
La alarma la daba el Banco España cuando en su último informe de coyuntura avisaba de que el sector exterior puede dejar de aportar este año al crecimiento del PIB. Tras seis años consecutivos con superávit de balanza de pagos, un excedente en la balanza corriente que el año pasado alcanzó casi el 2% del PIB y generando capacidad de financiación frente al exterior desde 2012, a la economía española se le puede parar el motor que la mantuvo a flote durante los años más duros de la crisis y que ha sido clave para consolidar la recuperación.
Amenazado por factores tanto internos como exógenos nuestro sector exterior acumula ya un déficit por cuenta corriente de 2.800 millones de euros en el primer cuatrimestre del ejercicio en curso, frente al superávit de 600 millones en los mismos meses de 2017.
Una evolución negativa marcada por el descenso de 2.300 millones de euros en el saldo positivo de la balanza de bienes y servicios, lastrada por el aumento de casi un 19% en el déficit del comercio de bienes que contrarresta el buen comportamiento del turismo que mejora un 2,2% sus resultados del período.
Cierto es que todavía es pronto para asegurar que se vaya a producir un giro radical en la tendencia de este componente del PIB, pero también es una realidad que el actual escenario de tensiones en el ámbito nacional e internacional no invita al optimismo, a pesar de que las victorias de la corriente europeísta en los comicios de los Países Bajos, de Macron en Francia y la renovación del mandato de Merkel en Alemania han sido elementos en favor de la estabilidad.
Pero, frente a ellos, persisten una serie de factores de riesgo, económicos y geopolíticos, que configuran el entorno a medio plazo entre los que destacan la vulnerabilidad financiera asociada al creciente volumen de la deuda, la subida de los tipos de interés, la escalada de barreras comerciales entre EEUU y China, la guerra de aranceles desatada por Trump contra la UE, Canadá y México, el alza de los precios del crudo, el desenlace del Brexit, el resurgir de Rusia en la carrera por el poder con su creciente protagonismo en Oriente Medio, la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán por la supremacía en esta última región y el auge de los partidos populistas-extremistas en Europa que se han situado como segunda o tercera fuerza política. Especial preocupación merece en este punto la expectación ante las decisiones que vaya a poner en marcha el nuevo Gobierno en Italia resultante del acuerdo entre el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte.
Vientos de tormenta que llegan desde el exterior y a los que que aquí, en casa, se añade la incertidumbre política que vuelve a llenar de nubarrones el cielo de la economía y las tensiones, que se agravan, del desafío separatista catalán. Factores que están empezando a rebajar las expectativas de los analistas nacionales e internacionales ante una posible paralización de las inversiones y un freno a la creación de empleo. La notable desaceleración sufrida por las inversiones en bienes de equipo durante el primer trimestre -se situó en el 2,2% interanual, 5,5 puntos menos que en el trimestre anterior, tras caer un 1,6% en tasa intertrimestral- es un primer síntoma de que algo empieza a oler a podrido, en Dinamarca, en España y en el comercio internacional.