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Cristina Cifuentes: contra el acoso y derribo, transparencia

Cristina Cifuentes, durante la comparecencia en la que anunció su dimisión como presidenta regional. Foto: Efe.

En términos ganaderos, lo que ha pasado con Cristina Cifuentes se llama acoso y derribo de la res. Subidos en el caballo los jinetes la lacean y empujan con la garrocha hasta que es derribada. La pregunta que viene a la cabeza con los acontecimientos del llamado Asunto Cifuentes es: ¿a quiénes habrá pisado los callos Doña Cristina para que se lancen... de forma tan dura y despiadada a su derribo? Por supuesto, que a los de otros partidos, que ven, con una malévola sonrisa, cómo desaparece de candidata una política que estaba construyendo una imagen de eficacia cuando menos. Pero ¿y en el propio partido habrá también algunos frotándose las manos? Cuando pisas callos de los que te conocen de cerca, hay que tener más cuidado, porque saben de tus fortalezas y de tus debilidades ¡Dura vida del político! ¿Quién va a quererse dedicar a esta profesión en la que se está expuesto de esta manera cruel a la opinión pública y a la opinión publicada, radiada, televisada y en las redes difundida.

Porque, al albur de lo que estamos viendo, es una profesión despiadada. Por eso siempre me llamó la atención una lección que me enseñó el profesor Esteve Jardin. Esteve es académico y profesional de la campaña electoral. Da un curso en la Kennedy School de Harvard sobre campañas electorales. Curso que repite en otras universidades y Escuelas de Negocio del mundo, entre ellas el IESE. Además, Steve dirige campañas electorales; por ejemplo de candidatos a Gobernador en Estados de EEUU y en el extranjero. Por eso, su autoritas en esta materia no es solo la de un teórico sino, como se dice en el mundo anglosajón, también la de un practicioner.

Una buena parte de su curso se focaliza en el candidato cuya campaña dirige. Según él, la primera obligación del director de campaña es desnudar al candidato y su familia más estrecha; conocer todas las circunstancias de su vida. Desde que nació hasta el momento de empezar la campaña electoral. Como diría un castizo: con pelos y señales. Cualquier error cometido, por pequeño que sea, puede ser un proyectil mortal en manos de los contrarios. En EEUU, por ejemplo, es necesario saber si alguna vez fumó marijuana, aunque fuera en época de estudiante y una sola caladita.

La segunda obligación es, con permiso del candidato, escribir y publicar una biografía con los aciertos y los éxitos, pero también con los errores cometidos y explicados; añadiendo, por supuesto, el arrepentimiento por ellos. Con este mecanismo de transparencia se conjuran, según el profesor Jardin, muchos de los ataques futuros. La respuesta a una acusación es: sí, lo hice, lo he dicho y he pedido perdón, y si se puede añadir: cosa que usted (contrincante) no ha hecho en... Porque es evidente que la tercera obligación del director de campaña es estudiar a los contrarios, dejándolos en paños menores. No para publicar sus errores, sino para tener defensas, siempre respetando a la persona y la ética profesional.

Jardin dice que puede haber algún tropiezo anterior que el candidato no quisiera sacar a la luz. Muchas veces se refieren a asuntos concernientes a la familia o los amigos que el candidato quiere respetar. Entonces Steve aconseja estudiarlo muy bien y tener preparada la respuesta. Pero, asegura a continuación, en su vida profesional nunca ha visto que un secreto importante no saliera, tarde o temprano, en la lucha electoral o después.

La conclusión es bien clara, contra el acoso y derribo del político, el antídoto es transparencia. No solo es lo más ético, según Jardin es también lo más estético y lo más eficaz.

Porque si, además, estamos en un mundo de re-des informáticas que todo lo trasmiten sin matices y a gran velocidad, la transparencia es inevitable y "dígalo antes de que se lo digan".

Por cierto, otra vez cae alguien del entorno del presidente sin que él haya tenido que disparar ¡Inaudito! Otra vez ha ganado su prudencia, ante los que le pedían que entrase rápido en la melé. Sigue sin despeinarse, pero el acontecimiento ocurre. Aviso a los demás.

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