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El Brexit, un dilema para la City

La semana pasada los jefes de Estado y máximos representantes de la Unión Europea estuvieron reunidos tratando el tema de Reino Unido. Se trataba de llegar a una serie de acuerdos para que el país tenga encaje dentro de la UE. Recordemos que los ingleses tienen ya un statu quo muy diferente al del resto de los países; como recogía la prensa, nadie dentro de la Unión acumula tantas excepciones. Aún así el premier británico ha conseguido arrancar más concesiones; de éstas quizá la más importante y más crítica sea la del tema de la inmigración y el libre movimiento de ciudadanos europeos. Reino Unido, a diferencia de otros países, podrá denegar el permiso de residencia a europeos que quieran establecerse en aquel país.

Aun con estas nuevas concesiones el referéndum sobre la permanencia o salida del Reino Unido avanza: la cita, el próximo 23 de junio. De momento las encuestas parecen indicar un claro apoyo a la permanencia, pero no conviene echar las campanas al vuelo; los partidarios del no harán campaña, y cuentan con figuras importantes. Entre ellos, el carismático alcalde de Londres, Boris Johnson, que junto a otros seis ministros del Gobierno de Cameron han mostrado su determinación por la salida. Esta situación hace que actualmente la posibilidad de salida de la UE, el conocido como Brexit, se haya instalado dentro de las listas de preocupaciones globales en materia económica. Quizá el conflicto no acapare el interés de la opinión pública, pero es de primer orden económico.

El problema es bien conocido en la City de Londres, la ciudad financiera. Ésta genera, aproximadamente, una décima parte del PIB del país. A la vista de esta cifra no debe extrañarnos, por tanto, que sean muchos los que señalan a la actividad financiera generada por la City como la contribución más potente para el crecimiento económico de Gran Bretaña en los últimos veinte años. La fortaleza se asienta además en el sector exterior; así, las exportaciones que Reino Unido realizó a la Unión por esta actividad es de aproximadamente 20.000 millones de libras, el 1,1 por ciento del PIB. Es por estas cifras, y por la importancia estratégica del negocio financiero, que muchos buscan las claves del referéndum entre las personas, empresas y organizaciones establecidas en la City. Es más, la salida puede traer importantes cambios para los países de la Unión Europea y Reino Unido, pero también para el mundo.

¿Qué opina la City? Al igual que la opinión pública británica, aparece dividida, aun cuando los partidarios de la permanencia parecen tener ventaja. Si indagamos entre los bancos, así como entre las gestoras de fondos de inversión, la posición parece clara: permanecer. La salida del país les acarrearía, muy posiblemente, una pérdida de poder importante. La preocupación radica en el acceso a los mercados europeos y a los diferentes países de los bancos ingleses y americanos asentados en Londres. El Brexit podría acarrear que los reguladores europeos consideren que los servicios bancarios y financieros ingleses ya no sean considerados equivalentes a los del continente. Perderían, por tanto, el fácil acceso que actualmente tienen a los países de la Unión Europea; de haber una salida ?desordenada?, es posible que se vieran forzados a establecer una sucursal en cada uno de ellos, teniendo que contar con la pertinente autorización para ello. Esta posibilidad se traduciría en ineficiencia y muy probablemente llevaría a que muchos bancos, hoy en la City, ha cambiar su residencia a Fráncfort, París o Dublín. Reino Unido perdería, pero Londres se quedaría impactada por la salida de una fuerte industria como es la financiera. También lo haría previsiblemente la economía mundial; hay que recordar que los bancos establecidos en Reino Unido no están bajo el dominio del BCE, sino bajo el del Banco de Inglaterra (BoE). Ambas entidades aparecen enfrentadas en materia de regulación de niveles de capital y recursos propios, siendo las normas inglesas mucho más laxas. Además la supervisión europea parece mucho más estricta que la inglesa en materia de supervisión y resolución. El hipotético cambio de domicilio para los bancos supondría la adaptación a las rigurosas leyes europeas, puestas en práctica para romper con la peligrosa relación de los activos tóxicos y la recapitalización de los bancos. Esta adaptación, presumiblemente, llevaría a más necesidades de capitales de los bancos implicados y permitiría vislumbrar dificultades en la concesión de préstamos.

Pero no toda la industria financiera está a favor de la permanencia; hay otros que ven con buenos ojos la salida. Entre estos últimos tendríamos a los hedge funds, una industria fuertemente establecida en Reino Unido y que, como es sabido, no le gusta nada las fuertes regulaciones e impedimentos de la Unión. Las gestoras de este tipo de fondos vislumbran cómo la salida de la UE podría reducir considerablemente la regulación, algo que les puede deparar un incremento de su negocio. Eso sí, ese negocio no tiene el peso específico del propiamente bancario. Por tanto, la City está como el país, dividida, pero la permanencia sigue siendo mayoritaria.

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