Bolsa, mercados y cotizaciones

S&P apaga el fuego con gasolina al rebajar el 'rating' de los bancos de inversión

Dice un viejo dicho norteamericano que, si no eres parte de la solución, eres parte del problema. A estas alturas de la película no cabe ninguna duda de que las agencias de rating tienen una parte muy importante –si no la que más- de la crisis subprime. Y ahora que han provocado la enfermedad pretenden curarla con medicinas que llegan demasiado tarde y no hacen sino agravar la salud del enfermo.

Así es como hay que interpretar la decisión de ayer de Standard & Poor’s (S&P) de rebajar el rating de tres de los gigantes de Wall Street: Merrill Lynch, Morgan Stanley y Lehman Brothers, por la posibilidad de que tengan que amortizar más activos ligados a créditos hipotecarios y de construcción residencial. Asimismo, bajó las perspectivas de Bank of America, JP Morgan y Wachovia a "negativas".

Las hipotecas 'subprime'

Como todos sabemos, S&P –ni Moody’s, ni Fitch- no fue capaz de darse cuenta de la bomba de relojería que contenían las titulizaciones de hipotecas subprime dentro de vehículos donde se mezclaban con créditos de más calidad y a los que esta agencia concedió alegremente ratings de triple A. Y ahora que la catástrofe ha arrasado el sector financiero, S&P trata de salvarse advirtiendo de que los bancos a los que antes enaltecía pueden dar todavía sorpresas negativas por culpa de esos productos tóxicos con careta de triple A.

El problema no es que S&P quiera ahora salvar los restos del naufragio, algo que hasta cierto punto es comprensible si no quiere acabar como Arthur Andersen tras los escándalos contables que inauguró Enron. El problema es que la decisión de ayer agrava aún más la situación de los bancos degradados. Por si no tenían suficientes dificultades para tratar de salvar sus cuentas, su balance y hasta su nombre después del desastre, a partir de ayer la financiación les saldrá todavía más cara a estos bancos, lo cual dificultará aún más la salida de la crisis.

Financiarse es muy difícil

No es ninguna broma: según el blog MarketBeat del Wall Street Journal, “aunque el mercado de capitales se ha abierto para los que quieren captar dinero, lo ha hecho a unos tipos tercamente altos”. Y nada indica que vayan a bajar en un futuro inmediato.

Eso ha forzado a los bancos a buscar vías de financiación más baratas, como las preferentes y otros valores llamados “híbridos” entre las acciones y los bonos, que sirven para fortalecer sus maltrechos balances pero a cambio de pagar unos tipos de interés que elevan los costes financieros. Tiempos desesperados exigen medidas desesperadas.

Pero es que, encima, S&P critica esta fórmula: “Las extraordinarias ampliaciones de capital de la industria son bienvenidas y mitigan la severidad de las rebajas de rating. No obstante, la calidad del capital ha sufrido porque una gran parte tiene la forma de activos híbridos. En muchos casos, la cantidad resultante de estos activos en la estructura de capital excede ya los límites de S&P para esos instrumentos”, asegura su analista de crédito Tanya Azarchs. Y se queda tan ancha.

Un resumen demoledor

El resumen de los acontecimientos es demoledor: S&P ha provocado en buena medida (la avaricia de las entidades también ha tenido su parte) las brutales pérdidas de los bancos que les obligan a captar capital; la crisis provocada –en gran medida, no en toda, vale- por S&P ha llevado al cierre de los mercados de crédito y al hundimiento de las bolsas, y cuando ha sido posible volver a ellos, se han disparado los costes de capital; y ahora la misma S&P critica que los bancos busquen otras fórmulas de financiación menos ortodoxas pero que pueden salvarles de la quiebra; y no sólo eso, sino que encima les baja el rating para que la búsqueda de financiación más ortodoxa les salga más cara, lo que a su vez provocará mayores pérdidas.

No sé ustedes, pero si yo fuera el presidente de Merrill Lynch, Morgan Stanley o, sobre todo, Lehman Brothers (que ayer se desplomó el 8,1% porque el mercado se teme que sea el próximo Bear Stearns, es decir, que la rebaja de rating le lleve a la quiebra) consideraría muy seriamente una demanda multimillonaria contra S&P y las demás agencias de rating. Porque no deja de resultar extraño que, hasta ahora, las únicas que se han ido de rositas de la crisis sean ellas.

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