Adoptar una estrategia activa en divisas no aporta rentabilidad a cinco años, a menos que sea capaz de operar sobre cinco de ellas. Lo que sí se consigue es reducir el riesgo.
Cuando un inversor incluye cualquier tipo de activo nuevo en su cartera, los objetivos, por norma general, deberían ser dos. El primero: crear una correlación que reduzca el riesgo. Y el segundo: conseguir una rentabilidad superior, a ser posible, a la inicial. Sin embargo, cuando el activo en cuestión es una divisa, los gestores alertan de que a largo plazo, la rentabilidad de este activo es igual a cero. Es decir, que lo único que logrará el inversor es reducir el riesgo en su cartera.
Lo primero que debe tener en cuenta el minorista es que conseguir una rentabilidad consistente en este mercado es complicado, aunque se esté muy metido dentro dentro de él. "Si se quiere obtener una rentabilidad adicional haciendo trading con divisas, lo normal es que pierdas hasta la camisa", apunta Antonio Salido, director de marketing de Fidelity.
Incluso "los gestores de fondos puros en divisas están obteniendo rentabilidades bantante pobres, lo que significa que es muy difícil lograr una rentabilidad consistente en este tipo de mercado", añade Fernando Luque, senior editor de Morningstar.
Efecto divisa nulo a largo plazo
Antes de fijarse en cualquier divisa como opción de inversión, "lo primero que debe hacer un particular es mirar qué deudas tiene. Si su nómina está en euros y sus deudas también, lo lógico es que su cartera de inversión esté fundamentalmente en euros. Cualquier cosa que no sea eso es especular", matiza Antonio Salido. "Una vez que los activos y pasivos están equilibrados, la pregunta es si se puede ganar algo más haciendo una pequeña apuesta en divisas. Es posible. Y, desde ese punto de vista, hay que mirar contextos históricos de muy largo plazo", añade.
"A largo plazo, el efecto divisa es nulo. Hay estudios que lo demuestran. Con lo cual, si el horizonte de inversión es a un plazo superior a cinco años, por lo menos diez años, que se despreocupe del impacto divisa. A corto plazo, como ocurrió con el yen japonés, sí se puede obtener una rentabilidad extra. Ahora bien, si un inversor quiere reducir la volatilidad de su cartera y estar cubierto ante cualquier divisa no hay ningún problema", apunta Fernando Luque, senior editor de Morningstar.
En la misma línea se encuentra la valoración de Santiago García, responsable de producto de Citi, al explicar que "a largo plazo, la rentabilidad que va a aportar la divisa es cero. Lo único que va a conseguir es reducir riesgo en la cartera". Sin embargo, "para conseguir el efecto es necesario incluir por lo menos cinco divisas principales en cartera, y se logrará a partir de cinco años", añade.
Qué esperar del dólar/euro
Aunque saber con certeza cuál será el cambio del euro/dólar durante los próximos años se torna imposible -en lo que va de año, el dólar se anota pérdidas del 4,31 por ciento contra la moneda única-, lo que parece claro es que cuando comience la retirada de estímulos el billete verde sacará pecho, así lo apuntan desde Fidelity. "Todos los factores que fueron los principales responsables de la debilidad del dólar en el periodo de diez años hasta 2012 parecen haber tomado una dirección más favorable. Los considerables déficits por cuenta corriente se han reducido gracias, sobre todo, al boom de la energía del esquisto, que está recortando los costes de las importaciones de energía. El retorno al crecimiento económico está ayudando a mejorar el saldo presupuestario y la recuperación, que se está afianzando, también coloca a EEUU como la primera gran economía que comenzará de forma efectiva a endurecer su política monetaria. En nuestra opinión, estos tres factores claves apuntan a un dólar más fuerte en los próximos años", señalan.
Si ocurre, las posibles implicaciones de un dólar fuerte podrían ser positivas para la renta variable estadounidense, ya que una moneda más robusta debería hacer que los inversores estadounidenses tuvieran una mejor disposición a invertir en casa. También para la japonesa, donde la nueva política monetaria de Japón, que ha incrementado de forma acelerada la oferta monetaria, se ha traducido a corto plazo en un aumento del interés de los inversores por las plazas bursátiles del país.
Quiénes podrían verse menos favorecidos a corto plazo, sin embargo, son los mercados emergentes, sobre todo a aquellos en los que una buena parte de sus ingresos dependen de las materias primas -más que nada, porque cotizan en dólares-. A medida que los capitales de inversión vayan retornando a EEUU, como lo hicieron a finales de 1990, serán los más perjudicados.