
Será un momento tranquilo y discreto, sin dramatismos ni fanfarrias. A las 12:30 de este miércoles, Sir Tim Barrow, representante británico en la UE, abandonará una reunión rutinaria de embajadores ante la UE para entregar en mano una carta de su Gobierno a Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo. El artículo 50, que dará inicio al proceso de dos años de salida de la UE, quedará finalmente invocado.
La falta de ceremonia no debería oscurecer la importancia de la ocasión. Y es que invocar el artículo 50 cambiará profundamente a Gran Bretaña y a la UE, reforzará la economía del Reino Unido, a la vez que acelera su disociación del resto de Europa, hará que la UE funcione mejor e incluso puede que sirva para rescatar al euro, aunque disminuya su poder en el mundo, e impulsará el desvío de poder del Atlántico al Pacífico. El veredicto final de la historia está por ver, lógicamente, pero tras la invasión de Irak en 2003 podría acabar siendo el segundo mayor suceso geopolítico del siglo XXI.
Las grandes dudas del divorcio
En los próximos meses se va a prestar mucha atención a los mínimos detalles del acuerdo de divorcio. ¿Cuánto tendrá que pagar Gran Bretaña para poder marcharse? ¿Qué cuota recibirá de los activos que ha acumulado en cuarenta años de membresía? ¿Qué acceso tendrá al mercado único y con qué condiciones? ¿Las empresas europeas seguirán pudiendo vender sus productos sin aranceles en Gran Bretaña? Habrá peleas amargas y desagradables. Al final, lo más probable es que no se llegue a un acuerdo, por lo menos en el plazo de dos años, y Gran Bretaña acabará comerciando con Europa con las mismas condiciones que Corea del Sur o Japón.
Sin embargo, con el tiempo todo eso se olvidará (como en cualquier divorcio) y ambas partes de la separación seguirán su camino y forjarán su futuro. Si pensamos en décadas en vez de meses o años, ¿qué cambiará la salida del Reino Unido? Tres grandes tendencias merecen atención.
Primero, la economía británica será más fuerte, pero distinta. El consenso en el sistema económico de que el Brexit debilitaría mortalmente al país ha resultado ser una opinión tan descaminada como casi todas las de la élite. En realidad, Gran Bretaña parece haber emergido por ahora en mucha mejor forma. Una importante devaluación de la moneda ha ayudado a sus industrias exportadoras en apuros.
Las empresas continúan invirtiendo. Esta semana Qatar ha inyectado otros 5.000 millones de libras en el país. La economía sigue creciendo. Se perderán algunos empleos y sectores, pero se ganarán otros y en último término Gran Bretaña saldrá algo mejor parada. Pero la economía cambiará. El Reino Unido abandona la UE por muchos motivos, pero uno de ellos es que su economía lleva mucho tiempo desviándose del resto. La UE supone el 44% de sus exportaciones, frente al 55% de hace una década (un declive increíblemente rápido, dado el ritmo gélido habitual en que varían los flujos comerciales). Salir de la UE lo acelerará. Esperan que la cuota de mercado baje notablemente en la próxima década y que Gran Bretaña se convierta en un foco comercial de impuestos bajos y regulación más laxa. Nunca será el Singapur de Europa que algunos defensores del Brexit desean. Dejando de lado su cielo grisáceo, es demasiado grande para eso, aunque se asemejará mucho más.
Segundo, la UE estará más unificada, aunque disminuida. Tras la votación, muchos pensaron que sería el primer país en marcharse. Tenía que producirse una victoria sorpresiva de Marine Le Pen en Francia, que no parece demasiado probable ya, y el vencedor probable de esas elecciones, Emmanuel Macron, es defensor acérrimo de más integración. En realidad, la salida del Reino Unido parece haber conseguido que el resto del continente valore más la Unión. Y con el Reino Unido fuera del mapa, perderá a un oponente truculento de más soberanía. La UE podría acercarse mucho más al estado único, que por cierto es precisamente lo que necesita para sobrevivir el euro. En ese sentido, la UE será más fuerte. Pero será también una entidad menor. Teniendo en cuenta que Gran Bretaña, según la tendencia actual, superará a Alemania como la mayor economía de Europa antes de la década de 2030, una UE sin el mayor país del continente (y su principal poder militar) no puede decir que habla en nombre de Europa. Representará solo una parte de ella y la alegación es menor.
Por último, el poder real se negociará entre EEUU y China. Durante buena parte de los últimos sesenta años, la UE ha aspirado a ser una superpotencia real. Al menos algunos de sus defensores la vieron explícitamente como un rival e incluso sustituta de EEUU como gran potencia mundial. Ésa era parte de la justificación de crear una moneda única que pudiera enfrentarse al dólar. Sin el Reino Unido, no ocurrirá. Por el contrario, dejará que EEUU y China compitan entre sí por el dominio global. Ése será el único conflicto geopolítico de importancia real. Una UE pequeña y menos importante garantizará que la historia del siglo XXI se escriba desde el Pacífico. Europa y el Atlántico serán una cuestión secundaria (interesante, sí, pero secundaria).
Lo que ocurra durante los dos años de negociaciones de divorcio no importa mucho. Las trifulcas se olvidarán enseguida. A medio plazo, tanto el Reino Unido como la UE serán muy diferentes después de esta semana y ese proceso tiene muchísimo camino por recorrer.