
¿Cuánto cuesta un riñón? Gary Becker, premio Nobel de Economía en 1992 y profesor de la Universidad de Chicago, defiende que se debería crear un mercado de órganos para solucionar los problemas en los que se encuentran miles de personas a la espera de un transplante.
En un artículo publicado en The Wall Street Journal junto Julio J. Elías, profesor de la Universidad del CEMA en Argentina, los autores creen que se debe encontrar una forma de incrementar la oferta de órganos, lo que reduciría tanto los tiempos de espera como las muertes y además reduciría el sufrimiento de los pacientes. La forma más efectiva de hacerlo sería dar una compensación a la gente que done órganos, lo que supone establecer un mercado.
Becker y Elías apuntan a que la tecnología y el número de transplantes ha crecido muy rápido, pero no tanto como el número de pacientes que necesitan un transplante. Estos enfermos se enfrentan, además de a un posible deceso, a unos enormes costes económicos. Según sus estimaciones, el coste total de los 4,5 años de media que hay que esperar en EEUU para un riñon es de 350.000 dólares, a los que hay que añadir los 150.000 dólares del coste del transplante en sí mismo.
En EEUU, los esfuerzos por aumentar el número de donantes, así como los acuerdos entre personas compatibles para 'intercambiar' sus órganos en caso de problemas no han resultados suficientes como para reducir el problema de la espera de los enfermos. El consentimiento implícito que se utiliza en algunos países (los órganos de los cadáveres están disponibles a menos que se diga lo contrario) tampoco ha conseguido incrementar lo suficiente la oferta de órganos.
Esta escasez no es solo un problema de EEUU, sino que se da en la gran mayoría de países, independientemente de los métodos que se utilicen. Por ello, Becker y Elías defienden que pagar por órganos eliminaría finalmente este desequilibrio entre oferta y demanda, y además no supondría un incremento muy elevado del coste total de un transplante.
¿Cuánto costaría un riñón en un mercado?
Los profesores de Economía han ido un paso más allá y se han atrevido a calcular cuál sería el precio de un riñón, teniendo en cuenta el riesgo para los donantes, la baja laboral que conlleva y la posible pérdida de calidad de vida. Según sus estimaciones, se deberían encontrar riñones a un precio de 15.000 dólares, aunque sitúan el precio en una horquilla que iría entre los 5.000 y los 25.000 dólares.
Algunos países ya han permitido la compraventa de órganos. Aunque los datos no están muy claros, en Irán el precio de un riñón es actualmente de unso 4.000 dólares y se han eliminado prácticamente las listas de espera. Teniendo en cuenta que allí los ingresos medios son aproximadamente una cuarta parte de los estadounidenses, una extrapolación simple daría una cifra similar a los 15.000 dólares que calculan Becker y Elías.
La idea de pagar por los órganos también ha llegado a otros países como Singapur y Australia, si bien en estos casos tan solo se permite una compensación por el tiempo de trabajo perdido.
Dentro de este sistema de oferta-demanda en los órganos, la propuesta incluye también a los donantes que acepten que se usen sus órganos tras su muerte. Este apartado es importante, ya que hay transplantes como el de corazón o el de pulmones que obviamente solo se pueden hacer tras el fallecimiento del donante. El pago iría a los herederos del donante.
Inmoral, inefectivo, repugnante...
Esta idea de pagar por donar órganos ha sido muy criticada, tanto desde el mundo de la medicina como desde el político y académico. Las principales son que sería inefectiva, inmoral y además provocaría que la gran mayoría de donantes fueran gente desesperadamente pobre.
Para defenderse, Becker y Elías creen que la evidencia muestra que sí que sería efectivo. Para ello ponen como ejemplo las madres de alquiler, que reciben alrededor de 20.000 dólares. En cuanto la inmoralidad, los autores defienden que es un tema subjetivo, y que se debe ponderar que con la medida miles de vidas se podrían salvar y se mejoraría la calidad de vida de aquellos que esperan un transplante.
Sobre el hecho de que serán los pobres los principales donantes, ambos creen que aunque es probable que esto ocurra, también los pobres son los que más sufren actualmente con este sistema. Los ricos muchas veces evitan listas de espera viajando a otros países como la India o teniendo residencia en varios estados, lo que les permite acortar los plazos de cara a un transplante.
Además, como aumentaría la oferta, los órganos estarían más disponibles para la gente de menos recursos, e incluso se podría plantear subsidiarlos con programas gubernamentales.
Acabaría siendo aceptado y aplaudido
Sin embargo, Becker y Elías creen que se deben poner unos límites a este sistema para evitar la explotación y comportamientos irresponsables. Por ejemplo, creen que se debería instaurar un periodo de como mínimo tres meses antes de que alguien pueda efectivamente donar un órgano, dándole un tiempo para evaluar las consecuencias y poder echarse atrás.
Con este nuevo sistema, las donaciones altruistas bajarían con seguridad, sin embargo se podrían incrementar las donaciones monetarias para aquellos que necesiten un transplante.
En sus primeras fases, un mercado para la compraventa de órganos parecería extraño, y mucha gente incluso lo consideraría repugnante. Sin embargo, Becker y Elías creen que con el tiempo sería aceptado, ya que las ventajas se hacían evidentes y al final la gente llegaría a pensar que por qué se ha tardado tanto en hacer esto para acabar con el problema de la escasez de órganos.