
Los apuros de la crisis han hecho desandar a la banca española tres décadas largas en la construcción de su red, con el mayor sacrificio en capacidad instalada y personal de toda Europa: nuestras entidades son responsables del 34,6% del ajuste de plantilla de la zona euro y han echado el cierre al 53% de todas las sucursales. Entre 2008 y el pasado ejercicio se han roto aquí relaciones laborales con 74.854 empleados, vía prejubilaciones y despidos; de los 216.458 puestos extinguidos en la región.
La comparación resulta aún más demoledora en capilaridad cuando 14.066 de las 26.859 sucursales clausuradas en la veintena de países son de factura española. Ningún otro mercado ha echado la persianilla a más locales -el segundo en cierres es Alemania, con 4.247; seguido por Italia, con 3.446-. Y, solo en Reino Unido, país europeo pero externo a la zona euro, supera las bajas laborales, con 88.701 empleados afectados. E, incluso, este censo representa un 18% de los puestos existentes en la City antes de estallar la crisis, cuando en España se ha prescindido ya del 27,1% del personal en nómina.
Plantillas de los 'años 70'
La dispar evolución, recogida en los Indicadores Estructurales de la Banca que compila el Banco Central Europeo (BCE), es contundente en cifras absolutas y relativas: solo Dinamarca, Irlanda, Grecia y Letonia sufren un redimensionamiento superior de plantilla, que, en el peor de los casos, alcanza el 32,6%, no muy diferente al español. Distinto es en capacidad instalada porque Dinamarca, Estonia, Letonia u Holanda han extinguido la mitad o casi de la red con solo suprimir unos centenares de locales dada su diminuta estructura de puntos de atención al público.
Pero en mercados equiparables por tamaño no hay comparación. Mientras Alemania, Francia o Italia apenas menguan estructura entre un 4 y 10%, España se ha retrotraído al esquema de los años ochenta o, incluso, anterior. Y es que el pasado año, la red quedó minorada a 31.999 sucursales y a 201.643 el número de empleados.
Se trata de la plantilla más diminuta existente en la industria desde que arrancan las estadísticas del Banco de España en 1981 y la capacidad de distribución menor desde las 31.823 oficinas de 1984.
El desplome de la actividad y la caída de beneficios están detrás de una radical tala, cuya culminación sigue pendiente. En los primeros compases de la recesión prescindir de estructuras se convirtió en obligado para eliminar redundancias heredadas de la oleada de fusiones, y obligadas en muchos casos por Bruselas, que exigía reducir a la mitad la red y recluirse a los territorios de origen a entidades socorridas con ayudas públicas.
La reducción se enfrentó con atractivas bajas voluntarias, sobre todo, en forma de prejubilaciones con un coste medio para la industria de 128.211 euros, que en no pocos casos superó los 200.000 euros. Pero los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) bajan la indemnización medida a 54.300 euros. Y es que de evitar duplicidades se ha pasado a aligerar costes fijos, jibarizando la estructura original, y dando salida a personal de menor edad y antigüedad a través de expedientes de regulación de empleos más económicos.
Tras siete años de crisis y reducido el número de entidades de medio centenar a una quincena el proceso aún se aceleró el pasado año. El número de oficinas menguó un 5 por ciento y el 6,6 por ciento las plantillas, con 1.714 oficinas y 14.310 bajas laborales, un impacto de nuevo sin parangón en la zona euro.
De prejubilaciones a ERE
La previsión es que continúe porque hay integraciones sin culminar como la de Barclays en Caixabank y CatalunyaCaixa en BBVA, y aumenta la creencia en que la carrera por recuperar la rentabilidad germinará otra oleada de consolidación y tijeretazos adicionales en la estructura para sortear con mejor posición los desafíos del sector.
Y es que durante la crisis ha desaparecido casi una quinta parte del negocio: el saldo vivo en préstamos para compra de vivienda menguó un 35% entre el récord de 1,09 billones en 2009 y los 710.008 millones de mayo pasado; y la aportación de las comisiones a la cuenta minoró un 20%, de 13.693 a 11.257 millones entre 2007 y 2014.
El margen bruto generado en España y comprensivo del negocio con clientes -créditos y comisiones- acabó el pasado año en 56.435 millones frente a los 69.000 millones previos a la crisis. Sin embargo, la partida de costes apenas bajó de 29.758 a 26.554 millones en igual. Gran parte se encuentra lastrada por indemnizaciones por despidos y el coste de las integraciones, pero aún así es una partida rígida donde se pone el foco, al ser la tecla para mejorar las cuentas mientras los ingresos continúe sin contribuir lo suficiente.