
Septiembre ya está aquí. Con todo su simbolismo. Con un nuevo curso a sus espaldas. Y el Banco Central Europeo (BCE) no tardará mucho en comprobarlo. El 6 de septiembre afronta una reunión trascendental. Y esta vez va en serio. Porque se le acaba el periodo de gracia que le concedió el mercado. Francia ve injusto que España o Italia paguen intereses tan altos por su deuda.
En la cita de agosto, el presidente del BCE, Mario Draghi, anunció que la entidad estaba trabajando en un nuevo programa de compras de deuda pública. Aunque en un primer momento los inversores digirieron mal que la institución no actuara de forma inmediata, le otorgaron el beneficio de la duda. Un mes de plazo, hasta la cita de comienzos de septiembre, para definir ese plan.
Ese margen expirará este jueves. Porque la paciencia de los inversores tiene un límite. Y porque España e Italia están pendientes de las reglas que defina el BCE para determinar si, finalmente, piden el rescate o no. "Ha llegado el momento de concretar los detalles. No se trata de valorar o no la asistencia como de especificar los detalles de cómo instrumentarla", subraya José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España.
El fin...
Con este nuevo programa, la entidad pretendería atajar las insostenibles tensiones que venían sufriendo España e Italia para financiarse en los mercados, que en última instancia representaban una amenaza real para el futuro del euro. La cuestión es: ¿por qué quiere poner en marcha un mecanismo nuevo cuando el BCE ya dispone de un programa de adquisición de deuda -el SMP, en sus siglas en inglés-, que fue activado en mayo de 2010 y que no usa desde marzo de este año? ¿Qué diferencia hay entre ambos?
Un aspecto fundamental: mientras que en el viejo el BCE compraba sin que los países le pidieran formalmente que lo hiciera, en el nuevo sólo adquirirá bonos si los países solicitan antes la asistencia de los fondos de rescate europeos. O lo que es lo mismo, les insta a que pidan el rescate y se sometan a las concidiones que trae aparejado.
Se trata de un requisito indispensable, tal como subrayó Draghi en la reunión del 2 de agosto. Con esta exigencia, el BCE y Europa se asegurarían un mayor control sobre las finanzas públicas y las economías de los países que se beneficiaran de sus compras, con lo que vigilarían que esas naciones no caen en la tentación de olvidar sus deberes fiscales cuando la situación de su deuda mejore.
...y los medios
Sentada ya esta condición ineludible, el jueves llegará el momento de concretar los detalles. Y como se ha puesto de relieve en repetidas ocasiones durante la crisis de la deuda soberana de la eurozona, esta será la verdadera clave, porque en los detalles está el Diablo.
En particular, la mayor incertidumbre gira en torno a dos temas. Por un lado, si el BCE establecerá unos objetivos estrictos de rentabilidad o de primas de riesgo para los países que soliciten la ayuda. Es decir, si fijará unas líneas rojas que no permitirá que se superen, ya que antes actuará comprando deuda. Y por otro, cuánto dinero dedicará a las compras; esto es, si definirá o no una cantidad concreta.
¿Será categórico Draghi? Los expertos creen que no, que preferirá dejarse todas las puertas abiertas. "Una de las herramientas fundamentales es la flexibilidad. Dirá lo que va a hacer, pero de forma vaga, sin comprometerse en fechas, cuantías o niveles, para así evitar, entre otras cosas, que el mercado ponga a prueba las fronteras que él dibuje. Esto puede ser una decepción en principio, pero luego puede funcionar mejor", vaticina Alberto Matellán, director de estrategia y macroeconomía de Inverseguros.
"No creo que establezca límites concretos, sino que podría limitarse a decir que hará lo que sea necesario para dejarse así un margen de actuación suficiente", opina David Cano, de AFI. "Espero que sean transparentes, pero sin objetivos explícitos de rentabilidad", agrega Martínez Campuzano. "El BCE quiere preservar la posibilidad de adaptar su estrategia en cada momento", coinciden desde Natixis.
Además, el mercado estará pendiente de los títulos concretos que adquirirá el BCE. En agosto, Draghi adelantó que la entidad se iba a centrar en la deuda a corto plazo, pero el mercado demanda más claridad en dos sentidos. Primero, si ese plazo se limita a los títulos a dos o tres años o si llega hasta los bonos a cinco años. Y segundo, si a partir de esos plazos será el actual fondo de rescate (la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera) o el futuro (el Mecanismo de Estabilidad) el que comprará deuda a largo plazo para garantizar así que los países pueden seguir financiándose.
El papel de Weidmann
También serán relevantes otras dos cuestiones. Por un lado, la posibilidad de que el BCE reniegue de su condición de acreedor preferente en la deuda que compre. Y por otro, Draghi deberá aclarar si la entidad seguirá esterilizando las compras. Es decir, si el BCE retirará de circulación el mismo dinero que destine a las compras, como hacía con el SMP, o si no lo retirará, con lo que estaría creando dinero.
En opinión de los analistas, resulta difícil que la institución deje de esterilizar las compras. Sería demasiado para Alemania y su banco central, el Bundesbank, cuya influencia ya quedará muy tocada si, como parece, Draghi saca adelante el nuevo programa de compras de bonos. Lo hará por encima de la voluntad del presidente del Buba, Jens Weidmann, que se sigue oponiendo a esas adquisiciones.