
La calidad y seguridad alimentaria es una preocupación cada vez más latente en los hogares españoles. En una sociedad como la actual, globalizada, la competencia trasciende a nivel internacional. El proceso económico, tecnológico, social y cultural provoca una creciente interdependencia entre países y genera una proliferación de bienes y alimentos entre los que el consumidor tiene una mayor capacidad de elección.
Ante este panorama, es necesario apostar por una estrategia empresarial en la que prime la calidad y que genere una marca diferenciada ante el incesante crecimiento de la competencia. Las empresas deben buscar un valor añadido que distinga sus productos, un elemento que les identifique y les haga únicos. Solo de este modo pueden consolidarse en el mercado y en la mente del consumidor.
Los usuarios hoy en día se decantan por productos saludables y que aporten la máxima calidad. Contar con sellos o etiquetas distintivas que avalen los correctos procesos de producción y estar amparado bajo la categoría de una denominación de origen son garantías de que la compañía cumple con creces las correspondientes normativas de producción, de seguridad alimentaria y medioambiental, y de que la elaboración de sus productos se realiza siguiendo los más altos niveles de calidad, al tener que pasar estrictas inspecciones y exigentes procesos para lograr destacarse con un sello que lo acredite.
Esta estrategia empresarial pasa por centrarse en un segmento específico de clientes, que entiendan los valores de la compañía, y apostar por la especialización en productos exclusivos con un alto grado de diferenciación, con una excelente calidad y un servicio exquisito. Pero esta apuesta comercial puede venir acompañada de otras tácticas de negocio con el fin de alcanzar una posición competitiva dentro del sector tanto a nivel nacional como internacional.
Estos distintivos pueden ser la clave para el éxito de la marca. Se trata de una característica diferenciadora frente a las empresas competidoras del sector, a la vez que se convierte en un atractivo para el consumidor, que ve satisfechas aquí las necesidades de calidad que busca en su cesta de la compra.
El reto es lograr que el cliente reconozca bajo una marca no solamente el producto, sino la calidad que lleva asociada y los valores diferenciadores. Para ello es vital contar con avales que certifiquen cada fase del proceso de producción. Cada paso cuenta: desde el instante de la siembra, el terreno en el que ha sido cultivado, las circunstancia de maduración, cómo ha sido el cuidado de la materia prima hasta el momento de la recolección, y cumplir todos los requisitos necesarios tanto en la línea de producción, envasado, etiquetado, almacenamiento y conservación de los productos con el fin último de que el alimento contenga las máximas cualidades.
A la hora de construir un producto de alta calidad y afianzar una imagen de marca es fundamental contar con la acreditación de sellos de calidad que les identifiquen como un producto con peculiaridades y de atributos superiores a los del resto. Se debe realizar un trabajar continuo en esta dirección, con esfuerzo y utilizando las mejores tecnologías y avances con la finalidad de buscar la perfección y la excelencia y superar con éxito todas las exigencias. Se trata de buscar el compromiso de que los productos que lleguen a los hogares ofrezcan las mejores cualidades. Y es que detrás de una simple etiqueta hay mucho trabajo y muchos garantías cumplidas.
Si a los certificados y sellos de calidad se une el aval del reconocimiento a nivel nacional e internacional, a través de premios que acreditan el alto nivel del producto, se conforma una magnífica carta de presentación de la marca ante el consumidor local y a la hora de abrir la estrategia comercial hacia nuevos mercados en el exterior.