El Gran Teatro Nacional de Pekín, que se inaugura en diciembre, ha provocado una lluvia de críticas por su futurista forma de óvalo, que le ha valido el sobrenombre de "el huevo", aunque las autoridades insisten en que se convertirá en un monumento emblemático popular.
Situado en el centro de Pekín junto al monolítico Gran Salón del Pueblo del estilo soviético de los años cincuenta, para muchos pekineses el edificio parece fuera de lugar.
El director del proyecto Gao Yuting, se ha defendido de las críticas y ha afirmado que "cada diseño arquitectónico, salvo quizá los de los edificios residenciales, está hecho para provocar un debate público. Es inevitable que haya gente contraria a los planes".
Será aceptado con el tiempo
Yuting añadió que "los edificios son hijos de su tiempo" y que, en los años 50, "la construcción del Gran Salón del Pueblo también encontró rechazo. Mucha gente pensaba que era un edificio europeo y que era incompatible con en entorno de estilo chino". En este sentido, señaló que la creación será aceptada "gradualmente" y "se convertirá en una parte integral y armoniosa del área".
Diseñado por el arquitecto francés Paul Andreu, el teatro tiene tres salas principales: una ópera con 2.416 localidades, una sala de conciertos de 2.017 asientos dotada de órgano, y un recinto para obras teatrales de 1.040 asientos. Para entrar, los espectadores tienen que atravesar primero una galería subterránea con un techo de cristal relleno de agua, que les conduce al cavernoso interior.
La mayor parte de los materiales utilizados en la construcción han sido obtenidos en el país asiático, como los diez tipos diferentes de mármol y los tapices de rayas rojas y castañas empleadas en el teatro lateral.
Las primeras obras de prueba comenzaron hace un mes, con las bailarinas armadas del clásico de la Revolución Cultural "El destacamento rojo de mujeres", aunque las entradas se distribuyeron entre los departamentos gubernamentales y no se vendieron al público.