España descendió este miércoles, momentáneamente, a los infiernos de la insolvencia. Cruzó la línea roja. La de los 500 puntos básicos. Más allá de ella, el rescate es casi inminente. Cuando las primas de riesgo de Grecia, Irlanda y Portugal superaron esa frontera, fue cuestión de días que pidieran ayuda financiera.
Por eso, cuando a las 8.16 horas la prima española rebasó ese nivel, y más aún cuando a las 8.24 horas escaló hasta los 507 puntos básicos, un escalofrío sacudió el espinazo de la solvencia española. En ese momento, y por primera vez desde que existe el euro, la brecha entre la rentabilidad de los bonos españoles y alemanes saltó el listón de los 5 puntos porcentuales -los fatídicos 500 puntos básicos-.
¿Es posible escapar de la maldición que conlleva ese nivel? Sí, porque aunque la regla general -la que rigió en los casos heleno, irlandés y luso- establece que rebasar esa cota condena al rescate de forma prácticamente inmediata, también hay una excepción. Es Italia, que ha sobrevivido sin ser rescatada después de que el diferencial entre sus bonos y los alemanes se situara sobre los 500 puntos básicos en dos momentos distintos: noviembre de 2011 y enero de 2012.
Sin problemas a corto plazo...
Este es el precedente al que se aferra España, puesto que, pese a que al final la prima de riesgo despidió la sesión en los 482 puntos básicos -por debajo incluso de los 488 de la víspera-, los niveles alcanzados en la mañana de este miércoles metieron aún más el miedo en el cuerpo. Sobre todo, alentaron una pregunta: ¿cuánto puede aguantar España así? Los expertos diseccionan esta incógnita: a corto plazo, hay capacidad para soportar estas presiones; a medio plazo, las finanzas públicas no podrían soportarlas.
"España puede aguantar en estos niveles más tiempo de lo que se suele pensar. Sobre todo, porque en estos momentos no afronta fuertes vencimientos", tranquiliza Alberto Matellán, director de estrategia y macroeconomía de Inverseguros. Ni mayo ni junio son muy exigentes en cuanto a la devolución de deuda. En este apartado, los meses más complicados serán julio, con vencimientos de casi 19.000 millones, y octubre, con 27.500 millones.
Sin embargo, fuentes del mercado afirman que el Tesoro los encarará sin dificultades. Primero, porque ha adelantado buena parte de su trabajo en 2012 y ya ha captado 45.500 millones de euros en deuda a medio y largo plazo, el 53% del dinero previsto para todo 2012. Segundo, porque cuenta con liquidez suficiente. "En estos momentos, dispone una cantidad comprendida entre 40.000 y 50.000 millones, con lo que tiene prácticamente cubiertas las necesidades de todo el año. Con estas cifras, España puede aguantar los niveles actuales", afirma un operador de renta fija de una entidad española. Y tercero, porque la superación de los 500 puntos básicos se tradujo en un rescate inmediato en Grecia, Irlanda y Portugal porque ese diferencial provenía de unos rendimientos superiores al 8% en su deuda a 10 años. Por el momento, la de España se encuentra en el 6,29% -durante la sesión de este miércoles llegó al 6,51%-.
...más dudas después
A corto plazo, por tanto, España no se encuentra en una posición tan extrema como la que empujó a esas naciones a entonar el S.O.S. Todavía goza de autonomía suficiente como para afrontar sus próximos compromisos financieros. Pero, de fondo, una batería de dudas y recelos acelera a marchas forzadas los paralelismos con la situación que condujo al rescate de esos países en 2010 y 2011.
Porque no es sólo la prima de riesgo. Aunque la rentabilidad de la deuda española no ha superado la barrera del 8% -ni siquiera la del 7% o el 6,70% al que llegó en noviembre-, los expertos miran con preocupación las cotas actuales, porque sitúa los costes de financiación en los niveles más caros desde mediados de los año 90, es decir, desde los tiempos de la peseta.
Si estos niveles son transitorios, no pasa nada, admiten fuentes del mercado. Ya pasó hace medio año. y España pudo superarlos; pero si han venido para quedarse, el problema sería cada vez más serio, advierten. Para ilustrar esta inquietud, recuerdan que España destinará este año 30.000 millones de euros para pagar los intereses de la deuda pública, una cifra equivalente al 3% del Producto Interior Bruto (PIB) y similar al recorte que el Gobierno debe realizar para cumplir el objetivo de déficit público, situado en el 5,3% -debe reducirlo en 32.000 millones o 3,2 puntos porcentuales-.
Irlanda en el pensamiento...
Esa factura, cada vez más alta, inquieta además porque los inversores, principalmente los extranjeros, miran con preocupación creciente la capacidad de aguante de las arcas públicas. Porque la crisis política e institucional de Grecia y el consiguiente riesgo de que el país abandone el euro están sembrando el caos en la eurozona, pero si el efecto contagio de estos problemas golpea con tanta intensidad a España se debe a que nuestro país no está libre de pecado.
