
"Presentamos a Goldman Sachs, aerolínea internacional. No hay comisiones por equipaje, está a prueba de volcanes y sólo ofrece clase business". Así ironiza David Callaway, redactor jefe de MarketWatch, sobre lo fácil que sería para el banco de inversión denunciado por la SEC aprovechar las lagunas que un Congreso "sobrecalentado" ha dejado en su último intento para regular el mercado de derivados.
Según Callaway, el Congreso ha escogido la vía intermedia de las tres posibles para regular a la banca. La más suave (la "mamá oso" como dice Callaway haciendo un juego de palabras con el significado bajista de la palabra oso en inglés) sería la famosa norma Volcker, que pretende prohibir el trading por cuenta propia. Pero esa operativa representa sólo una pequeña parte de los beneficios de la banca, con lo que no afectaría mucho a su negocio.
Por eso Obama quiere más. La opción más dura (el "papá oso") sería la división forzosa de los seis grandes bancos de inversión en distintas unidades independientes, lo que devastaría los mercados y el papel de EEUU como centro financiero mundial.
La vía intermedia (el "bebé oso") consiste en requerir a los bancos de inversión desinvertir en sus enormemente rentables mesas de derivados y que toda la operativa de futuros se realice en mercados transparentes como los de materias primas.
A Callaway le parece una idea razonable para arrojar luz en el oscuro mundo de los derivados y productos estructurados OTC (a medida, no estándares), tales como los famosos CDO en los que se centra el fraude de Goldman. Incluso podría evitar la ingeniería financiera que ha llevado al desastre a Wall Street.
Hecha la ley, hecha la trampa
El problema es que estas intenciones se quedan en nada porque los políticos corren a proteger sus intereses antes de que la tinta de la ley se seque. Así que la norma que se va a aprobar incluye un montón de excepciones por las que las empresas no bancarias pueden usar derivados para cubrirse del movimiento de los precios de los recursos que necesitan. Esas excepciones incluyen aerolíneas, industria, empresas comerciales y fondos de pensiones. Es decir, que una Enron estaría incluida.
Así que Goldman Sachs y los demás bancos de inversión sólo tienen que registrarse como línea aérea o gestoras de pensiones para seguir operando con derivados como si nada. Parece una tontería, pero es precisamente lo que Goldman y otros bancos hicieron en 1981 para poder seguir operando salvajemente en futuros sobre materias primas, cuando se registraron como empresas de alimentación.
Ahí es donde se va a centrar la batalla sobre la ley de derivados en los próximos días. Cuantas más excepciones tenga la norma, más posibilidades para seguir operando. "Y la gente de Wall Street no es precisamente estúpida", afirma Callaway. Él propone que, para que la regulación de los derivados funcione, el Congreso y Obama deben evitar cualquier excepción y, en vez de eso, centrarse en una alianza global en el G20 para crear un mercado transparente con cámaras de liquidación y un sistema de negociación organizado.
Esto haría más barata la operativa para los clientes y facilitaría la supervisión de los reguladores. Y también permitiría a los bancos seguir participando en un negocio vital para la economía global, para que las empresas, países y particulares tengan acceso al crédito. "Nos guste o no, los bancos son los principales prestamistas y se les debe permitir hacer negocios", concluye.