
Algunos gestores de hedge funds como Ken Griffin, de Citadel, están considerando rebajar sus comisiones, mientras que otros, como Stan Druckenmiller, de Dunesque y antiguo gestor del equipo de Soros, encaran la jubilación, frustrados por la caída drástica de beneficios. Según Bill Gross, de PIMCO, no son casos aislados: son consecuencia de la nueva normalidad económica, en la que tocan unos años de escasos beneficios y parón, como los que se vieron después de burbujas como la de las puntocom.
"Algunos se refieren (a este escenario) en términos bíblicos: siete años de abundacia seguidos de siete años de hambre. Otros, como Michael Moore u Oliver Stone lo describen en términos de justicia social", señala el gurú de la renta fija en su carta mensual de octubre, Investment Outlook.
Las nuevas reglas están claras: "lo que una vez ayudó a disparar el precio de los activos y favoreció la emisión de papel está ahora en decadencia. El apalancamiento y la desregulación están en su ocaso y en el horizonte se divisa el ascenso de sus fuerzas opuestas", apunta este experto.
Es decir, que se avecina un futuro en el que las ganancias de las inversiones financieras van a estar muy por debajo de las medias históricas. "Si unos apalancados Druckenmiller, Soros o Griffin consiguieron rentabilidades de doble dígito en el pasado, una comunidad hedge menos endeudada deberá resignarse a un futuro con un solo dígito", recalca Gross.
En busca de una nueva prosperidad
Según Gross, en la antigua normalidad, la previa a la crisis, la prosperidad económica se alcanzaba hinchando los precios de los activos a base de deuda. Pero en pleno desapalancamiento del mundo, hace falta establecer los cimientos de otro tipo de prosperidad.
Y desde el punto de vista del gestor, los mejores cimientos se construirían volviendo a la "buena y antigua inversión en producción". Es decir, organizar la industria aprovechando la tecnología y fabricar productos "que el resto del mundo quiera comprar".
Aunque Gross no espera que esto suceda a corto ni medio plazo, porque requiere que los políticos muestren un mayor coraje. En cambio, las autoridades intentarán volver a la senda del crecimiento por una vía más convencional, sobre la que ya transitan: estímulos monetarios, tipos de interés bajos y déficits públicos cercanos a los dos dígitos. El caldo de cultivo ideal para el regreso de la inflación.