
Aunque el regulador ha manifestado que podría hacerlo mediante un semáforo, el consejo editorial de Inversión a Fondo se decanta por un código numérico basado en 3 factores.
La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) quiere poner los medios que hagan falta para evitar que capítulos como el de las preferentes, que dejaron atrapados a miles de ahorradores sin conocimientos financieros, se vuelva a repetir. Para ello, el supervisor del mercado estudia la viabilidad que tendría crear un código para catalogar los riesgos de cada producto en función de sus características, con el propósito de facilitar a los inversores sus decisiones y hacer más sencilla la comparativa entre diversos activos financieros al aportar información sobre sus riesgos y complejidad.
Sobre cómo lo hará poco se conoce, sólo que existe la posibilidad de que se realice mediante algún esquema de colores, tipo semáforo, semejante al que utilizan otros países europeos como Portugal. Aunque para los expertos, el código idóneo no debería utilizar una escala cromática sino numérica. Están abiertas todas las posibilidades. Pero lo cierto es que el Consejo Editorial de Inversión a Fondo tiene claro cuál sería su propuesta óptima.
La mayoría coincide en recomendar un sistema que además de estar basado en números, no tenga en cuenta un único factor. Juan Luis Luengo, responsable de fondos de inversión de Citi, desaconseja el uso de colores porque pueden llevar a la confusión. "Como filosofía, la CNMV podría intentar hacer algo similar a lo que ya se hace en fondos de inversión", apunta Mónica Gordillo, CFA y presidenta de la Asociación Española de Presentación de Resultados de Gestión (GIPS, por sus siglas en inglés) en España. Es decir, la escala del 1 al 7 que a día de hoy mide la rentabilidad/riesgo de estos productos y que está visible en el KID (Key Information Document) -el documento informativo del fondo que sustituye al folleto simplificado-. Esta escala refleja en el escalón más bajo (1) el menor rendimiento/riesgo, hasta el mayor rendimiento/riesgo (7); sin que el 1 signifique que la inversión está libre de riesgo. "La única pega de esta escala es que se establece en función de la volatilidad del fondo y esa no es la mejor medida para medir el riesgo", añade. ¿La razón? Se trata de un concepto relativo.
Código basado en tres factores
Por ello, si del sector financiero dependiera el crear un sistema como el que ultima la CNMV para dotar de la transparencia de la que gozan los fondos de inversión al resto de productos financieros, éste crearía un código que, además de ser numérico, se basaría en un mínimo de tres factores.
El primero sería la pérdida máxima de un producto en función de un periodo temporal. "Para mí ese factor es el que mejor define el riesgo. Aunque lo más importante es contextualizarlo en un espacio de tiempo concreto para que el inversor se haga una idea correcta, ya que no es lo mismo la pérdida máxima en renta variable en un periodo de tres meses que en otro de diez años", señala Fernando Luque, editor de Morningstar.
Para mejorar ese parámetro, desde Fidelity recomiendan completarlo con un segundo. Se trata de la ganancia máxima. "El rango entre la pérdida máxima y la ganancia máxima es importante. A lo mejor si a un cliente se le facilita el dato de que puede perder como máximo un 20 por ciento, pero que sus ganancias pueden superar el 50 por ciento, decide incluir un 1 por ciento de su cartera en ese tipo de activo". Por esa misma razón, desde la gestora hacen hincapié en la importancia de valorar el riesgo de una cartera en su conjunto en lugar del que presenta un producto de forma aislada. "Puede que una cartera incluya un activo con cierto riesgo, pero si el resto está invertido en depósitos... En conjunto el peligro es reducido. Y eso es lo que se debe hacer, buscar la integración de la cartera", explican.
En tercer lugar, otro de los factores que debería tener en cuenta el código que prepara la CNMV para catalogar los riesgos que tienen asociados los distintos productos financieros que existen en el mercado es el riesgo de contrapartida. Para Rose Marie Boudeguer, directora de estudios financieros de Banca March, es fundamental hacer entender al inversor que existe la posibilidad de que el bono que ha comprado no pague el cupón. Un ejemplo es Zinkia, que no abonará a los bonistas la cantidad comprometida -un cupón del 11 por ciento- por encontrarse en concurso de acreedores desde el pasado 16 de abril.
El riesgo es similar a la fiebre
No obstante, aunque la alternativa de la regla numérica es la que cuenta con más adeptos en el sector financiero, otros como Víctor Alvargonzález, director de inversiones de Tressis, considera que otra forma de representar el riesgo podría ser a través de un termómetro.
"La gente va a entender rápido que un producto presentará mayores peligros cuanto mayor sea su temperatura", apunta. "Un termómetro de volatilidad hecho con números que lleve lo menos posible a una opinión positiva o negativa posible acompañado de la pérdida máxima acotada a un espacio temporal son dos parámetros entendibles para todo el mundo", añade.
En cualquier caso, la industria coincide en que, con independencia de cómo se materialice, lo más importante para que esta iniciativa tenga una utilidad real para el inversor es que la CNMV no incremente aún más el ya de por sí elevado número de documentos que éste firma antes de contratar un fondo de inversor a través de una gestora -si la gestión se realiza por Internet, el cliente suele delegar en esta la aceptación de todas las cláusulas con el simple acto de marcar una sola casilla-. "A día de hoy, es necesario que el cliente firme una veintena de documentos cuando contrata un fondo de inversión, algunos en español y otros en inglés, y con eso ya se piensa que se está protegiendo al cliente, cuando no es así", alerta Juan Luis Luengo, desde Citi.
Acogida positiva en el sector
Lo que está claro es que el propósito que se ha marcado la CNMV para este año es recibido como un signo positivo dentro del sector. "Todo lo que sea enseñar a los inversores a diferenciar las características de los productos para evitar que lo vean como un todo resulta positivo", apunta Alvargonzález. Es más, desde Citi aseguran que en el caso de que el regulador del mercado decida iniciar una campaña para dar a conocer el modelo que finalmente diseñe para diferenciar entre los riesgos que llevan asociados cada tipo de producto, todas las entidades financieras estarán encantadas de ayudar a transmitirla a los clientes. "Sería todo mucho más sencillo porque se unificarían los criterios. Se podría explicar a un inversor que un determinado producto tiene una nota de 7 por tres razones, no como ahora que en cada sitio se usan escalas distintas que pueden generar confusión", añaden.
Por el momento, los únicos que de antemano tendrán la consideración de productos complejos son los fondos con rentabilidad objetivo, tan utilizados por la banca para sustituir a los depósitos bancarios y a los fondos garantizados. Según explicó Elvira Rodríguez, presidenta de la CNMV, con este cambio deberá aplicarse un test de conveniencia a los clientes que tengan acceso a este producto.
De hecho, esta iniciativa, la de clasificar a los fondos de inversión estructurados como productos complejos, se encuentra inmersa en la directiva que regula los Prips (Plackages Retail Investment Products, por sus siglas en ingles), que obliga a los productos estructurados a aplicar el KID en el que se refleja, entre otras cosas, el riesgo que tiene el producto y sus costes como ya hacen los fondos, que se espera que se apruebe antes de que se forme un nuevo parlamento europeo ahora en mayo