
¡Sálvese quien pueda! Con esta exclamación podría definirse el ambiente enrarecido que existe entre las pymes españolas y, más concretamente, entre empresas compradoras y suministradoras. Entre las primeras se está generalizando la moda de dilatar el plazo de pago a sus proveedores con el objetivo de obtener liquidez, lo que tiene serias repercusiones.
Sin embargo, esta especie de financiación forzosa a costa de otros no sólo está poniendo en peligro la vida de muchas pymes proveedoras, sino que, como se afirma desde la Asociación Española de Profesionales de Compras, Contratación y Aprovisionamiento (Aerce), ha provocado que una de cada cuatro haya tenido que presentar concurso de acreedores.
Además, esta dilatación extrema en los tiempos de pago está deteriorando la relación entre empresa suministradora y empresa cliente y haciendo que se cierren muchas puertas comerciales que luego será difícil volver a abrir. Como señala Juan José Jimémez, director general de Aerce, "a ver quién se atreve a vender nada más a una empresa que no te pagó en su día y provocó que lo pasaras mal. Por otro lado, también es un grave error desde el punto de vista financiero porque tener ese dinero retenido en el banco uno o dos meses va a producir escasos beneficios contables a la empresa que lo hace".
Sin crédito
"Antes, estos suministradores acudían al crédito para solventar la situación, pero ahora los bancos no prestan dinero y las empresas no pueden aguantar", añade Jiménez. ¿Resultado? Que un 25% de pymes y micropymes ya han tenido que echar el cierre a sus negocios porque no cobran. Para este experto se está produciendo una auténtica masacre entre pymes, que no tiene justificación. "A no ser", señala, "que el banco en el que retienen el pago les dé la rentabilidad del 33 por ciento equivalente a lo que ocurriría con la amortización de una máquina en tres o cuatro años".
Aparte de eso, la situación perjudica notablemente la competitividad porque, al final, los productos que se venden tienen un coste superior.
Lo que ocurre es más bien psicológico, al pensar que teniendo el dinero un mes más en el banco le va a rentar lo suficiente o va a sacarle de su posición crítica. Los hipermercados sí viven de este pasivo, pero no las pymes. No se puede aumentar la liquidez a través de la dilatación del pago.
Pero este hecho es inherente a cualquier empresa y más si opera en España, dado que nuestro país es el primero del mundo en dilatar los pagos. Así se desprende del último barómetro publicado por el Grupo Atradius (opera en España a través de la aseguradora Crédito y Caución) en el que nuestro país es -junto a Italia- el que presenta plazos de pago más largos.
Peores pagadores
Como subraya Pavel Gómez, portavoz de la aseguradora, "aunque los plazos medios de pago en los países de la UE se han reducido en el primer semestre de 2009, sobre todo en Francia y España, seguimos a la cabeza como los peores pagadores del mundo con una media de 67 días". La cifra es alta y supera la media de 60 días de hace sólo un año.
El trabajo, de periodicidad semestral, incluye operaciones a crédito y al contado de empresas de mediano y gran tamaño. Aunque, como destaca Juan José Jiménez, las demoras en los pagos varían según el sector -privado o el público- y dependiendo del negocio. Así, por ejemplo, las grandes superficies pagan a sus proveedores a 180 días, las grandes constructoras se van a los 210 días y las pymes suelen hacerlo entre 60 y 90 días de media. En cuanto al sector público, mientras Gobierno y autonomías suelen cumplir la ley de plazos, los Ayuntamientos pagan, como pronto, a 365 días.
Por eso, ahora la UE quiere endurecer las condiciones y está preparando una normativa que multe a los organismos públicos que dilaten los pagos e incluye intereses de demora en las transacciones privadas. Aún así, de los 20 mercados analizados en el estudio, China es quien aplica con mayor intensidad diferentes plazos de pago (lo hace el 93%o de sus empresas), seguida de Hong Kong (81), México (75), República Checa (66) y España (60), por este orden. Por otro lado, en EEUU es donde están más satisfechos con el comportamiento empresarial, y en España donde están menos contentos.