
Mucho se ha hablado a nivel global de las ayudas al desarrollo de las energías renovables. De los subsidios verdes, de las subvenciones a la fotovoltaica y a la eólica, de las primas reguladas, de las subastas por tecnología, de las cuotas verdes, de la competencia desleal ejercida desde los privilegios. Y muchos se echan las manos a la cabeza por las supuestas injerencias en un mercado que tendría que regularse por sí mismo, sin las distorsiones ni desequilibrios propiciados por las ayudas.
La realidad es que los subsidios a las energías fósiles son muy superiores a los que reciben las renovables. El apoyo que las energías más contaminantes están recibiendo de los estados a día de hoy es enorme, mucho más amplio que las políticas aisladas para promover las llamadas energías limpias. Estamos hablando de sistemas económicos completos que favorecen a la todopoderosa industria de los hidrocarburos a través de medidas de lo más variopinto: de carácter directo o indirecto, fiscales, financieras, laborales y hasta jurídicas.
Desde créditos de bajo coste para empresas, hasta ayudas públicas para que las empresas petroleras conserven su competitividad.Una situación bien distinta de lo que acontece en el sector de las renovables. Una reciente investigación de la escocesa universidad de Saint Andrews desarrolla una nueva metodología para calcular los subsidios a la industria petrolera a nivel mundial.
El trabajo, firmado por el Profesor de Economía de la Universidad de Saint Andrews y de la Universidad de Oxford, Radek Stefanski, realiza una estimación del alcance de estos subsidios implícitos en base al estudio de las intensidades energéticas de los distintos países.
Ha identificado un patrón claro de evolución de la intensidad energética en los países, de forma que las desviaciones a este patrón viene dadas, según Stefanski, por distorsiones en la productividad y en el precio de los combustibles fósiles. Los resultados resultan, cuanto menos, chocantes. Remitiéndonos a palabras textuales del estudio: "esta metodología revela que las distorsiones en los precios de los combustibles fósiles a nivel mundial son muy amplias, están camufladas y que han crecido con el paso de los años".
Los subsidios a las fósiles por año ascienden a casi 420 billones de dólares en China, a 170 en EEUU, a 83 en Rusia o a 44 en India, en total unos 983 billones para todo el mundo en 2010. 20 años atrás, en 1990, el apoyo a la industria petrolera era muy inferior a esta, 200 billones de nada, pero con el arranque de década las cifras se disparan para multiplicarse casi por cinco en veinte años. Puede sonar a exageración pero los datos revelados por otros estudios, como los del International Monetary Fund o la Agencia Internacional de Energía, también revelan un crecimiento importante. Los subsidios a los combustibles fósiles han crecido exponencialmente desde el 2000 hasta ahora, por mucho que los países y sus gobiernos proclamen a los cuatro vientos su adhesión a las energías más limpias y su intención de controlar la huella de carbono. Están diciéndonos una cosa y haciendo otra distinta.
Ahora ya tenemos la certeza de que existen alternativas a los hidrocarburos mucho más limpias y sostenibles que estos. Qué sentido tiene continuar subvencionando una energía con un retorno tan desequilibrado y que, además, copa un 80% del mercado mundial. Habrá que dirigir la mirada hacia otras tecnologías y modelos que promuevan mejor la eficiencia y la sostenibilidad, es el momento de ello. Especialmente ahora, en el que los bajos precios del petróleo pueden suavizar la transición hacia precios más reales en carburantes. El sector energético y la clase política tendrán que interiorizar eso que ya dicen muchos, que no estamos en un momento de cambio, sino en un cambio de época.