
Se va acercando con sigilo, con paso lento, pero firme. El euro cada vez tiene más cerca el máximo histórico de 1,366 que marcó en diciembre de 2004. Y los responsables del Banco Central Europeo no parecen en absoluto preocupados porque la moneda se haga demasiado fuerte y acabe dañando el crecimiento económico.
Más bien al contrario, según las palabras pronunciadas ayer en Filadelfia por el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer: "El euro se está haciendo tremendamente atractivo, como un vehículo, una transacción, una inversión y una divisa para las reservas", aunque matizó que, como institución, el BCE se mantiene "neutral en lo que a la internacionalización del euro se refiere". Otros dos colegas de Noyer en la entidad, Guy Quaden y Klaus Liebscher, también destacaron el buen estado en el que se encuentra la economía e insistieron en la línea marcada la semana pasada por Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, que dejó ver una subida de tipos de nuevo el próximo mes de junio, hasta el 4 por ciento.
Pero no sólo las palabras, sino también los hechos impulsaron ayer a la divisa. En Estados Unidos un informe del Gobierno mostró que las compras de activos nacionales (bolsa y deuda) por parte de inversores extranjeros cayó en enero a 58.100 millones de dólares, frente a un dato revisado de 98.800 millones en enero. Las perspectivas de depreciación del dólar ya están haciendo mella en el comportamiento de los inversores.
Mientras tanto, Goldman Sachs afirmó ayer que espera un ligero rebote del yen frente al euro desde los mínimos de 162,2 tocados ayer.