
Los inversores todavía tienen el susto metido en el cuerpo. El rápido e inesperado descenso sufrido por el Ibex 35 entre el 27 de febrero y el 5 de marzo, periodo en el que el índice de referencia de las bolsas españolas se dejó un 7,45 por ciento en apenas cinco sesiones, ha minado la confianza existente en el mercado.
Esta sensación no sólo se refleja en los altibajos que ha registrando posteriormente el índice, sino que queda confirmada por el viraje que también ha emprendido la contratación, que ha pasado de ser uno de los baluartes de las subidas a convertirse en un elemento reforzador de las caídas.
Como escribió el famoso inversor húngaro André Kostolany en su libro El fabuloso mundo del dinero y la bolsa, "el dinero es el oxígeno de la bolsa". Es decir, su participación resulta indispensable para que los parqués se mantengan con vida. Por eso, los mercados siempre agradecen la presencia de una elevada cantidad de dinero, porque eso significa que la actividad también es alta. O lo que es lo mismo, alimenta la liquidez, uno de los requisitos que siempre se exige a las bolsas porque garantiza que los inversores pueden entrar y salir del mercado sin problemas.
El dinero 'vendedor' es más fuerte
Comportamiento del Ibex 35 desde el inicio de la corrección y negociación registrada en cada una de las sesiones.

Fuente: Boomberg/elEconomista
Cambio de sentido
Sin embargo, no todo el dinero es igual. Para valorarlo se debe tener en cuenta su signo, es decir, si es comprador o vendedor. Un valor sube cuando las compras de acciones se imponen a las ventas. Cuando eso ocurre, denota que el dinero que ha rodeado al valor ha sido comprador. En cambio, cuando hay más ventas que compras y las acciones caen, el dinero pasa a ser vendedor.
Por lo tanto, el dinero o la negociación constituye uno de los mejores termómetros para tomar la temperatura al ánimo de los inversores. Y así está volviendo a ocurrir ahora. Hasta el 27 de febrero, sesión en la que se desencadenó la corrección, la contratación venía apoyando la trayectoria ascendente de las cotizaciones y de los índices. Desde que comenzó el año -y como ya ocurrió durante la mayor parte de 2006-, se venía moviendo más dinero en los parqués en las sesiones alcistas que en las bajistas, algo que aportaba una mayor consistencia a los avances. No en vano, evidenciaba que los inversores tenían más ganas de comprar que de vender, de ahí que la tendencia fuera eminentemente positiva.
El punto de inflexión
Todo cambió, sin embargo, el 27 de febrero. Ese día, el Ibex encajó su mayor caída desde marzo de 2004. En concreto, se dejó un 3,01 por ciento. Además, este descenso se vio acompañado por una contratación de 7.604 millones de euros, muy por encima la media diaria que se venía registrando hasta entonces, que se limitaba a 5.875 millones.
El binomio descensos-alto volumen se confirmó en las cuatro jornadas posteriores, en las que la negociación superó los 11.000 euros al día, si bien esta cifra estaba inflada porque coincidió con la entrada de la italiana Enel en Endesa.
Sin consistencia
Pero la constatación de que el dinero había cambiado de sentido no se produjo en las caídas, sino en las subidas. En las cuatro sesiones transcurridas entre el 6 y el 9 de marzo, el Ibex recuperó un 3,7 por ciento. Sin embargo, a esta reacción le faltó un respaldo clave: el del dinero. En ese intervalo la contratación media se redujo hasta los 4.450 millones de euros, una cifra que reveló que los inversores continuaban sin tener la confianza suficiente como para regresar decididamente con su dinero a los parqués.
Esta impresión volvió a quedar patente el pasado lunes. Los números rojos retornaron esa jornada de la mano de una contratación superior a los 6.000 millones. Ayer, en cambio, esta tendencia quedó atenuada, ya que la caída del Ibex se produjo con una negociación de sólo 5.361,9 millones. ¿Un síntoma? Sólo el dinero que acompañe a las siguientes sesiones lo dirá.