
En la trastienda de la Reserva Federal no sólo se cuece una exhaustiva hoja de ruta sobre cuándo y cómo retirar los estímulos monetarios, sino que también se prepara un traspaso de poder. Con Bernanke culminando su periplo al frente del banco central en enero de 2014, el presidente de EEUU, Barack Obama, tiene sólo dos nombres en mente para capitanear la Fed: Janet Yellen y Larry Summers, según adelantó el Wall Street Journal.
Yellen, de 66 años, y actual vicepresidenta de la Reserva Federal, se perfilaba hasta ahora como la candidata con más posibilidades de tomar el testigo. No sólo es una reconocida erudita económica, con 40 años de experiencia y un doctorado a sus espaldas, sino que se ha convertido en la heroína en la sombra que ha impulsado la transparencia dentro del Comité de Mercados Abiertos, encargado de dictar la política monetaria dentro de la institución.
La que fuera presidenta de la Reserva Federal de San Francisco conoce al dedillo los entresijos del actual balance de la Fed, que asciende a más de 3,4 billones de dólares y sigue engordando a través de la compra mensual de bonos y activos hipotecarios por valor de 85.000 millones de dólares.
Al otro lado del ring se encuentra Larry Summers, de 58 años, quien fuera secretario del Tesoro bajo la administración, además de arquitecto del estímulo económico espolvorizado por el presidente Barack Obama durante la resaca dejada por la crisis financiera de 2008. Aunque la relación con el mandatario es bastante estrecha, muchos consideran a Summers como un elefante dentro de una cacharrería, especialmente por algunas de sus polémicas, como los comentarios sexistas realizados hace algunos años como presidente de la prestigiosa Universidad de Harvard.
Mientras que Summers es famoso por ser audaz y provocativo, Yellen tiene la reputación de lo contrario. Dicho esto, las transcripciones internas de la Fed muestran que la actual vicepresidenta advirtió en reiteradas ocasiones entre 2005 y 2007 sobre la crisis que se avecinaba en el sector de la vivienda, la contracción del crédito, y la eventual recesión. Esa visión contrasta con la de Summers, quien en 2005, dio la espalda a aquellos que argumentaban que la desregulación y la titulización podrían llevar a una crisis financiera a gran escala.