Internacional

En Alemania no hay tantos ultraderechistas

  • La mayoría de los votantes tilda a AfD de patriotas...
  • ...pese a que su narrativa roza lo delictivo
Los candidatos de AfD celebran los resultados electorales. Foto: Reuters.

Si algo han provocado los resultados de las elecciones alemanas es estupefacción y sorpresa ante una realidad que ya se dibujaba hace varios meses: la entrada de la ultraderecha en el Parlamento, hecho insólito desde la caída del nazismo. Son tiempos convulsos en toda la Unión Europea, que se esfuerza por reforzar su credibilidad mientras le nacen partidos xenófobos por doquier. Su discurso se retroalimenta de unos países a otros y el nexo común son los refugiados que están llegado a Europa desde hace dos años.

Ante un contexto de amenazante precariedad laboral en algunos sectores, la población prioriza su propio "pueblo". Es precisamente esta palabra la que los ultraderechistas utilizan en todo momento para hacer que la ciudadanía se sienta parte de un discurso cuyo trasfondo es fascista. Son los mismos dirigentes políticos que no rechazarían a un inmigrante sirio si éste renegase del Islam o fuese rico. Sus posturas se alejan mucho del marco democrático que canaliza la reelegida Angela Merkel, cuyas decisiones políticas podrán haber sido mejores o peores, pero nunca ha mostrado actitudes radicales contra la diversidad religiosa.

Se puede criticar el acuerdo de la Unión Europea con Turquía, incluso el giro derechista de casi todos los partidos germanos desde la irrupción de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, según sus siglas germanas).

Pero no se puede negar que Alemania ha conseguido acoger a más refugiados que ningún país de Europa y además cuadrar las cuentas, estableciendo una partida económica especial dedicada sólo a este fin. Evidentemente, la solución última no es simplemente acoger a todos los que vengan, pues la sociedad alemana ha dejado claro que no quiere eso. Pero las proclamas de Alternativa para Alemania lo único que hacen es incendiar un debate ya de por sí polémico en el país. Además consiguen enfrentar a personas con el mismo nivel de ingresos, que ven en los asilados una amenaza. La cuestión europeísta es un tema en el que AfD siempre ha sido ambigua. Sus últimos carteles rezaban: "¿Rescate del euro? No a cualquier precio".

En ciertos momentos, se han mostrado muy contrarios a la moneda común y en otros momentos no del todo (según el liderazgo que tuviesen). Es un partido maleable pero que, a fuerza de divisiones internas, se va construyendo un nicho electoral fuerte. El problema es que, aunque las declaraciones de los dirigentes de AfD cada vez tienden más al ultraderechismo, la mayoría de sus votantes no los identifica como tal, sino como simples patriotas. Su narrativa discursiva en ocasiones roza lo delictivo, pero su estrategia de márketing es deslumbrante. Invierten mucho dinero en publicitarse virtualmente y siembran odio en las redes sociales para canalizar el descontento ciudadano. Su tirón es más fuerte en los Estados federados del este, que tienen mucha tendencia a polarizarse.

Después de unos de los comicios más difíciles para Angela Merkel, implacable tras cuatro legislaturas seguidas, cabe preguntarse por qué el voto protesta en Alemania no llega a través de partidos cuyos cauces se ajusten a los del marco democrático.

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