Por un lado, esa desconfianza se alimenta del pálido semblante de la economía española. La recesión ha vuelto, e incluso las previsiones oficiales del Gobierno contemplan que este año el PIB se contraerá un 1,7%. Aunque el mayor foco de desconsuelo proviene del paro, que alcanza el 24,4%.
En segundo lugar, la reciente reforma financiera planteada por el Gobierno no ha disipado los temores. Más bien al contrario, puesto que ha avivado la sospecha de que las finanzas públicas españolas, como las irlandesas en su día, acaben sepultadas por el respaldo prestado a las entidades. "El mercado no termina de entender de dónde saldrá el dinero para rescatar a los bancos. Si lo pone el Estado español, el mercado entiende que a España le pueda pasar como a Irlanda y el rescate de los banco termine arrastrando al país", argumenta Miguel Paz, de Unicorp Patrimonio.
Tomas Berggren, estratega de Saxo Bank, añade otra idea a este planteamiento: el entramado que se ha tejido entre la deuda pública y los bancos, puesto que estos han pasado a ser los mayores tenedores de bonos españoles. "Los bancos españoles cuentan con 231.000 millones de euros de deuda soberana del país, lo que fortalece más si cabe el vínculo entre el Estado y los bancos. Si el valor de los bonos cae, los bancos deberán incrementar sus depósitos de garantía en el Banco Central Europeo, que asume capital que puede que éstos no tengan. La solución consiste en evitar que el circulo vicioso de la deuda se acelere sin control", demanda.
Esta combinación nutre la sospecha de que, finalmente, España tenga que pedir ayuda, no para un rescate completo, sino parcial. Como concluye Miguel Paz: "El mercado es consciente de que la reforma financiera es necesaria en España, pero parece que da por hecho que el Estado por sí solo no podrá rescatar a los bancos y necesitará ayuda externa del fondo de rescate europeo".
Como remate, la situación de las Comunidades Autónomas, como fuente principal del déficit público, inspira igualmente la desconfianza ante las dificultades que sigue encontrando el Gobierno central para contener sus desajustes. Y si las regiones no reducen sus desequilibrios, el ejercicio de reducir el déficit total al 5,3% resultará quimérico, con el riesgo consiguiente de mayor pérdida de credibilidad para España.
Esperando al BCE
El desafío, casi utópico, de buscar solución a estos problemas -generar crecimiento para reducir el paro, sanear la banca sin hundir al Estado y reequilibrar las cuentas públicas- al mismo tiempo es el que proporciona las mayores sombras sobre la solvencia de España. Y conduce a otra pregunta: ¿cómo se podría ganar tiempo para afrontar esos retos de forma más escalonada? Y la respuesta conduce a un claro protagonista: el Banco Central Europeo (BCE). "No hay duda de que si el BCE interviniera, España tendría más tiempo", afirma Alberto Matellán.
El pasado más reciente lo demuestra. Los altos rendimientos de noviembre fueron pasajeros porque la entidad presidida por Mario Draghi salió en auxilio de los países periféricos. Compró deuda de estas naciones en el mercado y, sobre todo, convocó dos operaciones mediante las que prestó 520.000 millones de euros netos a los bancos por un plazo de tres años. Estas maniobras relajaron la tensión. A España, por ejemplo, le sirvieron para que los bonos a 10 años terminaran el año 2011 en el 5,09%, desde el 6,70% de noviembre, y para que la prima se moderara desde los 468 hasta los 326 puntos básicos en poco más de un mes.
Pero el BCE ha endurecido su posición desde entonces. Acumula nueve semanas sin adquirir deuda en el mercado y por ahora no se espera que programe otro préstamo a tres años. A diferencia de diciembre, ahora sigue otra máxima, auspiciada fundamentalmente por Alemania: que sean los países, con sus reformas y ajustes, los que se ganen la confianza de los inversores. Y sin la manguera de liquidez de la entidad monetaria, el fuego puede seguir consumiendo la solvencia española.
En este sentido, el mercado tiene claro que, hoy por hoy, la institución monetaria es la única que cuenta con munición real para aplacar la tensión. "El BCE está jugando muy fuerte con su presión a los países. Llegado el momento, quieres pensar que actuará porque, en el fondo, es consciente de que estamos al límite. Si España cae, Italia lo haría 10 minutos después", manifiestan desde una mesa de tesorería. Para Juan Ramón Caridad, director en España de Swiss&Global, el BCE aprieta, pero no ahogará. "No descarto que la entidad realice una intervención significativa y fuerte en favor de España una vez que haya analizado con mayor detenimiento el balance de los bancos españoles", sostiene.