Firmas

¿Qué pasará con la economía en 2014?

Los finales de año impulsan en los medios tanto una revisión o resumen de lo acontecido en lo político, social, deportivo, efemérides y, por supuesto en plena crisis, en lo económico, como también -y sobre todo- animan a realizar predicciones sobre lo que nos deparará el nuevo año que, como siempre, afrontamos con desconocimiento, incertidumbre y algo de esperanza. Especialmente en el aspecto económico de nuestras vidas, y en las actuales circunstancias, esto es más acuciante e importante que nunca.

Pero la verdad es que lo mismo que no podemos predecir ni saber, salvo con ciertas intuiciones y niveles de confianza estadística, qué deparará 2014 en lo político, sea doméstico o internacional, en la UE, en los conflictos que son o serán a lo largo del año, qué personalidad o personaje nos dejará, etc., tampoco podemos predecir, menos con tanta antelación, qué acontecerá con nuestra economía o la de nuestro entorno, salvo si partimos de ciertos supuestos de estabilidad en los acontecimientos (ceteris paribus) o, todo lo más, introduciendo cambios o modificaciones muy previsibles y razonables en nuestras perspectivas y modelos. Con todo, la realidad siempre superará la simulación.

Viene ello a colación porque los economistas reciben estos días solicitudes de predicciones sobre cuál será en 2014 nuestro crecimiento o tasa de paro, si se va a crear empleo neto o no o si realmente saldremos de la crisis el año que viene. Y quienes saben de esto responden, porque realmente saben y tienen elementos de información, conocimientos y herramientas para ello, pero pasan inadvertidas muchas veces sus observaciones (quienes lo hacen) tanto sobre los grados de confianza estadística aplicados como sobre el escenario general contemplado o los supuestos sobre los que basan la predicción.

Ciertamente, a fecha de hoy, hemos despejado bastante las incertidumbres que amenazaban la economía -y por tanto cualquier predicción- en 2008 o 2009, así como el convencimiento que algunos manifestamos (puedo citar analistas que decían que ya estábamos en la rampa de lanzamiento) de que 2010, 2011 y 2012 serían años malos, incluso peores de lo inicialmente previsto.

No obstante, en lo que llevamos de legislatura no todas las dudas, incertidumbres o desconfianzas se han despejado lo que pone peros o pegas a cualquier previsión de crecimiento económico e impulso en nuestra actividad a lo largo de 2014. Y ello sin hablar de posibles sobresaltos, aún pendientes, en la UE o EEUU, pero también en países emergentes.

La verdad es que resulta muy plausible que al final del año podamos crecer a tasas en el entorno del 1% (casi todas las previsiones están por debajo de esa cifra e incluso se mueven entre el 0,2 y 0,5 por ciento) y que se empiece a crear empleo neto incluso en el primer trimestre, aunque cuando realmente se note de forma débil pero alentadora sea en la segunda mitad del año.

Es muy posible que tanto las perspectivas de los agentes como sus expectativas mejoren y se afiancen, impulsando el crecimiento por encima de lo que prudentemente se dice y que realmente algunos cambios institucionales puedan favorecer la generación de empleo y la posible disminución del paro (habrá que estar atento a las cifras de actividad) a partir de menores tasas de crecimiento o actividad que antes de la crisis.

Aún quedan pérdidas en los arcones

No obstante, es preciso que ni los políticos de fuera -UE o EEUU- ni los de dentro fastidien más las cosas, pues todavía afrontamos dudas e incertidumbres serias y la necesidad de reformas más amplias y profundas. El sector financiero no está resuelto, aunque pueda estar encauzado. Aún existen muchos pufos o pérdidas en los arcones, y otros absorbidos por el Gobierno, que deberemos pagar y que tardarán tiempo en limpiarse. Y en medio están los cambios impuestos desde Bruselas.

Otro tanto sucede con nuestras cuentas públicas -gastos- que, lejos de mejorar, han ido a peor, pues ni las brutales subidas de cargas tributarias por doquier sirven para resolver unos déficit que siguen produciéndose, ya sé que menores pero que se suman a los anteriores, y una deuda explosiva, que debe incluir la de empresas u organismos públicos, las ayudas al sector financiero y la eléctrica. Es nuestro principal problema por sus dimensiones y por no querer abordarlo por parte de todos los políticos.

Y aún mantenemos debilidades graves en calidad y eficiencia institucional, incluido nuestro sistema de educación y enseñanza, pero también en libertades de diverso tipo, separación de poderes o independencia judicial, y mercados libres o menos intervenidos en muy diversos sectores. Con todo eso, sólo el optimismo y el deseo me hacen pensar que creceremos en torno al 1%.

Fernando Méndez Ibisate. Universidad Complutense de Madrid.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky