otras vías, como pagar más intereses a las entidades por el dinero que tienen en las cuentas de los bancos centrales, establecer unos tipos de descuento más ventajosos por el dinero que los bancos centrales prestan a los bancos, estudiar medidas fiscales excepcionales y temporales para la banca o la creación de vehículos de inversión públicos que den contrapartida en los mercados ahora cerrados y que después sean liquidados cuando pase la tormenta, tampoco son descartables.
Los mercados que estén abiertos, ¡no los cierren!
Si una de las consecuencias más peligrosas de la crisis consiste en que ha secado la actividad en los mercados interbancario y crediticio, las autoridades deben huir de la tentación de cerrar voluntariamente otros como el bursátil, una alternativa a la que ha recurrido Rusia esta semana, por mucho que las cotizaciones caigan. Un corralito bursátil o financiero dispararía aún más el miedo.
Y ya llegará el momento de exigir responsabilidades
La lucha contra la crisis ha reabierto el debate del dilema moral, consistente en el riesgo que conlleva rescatar a los que se han equivocado o cometido excesos. Por eso, aunque ahora sea el momento de adoptar, también deberá llegar el tiempo de depurar responsabilidades. Las agencias de calificación de riesgos, los bancos de inversión y los bancos centrales y todos quienes hayan tenido atribuciones supervisoras no podrán salvarse de la quema. Nada será igual tras esta crisis. Algunos podrán reinventarse. Otros ni siquiera seguirán existiendo.