
La devaluación competitiva de las monedas, bautizada como guerra de divisas por Guido Mantega, ministro de finanzas brasileño, copará buena parte de la agenda ministerial del Grupo de los 20 en Moscú.
Una vez más, los países emergentes como Brasil, India, Turquía o Rusia, que este año se convierte en el anfitrión, amenazan con volver a acusar a las economías desarrolladas, véanse principalmente, EEUU y Japón, de debilitar deliberadamente sus divisas. En estos menesteres dejamos de lado a la Unión Europea, que debido a la moneda única y el rígido control de Mario Draghi, se ha convertido en el único jugador justo en este peliagudo asunto.
El FMI optó ayer por quitar hierro al problema al tachar de "exagerados" los temores infundados ante una posible reyerta monetaria, especialmente tras el malinterpretado comunicado emitido por el G7 a comienzos de semana. "Nuestra evaluación multilateral no revela separaciones muy importantes en la apreciación de las monedas de referencia", indicó el portavoz del FMI, Gerry Rice, quien agregó que las "discusiones sobre una guerra de monedas parecen exageradas".
Intención de cooperar
Cabe recordar que los ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales de los países del G7 (EEUU, Reino Unido, Alemania, Francia, Canadá, Italia y Japón) emitieron una declaración conjunta en la que expresaron su deseo de cooperar para evitar una depreciación artificial de las divisas. Los temores de una devaluación competitiva para favorecer a la industria local y a los exportadores mediante una moneda más débil, regresaron al albero internacional a comienzos de este año, cuando Japón optó de nuevo por imprimir yenes para sostener su alicaída economía.
Las grandes economías occidentales, muy endeudadas, han llevado a cabo desde 2008 medidas de política monetaria no convencionales que implican una expansión de los balances de sus respectivos bancos centrales para reanimar su economía, debido a que sus tasas de interés ya se encuentran en niveles inusualmente bajos. No obstante, estos estímulos, en forma de compra de bonos y otros activos, no implican una manipulación deliberada de la moneda.
Hasta la fecha, estas tensiones globales sobre los tipos de cambio, que en 2010 tuvieron como protagonistas al helicóptero Bernanke y sus estímulos cuantitativos, no se han traducido en una vuelta al proteccionismo comercial. Al contrario de lo que ocurrió en la década de los 30, las economías occidentales y los mercados emergentes siguen abiertos a las exportaciones entre ellos, como simple regla del tablero comercial en una economía bastante globalizada.
De hecho, EEUU y la UE han decidido embarcarse en un intento de acuerdo de libre comercio que podría sumar un crecimiento económico del 2% respectivamente en los próximos años. Además, tengamos en cuenta que si EEUU, China o Alemania son capaces de aumentar su crecimiento de forma conjunta, esto no sólo ayudaría a levantar el comercio mundial, sino también tiraría del resto de economías europeas y de los mercados emergentes.