
Si pudiéramos saber con exactitud, sólo observando, lo que está pensando un desconocido o cómo es en realidad su personalidad, estaríamos probablemente más cerca del plano divino que del humano... o quizá no.
Actualmente, la morfopsicología es una técnica en auge que pretende establecer una relación entre los rasgos físicos de las personas y su comportamiento. Julián Gabarre, autor del libro
El rostro y la personalidad y director de la Escuela de Morfopsicología, explica que "esta técnica ofrece una gran fiabilidad, prácticamente podemos hablar de un acierto del 100 por ciento. Aunque no podamos saber qué va a hacer una persona, sí es posible conocer su tendencia natural".
EL FBI aplica esta técnica
Actualmente, algunos de los cuerpos policiales de élite ya empiezan a utilizarla. De hecho, en Estados Unidos, el FBI emplea una tipología de individuos muy similar, se trata del modelo de Ernst Kretschmer, psiquiatra y neurólogo alemán, que establece tres tipos de constituciones: lepsomática (introvertido y susceptible), atlética (tranquilo, detallista y digno de confianza) y pícnica (alegre y sociable).
La diferencia principal entre esta triple tipología y la morfopsicología, es que esta última analiza los rasgos faciales desde un punto de vista individual y, por tanto, existen tantos modelos diferentes como individuos.
Los individuos y los negocios
Pero la morfopsicología no sólo tiene una utilidad policial, enfrentarse a un interlocutor anónimo es un ejercicio más que habitual en el mundo de los negocios. "Resulta muy útil a la hora de formar equipos. Actualmente tendemos a elegir a personas parecidas a nosotros y pocos veces son complementarias. Además es una herramienta muy útil en el ámbito comercial porque, si somos capaces de tratar a los clientes como les gusta, estaremos logrando fidelizarlos", asegura Gabarre.
En la morfopsicología, el rostro queda dividido en tres zonas: la frente y los ojos; la nariz y los pómulos; y la boca, la mandíbula y el mentón. La primera es la parte más cerebral, la segunda hace referencia a los sentimientos y, en la tercera zona, se visualizan las emociones. Además, cada una de ellas corresponde con una parte del cuerpo. El pensamiento está conectado con el cerebro mientras que los sentimientos lo hacen con los sistema respiratorio y circulatorio. Por último, la zona inferior de la cara se identifica con el sistema nervioso, el aparato digestivo y el reproductor.
¿Se imagina poder intuir cómo son algunos de los empresarios más influyentes de nuestro país? Julián Gabarre ha realizado para elEconomista un análisis personal a cuatro presidentes de importantes compañías:
Francisco González. Presidente del BBVA.
Se rige por la inteligencia intuitiva y la concreta. Aunque tiene muchas ideas, le cuesta ponerlas en orden, precisar y concretarlas. El cerebro emocional-sentimental es su estructura más floja (es el más miope) y, por ello, el más vulnerable. Es el que más necesita el trabajo para sentirse más pleno aunque le cuesta delegar. No es partidario de los convencionalismos ni del ocio, ya que en su estructura profunda está grabado "el ocio se opone al negocio".
Rafael del Pino. Presidente de Ferrovial.
Dotado con un enorme potencial intelectual. Muestra una elevada inteligencia abstracta, así como una gran memoria conceptual. Además, tiene una marcada habilidad para dar soluciones globales. Destaca su capacidad de asimilación y su intuición, de pensamientos y sentimientos idealistas. Y es que le gustaría hacer algo "para que quede a la Humanidad". Sus sentimientos delicados, apasionados y algo introvertidos, unidos a su notable sensibilidad, delicadeza y visión de futuro, hace de él un hombre con una estructura muy favorable para dirigir empresas y equipos.
Florentino Pérez. Presidente de ACS.
Domina en él la inteligencia de la intuición, con un excepcional "olfato para saber donde está el dinero". Asimismo, muestra un considerable "sentido del ahorro" y "de la oportunidad, sabe esperar". Estos aspectos fundamentales para un empresario "son viscerales, los lleva en sus genes". Es muy hábil en las relaciones, con un notable sentido de la diplomacia "cuando hay algo por medio". Tiene dificultades para crear equipos ya que le es difícil delegar, pero si consiguiera mejorar este aspecto, los resultados en sus negocios serían mucho mejores.
César Alierta. Presidente de Telefónica.
Su inteligencia abstracta es aceptable, aunque la concreta y la pragmática son excelentes y la intuición notable. Su mediana imaginación está al servicio de la eficacia y la rentabilidad, y como las capacidades de planificación, organización y realización son altas, la visión de futuro está por encima de lo normal. Además sabe canalizar muy bien sus ideas en acciones concretas por lo que cabe esperar resultados eficaces. Debe también trabajar en el campo de la delegación y como consecuencia en la creación de equipos complementarios. Es tremendamente selectivo a nivel de amistades verdaderas y es poco hábil para manifestar sus sentimientos.
Según Gabarre, cada vez son más las empresas interesadas en formar a sus directivos en la técnica de la morfopsicología porque los resultados son muy positivos. "A través de los rasgos de una persona se puede saber si tiene olfato para los negocios, sentido del ahorro, capacidad negociadora, si es constante, si tiene voluntad, etcétera", afirma. "No obstante, no es excluyente. Sirve para conocerse mejor y modificar tendencias naturales erróneas".