El liberal finlandés Olli Rehn es en estos días de nerviosismo en los mercados una de las personas cuyos gestos, palabras y silencios son minuciosamente interpretados por los analistas de todo el mundo. Posición delicada que comparte con otros primeros espadas de la política económica internacional como el francés Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE).
En febrero, Rehn relevó al socialista español Joaquín Almunia como comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios. Precisamente uno de los últimos momentos notorios de Almunia en esta cartera, antes de pasar a la de Competencia, fue echar leña al fuego de las especulaciones al detallar la lista de problemas comunes a las economías de Grecia, España y Portugal.
Grecia, la primera tarea
El tema más candente al que Rehn se enfrenta es el riesgo de quiebra del Estado heleno y la necesidad de que su deuda y su déficit público pierdan la costumbre de infringir exageradamente los límites que, para preservar la credibilidad del euro, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento impone sobre Eurolandia: los 16 países que comparten la moneda única europea. Su responsabilidad es supervisar que Grecia sanea sus presupuestos y, si no es el caso, lanzar la señal de alarma.
La coyuntura actual es una vieja conocida de Rehn quien, como consejero especial del primer ministro de Finlandia en los años 1992 y 1993, lidió con una profunda recesión que obligó a Helsinki a rehacer cuatro veces en un solo año sus presupuestos.
Hubiera sido futbolista si las lesiones le hubieran respetado. Se tuvo que conformar con presidir la liga de fútbol finlandesa en 1996 y 1997. Y aún juega como aficionado. De joven trabajó en el taller de mecánica de su padre, y vendió piezas de repuesto.
Desembarcó en la política comunitaria en 1995 como eurodiputado. Entre 1998 y 2002 fue jefe del gabinete de Erkki Liikanen, entonces comisario europeo de Telecomunicaciones y ahora gobernador del banco central de Finlandia.
En 2004 fue nombrado comisario europeo de Ampliación: terminó de negociar la precipitada adhesión a la UE de Rumanía y Bulgaria; participó en la negociación aún en marcha para la futura entrada en el club de los países de los Balcanes y Turquía; y recibió la candidatura de Islandia. Rehn se ganó en el último lustro la confianza del conservador portugués José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea. Tiene un buen sentido del humor, aunque un tanto melancólico, a la finlandesa.