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La demanda no ha sido tan determinante en las subidas del crudo: hay una oferta poco flexible

La demanda mundial de petróleo creció un 1,1% en 2007. La producción, por contra, apenas aumentó en un 0,2. El resultado fue una demanda neta (superior a la oferta existente) de unos 200.000 barriles, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional. ¿Es razonable atribuir las actuales tendencias en los precios del petróleo -exclusivamente- a factores de demanda?

Parece que no. La mayor demanda por parte de los países en vías de desarrollo está siendo crucial. Sin embargo, distintas rigideces y distorsiones identificadas en la producción están jugando un papel quizá más importante de lo que pudiera parecer a primera vista.

Las rigideces en la producción

La primera rigidez destacable es la creciente inestabilidad geopolítica. Las tradicionales tensiones asociadas a los países productores de petróleo se han acentuado recientemente (Irak, Angola, Nigeria o Irán). Posiblemente sean las preocupaciones por la cercanía del peak oil las que motiven una mayor sensibilidad de los agentes frente a cualquier noticia que pueda afectar negativamente a la producción de crudo.

El segundo de los factores que constriñen la producción es el déficit de inversiones productivas. A diferencia de lo que podría parecer, las inversiones nominales se han multiplicado por 3 desde 1994 y doblado desde el año 2000. Pese a ello, la inversión real apenas ha crecido. Las razones seguramente haya que buscarlas en el incremento de los costes de exploración y desarrollo (que han subido un 100 por ciento en los últimos 8 años), así como en la escasez de tecnología adecuada (plantas petrolíferas) y mano de obra cualificada.

Por si fuera poco, gran parte de los proyectos de inversión acometidos en los últimos años se han localizado en lugares que, si bien son más accesibles geográficamente (Canadá, EEUU, etc.), también son menos productivos (oil sands, etanol...). De hecho, apenas han mejorado las inversiones en las zonas realmente productivas, como Irán, Irak o México, en las que la entrada de capital extranjero está restringida.

Incapacidad para adaptarse a la demanda

El tercer factor clave es la incapacidad de los productores para adaptarse a la demanda. Por un lado, la OPEP redujo las cuotas de producción dos veces a lo largo de 2007, lo que supuso una caída en la producción convencional media que, sin embargo, se maquilló con la incorporación de (un millón de barriles procedentes de) Angola y Ecuador al cártel. Por otro, la producción fuera de la OPEP ha defraudado las expectativas en los últimos años.

Un cuarto elemento sería el limitado margen que tienen los productores de crudo para aumentar la producción. A excepción de Arabia Saudí, la capacidad ociosa global es muy limitada. Estas rigideces seguramente resulten de la mayor ineficiencia comparativa de las petroleras estatales, así como de la falta de inversión durante el prolongado período de precios bajos que perduró hasta finales de los noventa.

En quinto lugar, es importante no olvidar que la OPEP (con el 42 por ciento de la producción mundial de crudo y el 76 por ciento de las reservas probadas) es un cártel. Esto significa que, una vez materializados los efectos de la desaceleración económica, la reducción de demanda incrementará los inventarios, ante lo que la OPEP seguramente vuelva a reducir las cuotas de producción.

En último lugar, se debe reseñar el papel de la creciente pérdida de capacidad mundial de refino. Si bien en 1990 representaba el 109 por ciento de la demanda, en 2004 ya sólo representaba el 103. Este factor, a diferencia de los anteriores, es bajista con respecto al precio del crudo (que las refinerías tengan menos capacidad significa que la demanda de crudo será menor), pero alcista con respecto a los combustibles (pues una menor capacidad de refino reduce la oferta de combustibles).

En definitiva, las numerosas (y poderosas) rigideces que operan en este sector dificultan el ajuste del desequilibrio generado por la mayor demanda procedente de los países en vías de desarrollo. Asimismo, a las rigideces en la oferta hay que añadir las distorsiones existentes en el funcionamiento del mercado.

Distorsiones en la oferta

Aproximadamente el 90 por ciento de las reservas mundiales está en manos de empresas petroleras estatales. Este hecho ha venido favorecido por el incipiente nacionalismo energético de países como Venezuela, Ecuador, Argentina y Rusia, donde las expropiaciones y nacionalizaciones de empresas energéticas privadas, así como la renegociación unilateral de acuerdos comerciales, de prospección y de extracción, empiezan a ser algo normal. Los costes adicionales (mayores impuestos y royalties) han desincentivado las inversiones internacionales (crowding-out).

Además, en los últimos años se observa un creciente número de transacciones de crudo negociado fuera del mercado. Algunas potencias emergentes (sobre todo los BRIC) están firmando acuerdos a precios fijos (muy por debajo de los de mercado) con productores como Angola, Sudán, Venezuela, Arabia Saudí, Irán, Irak, Libia o Qatar.

Una parte importante de estos acuerdos incluyen formas de pago heterodoxas: desde inversión en infraestructuras hasta favores políticos o incluso acuerdos comerciales más favorables. El problema de este nuevo mercantilismo energético es que está retirando enormes cantidades de crudo del mercado y presionando los precios al alza.

Como vemos, las rigideces y distorsiones en la producción del crudo evitan que el mercado se ajuste a la mayor demanda mediante incrementos en la producción, lo que -unido a un mayor sesgo hacia el petróleo más convencional- está ayudando a consolidar los precios del petróleo en niveles tan altos como los de las últimas fechas.

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