
Lo único que le queda preguntarse ya al Banco Central Europeo es cuánto y con qué rapidez. Los últimos datos de precios de la eurozona dejan dolorosamente claro que gran parte de la eurozona se hunde en la deflación. Hasta los halcones del Bundesbank se han convencido de que alguna clase de estímulo monetario es la única opción posible.
Un golpe de flexibilización cuantitativa del BCE podría (o no) sacar a la economía de la eurozona del agujero. La experiencia en otras partes sugiere que imprimir dinero impide que la situación empeore aunque no la hace mucho mejor. Una cosa está clara: la flexibilización cuantitativa a todo gas de la que sigue siendo, pese a todos sus problemas, la mayor economía del mundo, aupará los precios de los activos en todo el mundo. Este mercado alcista ya ha cumplido cinco años y empieza a parecer desfasado, pero el BCE está a punto de darle otra vuelta y ampliar la temporada por lo menos un año antes de que venga otra crisis.
Las señales de que la deflación se está aferrando en la Eurozona son cada vez más obvias. La semana pasada supimos que España se había unido a la lista de países en deflación pura y dura, con una caída de los precios del 0,2 por ciento en marzo. En Alemania, supuestamente el motor de la economía de la Eurozona, la inflación cayó al 0,9% marzo, frente al 1% de un mes antes. El lunes, la inflación en toda la eurozona bajó a un índice anual de sólo el 0,5%, frente al 0,7%.
Y todo eso con el trasfondo de una recuperación muy débil. Aunque sea un repunte, tanto la economía italiana como la griega siguen contrayéndose. La francesa está a un tiro de piedra de otra recesión. Irlanda fue la niña bonita de la recuperación con la camisa de fuerza de la moneda única pero una caída del 1,5% en las ventas de consumo en febrero sugiere que no será sostenida. Nada en esas cifras apunta a una expansión sostenida, y con la caída de las ventas minoristas, las empresas tenderán a bajar los precios más que a subirlos. Hasta los más duros del Bundesbank piensan que es momento de actuar.
Hace una semana, el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, opinaba que el BCE podría tener que empezar a comprar activos bancarios o deuda estatal directamente en el mercado. Y la opinión generalizada de que el mandato del BCE le impide imprimir dinero es errónea, decía. "Eso no quiere decir que un programa de flexibilización cuantitativa haya quedado descartado del todo", aseguró a Market News International. Poco sorprende todo esto.
Hasta el sumo sacerdote del conservadurismo monetario, Friedrich Hayek, ha advertido de que la deflación puede ser tan peligrosa como la inflación. Aun así, incluso con el Bundesbank de su lado, las probabilidades de que el BCE lance un ataque monetario han aumentado drásticamente. Que lo haga hoy o espere un mes más está por ver.
El conservadurismo arraigado del Banco Central Europeo sugiere que podría sentarse de brazos cruzados un mes más o quizá dos pero alguna forma de flexibilización cuantitativa ya es segura. Cuando los precios caen en todo el continente y el argumento jurídico no se sostiene, ¿qué justificación posible hay para seguir esperando? La teoría de que la deflación puede crucificar a los países muy endeudados es demasiado conocida como para tener que refundirla otra vez.
La moneda única no sobrevivirá un periodo sostenido de precios en caída y todos lo saben. El mandato del BCE es la estabilidad, no el hundimiento de los precios. ¿Cuánta flexibilización cuantitativa soltará?
El instituto alemán de economía DIW propone la cifra de 60.000 millones de dólares al mes y tal vez se quede corto. En su momento álgido, la Reserva Federal bombeó 85.000 millones de dólares a la economía americana. Y dado que la economía de la eurozona tiene un tamaño parecido, hará falta por lo menos la misma flexibilización para que tenga efecto. Incluso se podría defender la necesidad de que haya más porque la eurozona está peor de lo que Estados Unidos ha estado jamás.
Sea cual sea la decisión final, tendrá que ser mucho para que pueda funcionar. Lo que sí tenemos claro sobre la flexibilización cuantitativa es que impulsa los precios de los activos y no sólo en la región donde se imprime dinero, sino que se derrama hacia los mercados de todo el mundo. Este mercado alcista ha cumplido cinco años.
El Dow pasó el mojón el 9 de marzo y el FTSE-100 británico unos días antes. En términos históricos, es un periodo muy largo. Pensemos en el Dow. En el último siglo sólo ha habido cinco rachas de subidas de más de cinco años y dos de ellas finalizaron preocupantemente al cabo de pocos días de celebrar su aniversario.
Este mercado alcista ya ha empezado a moverse para repetir la gesta. Y empieza a parecer caducado. Lo han impulsado los bancos centrales imprimiendo dinero, sobre todo en EEUU pero también en Japón y el Reino Unido. La Fed reduce gradualmente su programa y es improbable que el Reino Unido vuelva a encender las máquinas, dada la fuerza de su recuperación este año.
Aun así, el BCE hasta ahora se había quedado fuera. Si lanza su propio ataque de flexibilización cuantitativa, dará a los mercados inevitablemente un nuevo impulso. Ayudará a las bolsas de Europa, evidentemente, porque ésa es una de las maneras en que imprimir dinero refuerza la economía, pero inundará a los mercados emergentes, el Reino Unido y EEUU también, del mismo modo que el programa de la Fed reforzó otros mercados de todo el mundo. Incluso es posible que los refuerce más.
Los inversores cogerán el dinero del BCE y lo pondrán en economías con un panorama de crecimiento más fuerte que Alemania, Francia o Italia. El mercado alcista se acabará en algún momento (todos lo hacen) pero el BCE está a punto de alargar su vida doce o dieciocho meses más.
Matthew Lynn, Director Ejecutivo de la consulta londinense Strategy Economics.