
No se usan, pero existen. En Estados Unidos, las monedas de un dólar no gozan de simpatía, pero el Tesoro acuña desde febrero de 2007 una serie de monedas con la imagen de todos los presidentes estadounidenses fallecidos que, indefectiblemente, van a parar a almacenes. Y el inventario alcanza ya los 1.100 millones de monedas.
Con esta emisión iniciada hace más de tres años, el Gobierno de EEUU pretendía popularizar la versión en metálico del villete verde. De hecho, hasta el momento se ha gastado ya 30 millones de dólares en promocionarla, según indica la BBC en un artículo.
Sin embargo, los ciudadanos de EEUU siguen siendo reacios a sustituir el papel y el éxito ha sido tan escaso que las monedas se acumulan, hasta el punto de estar acabando con el espacio que la Reserva Federal ha dispuesto para su almacenaje.
Círculo vicioso
Según explicaba recientemente el director de la Casa de la Moneda de EEUU, Edmun Moy, la situación es compleja, ya que ninguno de los eslabones de la cadena de consumo apuesta por usar la moneda, por lo que se crea un "círculo vicioso" que hace casi imposible su normalización. "Los estadounidenses son animales de rutina", explicaba en julio ante el Congreso, "están muy habituados al billete".
Por un lado, los consumidores no las emplean por temor a que los comerciantes no las acepten, mientras que en las tiendas no las tienen porque creen que el usuario podría rechazarlas.
Por su parte, los bancos no están dispuestos a lidiar con las monedas hasta que su uso no se haya generalizado. De hecho, las entidades financieras consideran que estas monedas son de coleccionistas, pero hasta los coleccionistas reclaman cuando las reciben, añade la BBC.
Debate abierto
El debate está abierto en el Congreso de EEUU, porque en base a la ley que se promulgó en 2007 para autorizar la emisión de monedas, cada año deben producirse cuatro nuevas caras presidenciales. Así, las reservas siguen creciendo de forma imparable, hasta el punto de que la Fed ya ha advertido del elevado coste de guardar los cada vez más numerosos dólares de metal, aunque sin revelar cifras concretas.
Algunos congresistas consideran que debería detenerse un gasto que no tiene ninguna utilidad, mientras que las autoridades aseguran que, si se consiguiera el cambio de billete a moneda, podrían ahorrarse entre 500 y 700 millones de dólares al año por la mayor longevidad del metal.