La economía española atrajo en su momento a cinco millones de emigrantes para que levantasen bloques de viviendas y para que trabajasen en la hostelería y en la restauración, según ha apuntado en más de una ocasión el economista Santiago Niño Becerra.
La magnitud de esa cifra, vista en otros momentos como necesaria, empieza a ser un motivo de incertidumbre para el maltrecho mercado laboral español.
El profesor de la Universidad Ramón Llull pide dejar al margen todo componente racial, cultural, religioso, o geográfico pero se plantea -como ha hecho en alguna otra ocasión, qué ocurriría si parte de la inmigración ya no fuese necesaria para generar PIB. En su opinión, "mientras no baje la población activa, no bajará el paro. No hay ninguna actividad en España que dé trabajo a 5.000.000 de personas", apunta el catedrático de Economía en una entrevista que recoge e-Notícies.
Sobre el mercado laboral y la reforma que preparan Gobierno y agentes sociales escribe hoy Niño Becerra en su blog de La carta de la bolsa. En su opinión, la citada reforma persigue favorecer la creación de empleo nuevo y reducir los costes laborales. Pero asegura: "Los dos juntos hoy son imposibles".
El economista considera que España es capaz de reducir sus costes laborales, pero piensa que no ganará nada haciéndolo. "Se argumenta que el país ganará competitividad si sus empresas reducen los costes del factor trabajo que utilizan: congelación de salarios, reducción del precio de las horas extras, disminución de las cuotas empresariales a la seguridad social, reducción de las indemnizaciones por despido... Es evidente que ello reducirá el poder adquisitivo de la población ocupada pero los partidarios del razonamiento argumentan que mejorará las posibilidades exportadoras de España", apunta.
Niño Becerra intenta extraer lo positivo de este razonamiento y alega que, posiblemente, exportando, la economía española crecerá y ocupará cada vez a más población activa que será remunerada con mayores salarios.
Pero la realidad es la que es
"Pero la realidad es que España produce lo que produce, que eso que produce es lo necesario que es, que lo produce con un nivel de dependencia energética y tecnológica elevada, y que nunca España podrá competir en costes laborales con Túnez o Marruecos (por no ir más lejos)", precisa Niño Becerra, "a no ser que se esté dispuesto a una inestabilidad social permanente".
"La capacidad de consumo de los posibles consumidores de los fabricados españoles es la que es, y es decreciente, porque también en el exterior se está produciendo un acelerado deterioro de la situación económica, y de ello el gran exportador, Alemania, ya sabe bastante", concluye el economista.
¿Cómo crear empleo?
Para favorecer la generación de empleo, el otro gran objetivo de la reforma laboral, Niño Becerra piensa que España debería cambiar su modelo productivo "lo que es imposible de hoy para mañana".
Otra opción sería hallar una actividad que reemplace a la construcción para sustituir la demanda de trabajo que la construcción generaba, "lo que no parece muy viable a medio plazo al margen de que, aunque se consiguiera, se produciría una caída del poder adquisitivo de la población ya que los salarios tienden a la baja como causa de la reforma laboral".
La gran duda que surge es, en un escenario en el que la oferta de trabajo tiende al alza "aunque sólo sea por el mero crecimiento vegetativo" y la demanda de trabajo tiende a la baja porque tanto el consumo como las exportaciones van a menos por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores exteriores, ¿cómo va a ayudar una reforma laboral a generar empleo?, se pregunta Niño Becerra.
En consecuencia, la reforma laboral "reducirá los costes laborales contra una promesa que no puede cumplir -reducir la tasa de paro-". ¿La alternativa? "La reducción de la población activa", concluye Niño Becerra.
España está condenada a un paro estructural del 16%
